domingo, 19 de mayo de 2013

Repaso para el escrito. Tercer año.


PRINCIPALES ELEMENTOS DEL GÉNERO NARRATIVO

Obra narrativa es aquella en la que un narrador a través de un discurso oral o escrito, relata
una historia destinada a oyentes o lectores.

La historia tiene algunos elementos constitutivos como son: un espacio, un tiempo, 
personajes y un conflicto que puede o no resolverse de forma acabada.
Ésta comienza con una situación inicial de equilibrio, hasta que algún elemento la transforma 
en una situación nueva de desequilibrio, no pudiendo volverse a la situación anterior. