viernes, 20 de abril de 2012

"El almohadón de pluma" Horacio Quiroga.


Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, aunque a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer. Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de su marido. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la más leve caricia de Jordán. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni pronunciar una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico. Y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia amanecía peor. Hubo consulta. Constatose una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, deteniéndose un instante en cada extremo a mirar a su mujer.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente con los ojos fijos. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia lanzó un alarido de horror.
-¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, volvió en sí. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola por media hora temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
-Pst... -se encogió de hombros desalentado el médico de cabecera-. Es un caso inexplicable... poco hay que hacer...
-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaban ahora en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló sobre aquél. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.
-Pesa mucho  -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón sin duda había impedido al principio su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había el monstruo vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

Consejos para el análisis de los textos literarios.


Todo texto es una invitación personal del autor para que lo acompañes con tu lectura a un mundo mágico en el que podrás compartir con él unas ideas o conocimientos, experimentar determinadas sensaciones o simplemente pasar un rato agradable mientras lo leas.

Consejos:
  • No tomes el comentario como una obligación.
  • Acércate a él con curiosidad y la mente abierta. Descubrirás que puedes encontrar en él grandes sorpresas.

Aprenderás a desarrollar tu visión crítica y a observar las cosas desde distintas perspectivas.

Lo primero que tienes que hacer es leer atentamente el texto para entender su sentido global. Pero una sola lectura no es suficiente porque te pueden pasar desapercibidos ciertos detalles importantes; léelo una segunda vez.

Ten en cuenta las siguientes cuestiones:

  • El texto es una pieza que forma parte de un puzle o un rompecabezas (el libro de donde se ha extraído) que, a su vez, está formado por otras pequeñas piezas o resortes que hacen que funcione. Tienes que localizar cada una de ellas para desmontarlas, ver cómo funcionan y volverlas a montar a fin de recomponer, de nuevo, la totalidad del conjunto.
  • Aunque hayas entendido el significado global del texto, seguro que se te escapa el significado concreto de ciertas palabras. No puedes permitirlo; debes controlar todo. Busca en el diccionario su significado y anótalo.
  • Todavía puede existir alguna expresión o frase hecha que se te resista, sobre todo si el texto no es actual. Indaga su verdadero significado. Intenta descubrirlo por ti mismo; eres un maravilloso detective. Investiga por tu cuenta y llega a unas conclusiones.
  • Otra dificultad más: En ocasiones entiendes   el significado de todas las palabras pero tienes la sensación de que el autor, aunque dice una cosa, parece que expresa otra muy diferente (por alusiones, por tener las palabras un doble sentido o estar utilizadas irónicamente, etc.). Agudiza tu ingenio y busca una explicación, no puedes dejar ningún cabo suelto.
Hay veces que el escritor te manda un mensaje y tú no lo puedes recibir correctamente porque te falta instrucción. No es que seas torpe, lo que ocurre es que los tiempos van cambiando y las ideas, los intereses e incluso la forma de expresarse la gente va transformándose. Recuerda que la literatura, igual que el arte o la propia música cambia con el tiempo al igual que las personas. Busca información que te ayude a meterte un poco en contexto para poder descifrar ciertas claves. Acude a tu libro de texto, manuales o Internet en busca de información e indaga:

  • Quién fue su autor, qué escribió, en qué siglo vivió y en qué movimiento literario se le incluye.
  • Cuáles eran las ideas, preocupaciones y temas principales de la sociedad de ese momento.
  • Las connotaciones que hay en el texto y las alusiones a realidades extraliterarias (políticas, históricas, sociales, etc.).
  • Pregúntate cuál es la finalidad que persigue el escritor con su texto: transmitir una información, describir una persona o un objeto, criticar a alguien o algo, inducirte a que pienses de determinada manera, hacerte experimentar unos sentimientos o sensaciones, mofarse de alguno...


Nota: De momento, lo que has hecho no es más que observar qué dice, cómo lo dice y por qué lo dice para intentar comprender.

Ahora sí que empieza el verdadero comentario.

Tienes que presentar el texto, indicar su autor y hacer alusión a su época:

  • Has de señalar qué tipo de texto es, el género literario al que pertenece e indicar si es un texto completo o un fragmento.
  • Debes situarlo en el apartado o parte en el que esté insertado (si es un poema, un ensayo breve, un texto científico o humanístico, etc.), en el capítulo o secuencia a la que pertenece (en una novela), o en el acto y la escena en que esté incluido (en una obra teatral).
  • Has de señalar la obra en la que está integrado y situar esta en el conjunto de lo que haya escrito el poeta o prosista, atendiendo al género literario y a la totalidad de lo que haya escrito.
  • Indica la trayectoria artística del autor, el movimiento literario al que pertenece y el siglo en el que vivió.
  • Es aconsejable que establezcas una pequeña relación entre la obra o la temática de la que trata el texto y la de los coetáneos, si existe entre ellos alguna relación (fuentes, influencias, etc.).
  • El propio contenido del texto, pero sobre todo tus conocimientos y las conexiones que seas capaz de crear entre lo que se dice en él y lo que tú sabes, es lo que te facilitará la correcta comprensión e interpretación.

Análisis del contenido

El texto o el fragmento tiene siempre una coherencia textual; todo lo que se expone en él está relacionado. Lo más normal, independientemente de que sea prosa o verso, es que no todo lo que aparezca en él tenga la misma importancia. Unas cosas se presentan supeditadas a otras porque si todo fuera igual de importante no nos llamaría nada la atención. Así que el autor subordina unos elementos o hechos a otros.

Consejos preparatorios previos:

  • Lee otra vez el texto.
  • Subraya lo más destacado
  • Anota en el margen o en un papel aparte los temas o ideas que se tratan.
  • Reflexiona sobre cómo está organizado el texto.
  • ¿Eres capaz de exponer con tus palabras lo mismo que expresa el escritor?

Este es el momento de comenzar a elaborar tu comentario de texto. Para analizar el contenido habrás de realizar un resumen, además de abordar otros aspectos como el tema, la estructura o el tono del texto.
El tema es la idea básica que puedes extraer del texto. A veces el autor te ayuda a encontrarlo a través del título, otras lo descubres en el interior o lo tienes que deducir en función de lo que en él se expone.
Exprésalo con el menor número de palabras que puedas. Una oración muy breve o incluso un sintagma nominal será suficiente.

No olvides que el tema es la esencia del texto por lo que deberá estar implícito o explícito en todo él, de lo contrario, lo estarás confundiendo con un subtema y tendrás que seguir buscando.

Análisis del contenido: resumen

El resumen es la síntesis del contenido del texto, expuesta con tu estilo personal en muy pocos renglones.

Recuerda:

  • Cuando resumes el texto te limitas a decir lo mismo que en él se expresa pero con tus propias palabras y de forma muy abreviada.
  • En tu resumen no puedes incluir tu opinión, ni información externa a él. Debes evitar expresiones del tipo: el autor dice, opina o quiere expresar…, porque el resumen no es un comentario.
  • La extensión dependerá de la que tenga el texto, pero procura que no sobrepase los seis o siete renglones. En todo caso, no debe ser superior a una cuarta parte del original.
  • Tienes que resumir la totalidad del texto y no solo una parte.

Análisis del contenido: estructura

La estructura es la organización interna del texto, algo así como el armazón que lo sustenta. Es lo que tradicionalmente entendemos por las partes en las que lo podemos dividir.
La estructura suele estar en relación con la tipología del texto: expositivo, argumentativo, narrativo, descriptivo, dialogado, etc.
Muchos de los textos que puedas comentar seguramente tendrán tres partes: una presentación o planteamiento, un nudo o desarrollo y un desenlace o final. Otras, el texto se estructurará a partir de ciertas ideas principales que, posteriormente, se explicarán o desarrollarán con otras secundarias o de menor importancia. Y, en ocasiones, el texto podrá presentarse como un todo unitario en el que no será posible establecer ningún tipo de división.

Para descubrir cuál es la organización del texto:

  • Parte del subrayado inicial que hayas hecho.
  • Básate en el contenido y en tu intuición.
  • Fíjate en cuáles son los núcleos básicos en torno a los que gira todo.
  • Establece, si es preciso, apartados y subapartados.
  • Observa si la parte más importante es la del principio, la del medio o la del final, y si el resto está en función de ella.



Una vez que hayas averiguado cómo está organizado el texto:

  • Señala cada una de las partes y delimita su extensión: la primera parte va desde... a...; la segunda... La primera parte está formada por los dos primeros cuartetos..., la segunda por los dos tercetos...
  • Escribe una breve frase que defina cada una de ellas y, al mismo tiempo, justifique la división que establezcas.
  • Define la relación existente entre ellas.

Análisis del contenido: 

Punto de vista, actitud del autor o del emisor y tono.

  • El narrador o emisor puede condicionar nuestra manera de enjuiciar aquello que se nos presente o la actitud o actuación de ciertos personajes.
  • Observa el punto de vista y la actitud que toma el autor o el emisor frente a los hechos o los personajes, porque a través de ellos es como percibimos lo que se nos transmite y tendemos a aceptarlo, aunque no siempre haya que hacerlo. Comprueba si predomina la objetividad o la subjetividad.
  • A veces el punto de vista es único, pero otras pueden presentarse dos o tres perspectivas diferentes, sobre todo, en algunos textos narrativos actuales o en textos dramáticos donde varios personajes pueden presentar un hecho o un suceso desde distintos enfoques.
  • En ocasiones, aunque no es muy frecuente, el autor o el narrador puede desdoblarse en dos y mostrar distintos puntos de vista.
  • El tono que utiliza el emisor (autor, narrador, personaje, etc.) influye también en el contenido del texto y, además, puede darte pistas para entender el verdadero significado de algunas frases e incluso del propio texto, sobre todo en textos humorísticos o irónicos. El tono puede ser neutro, sugestivo, persuasivo, íntimo, convincente, irónico, despectivo, etc.


Análisis de la forma

El código que emplea el autor en el texto es la propia lengua, en nuestro caso el castellano. No obstante, por la función poética, que es la predominante en los textos literarios, sufre mayores o menores desviaciones, en función del género literario que el autor elija, la finalidad que persiga con el texto y los recursos estilísticos que utilice.

Es muy importante que observes el registro o los registros lingüísticos que aparecen en el texto porque se puede jugar con ellos:

  • Si en el texto interviene un solo emisor, el registro suele ser el estándar o el culto.
  • Si el texto es narrativo, el narrador puede utilizar un registro estándar o culto, pero si acude al diálogo o al estilo directo para poner de manifiesto las palabras o la forma de expresarse de ciertos personajes, puede introducir variedades dialectales, coloquiales, vulgares, etc. Lo mismo puede ocurrir en un texto dramático.

En este apartado se estudia especialmente la cohesión del texto.

  • Por metodología, se suelen estudiar los recursos estilísticos o literarios siguiendo los planos del lenguaje.
  • Busca información y ejemplos en los manuales de literatura de los distintos recursos. Te será muy útil y te facilitará mucho el trabajo.
  • Recuerda que, además de localizar los recursos lingüísticos y literarios, tienes que explicar qué función tienen en el texto y qué efecto producen en el lector. Tu comentario no puede reducirse a un inventario de recursos gramaticales, léxicos o semánticos.

Recursos gráficos:

¿Llama de forma especial la atención la distribución de las líneas de la página?

  • Observa si el empleo de las mayúsculas es el correcto o aparecen frases o palabras escritas todas ellas en letras mayúsculas.
  • ¿La puntuación del texto sigue la norma habitual?

Recursos fónicos:

En poesía:
  • La medida de los versos: el cómputo silábico. Los versos de arte mayor o menor. La sinalefa. La diéresis, la sinéresis.
  • La rima: consonante y asonante.
  • El tono.
  • Las pausas y los encabalgamientos.

En los textos en general:

  • Onomatopeyas, aliteraciones, paronomasias, similicadencias, cacofonías, eufonías...



Las referencias literarias asociativas

El texto como comunicación y conclusión:

Analiza también el texto desde el punto de vista comunicativo. Para ello, habrás de tener en cuenta su finalidad, las funciones predominantes del lenguaje utilizado y la relación que se establece entre el emisor y el receptor dentro del texto.
Si lo consideras oportuno, puedes exponer la opinión que te merece el texto a modo de conclusión, pero deberás argumentarla evitando la utilización de tópicos.

Redacción final

La redacción del comentario exige también una organización porque tiene que tener, como cualquier texto, coherencia y cohesión. Tu redacción final debe ser clara, ordenada, amena y convincente.
No olvides que, aunque estés comentando un texto, tú estás creando otro. Tu reflexión, análisis y conclusiones tienes que plasmarlas eligiendo la tipología textual de la exposición, e, igualmente, debes argumentar todo lo que expones.

Tu texto se inscribe dentro del ámbito académico. Es preciso que muestres, además de tu capacidad para comentar un texto, tu conocimiento del vocabulario específico de la filología y la crítica literaria (a tu nivel), empleándolo adecuadamente.

  • Utiliza párrafos breves y periodos oracionales que no sean farragosos porque dificultarían la comprensión de aquello que quieres transmitir.
  • Tu vocabulario debe ser escogido y preciso.
  • Repasa la redacción para asegurarte de que no has cometido faltas de ortografía. Si lo has escrito en el ordenador, pasa el corrector ortográfico.
  • Lee tu comentario desde el principio hasta el final, como lo hará tu profesor. Corrige todos los errores gramaticales o léxicos que encuentres.
  • Déjalo reposar, si es posible, uno o dos días.
  • Revísalo de nuevo por si se te ha pasado algún detalle o por si algo no ha quedado expresado con suficiente claridad y aún persiste algún error.



(Material extraído de Learning Essentials para estudiantes, Microsoft.)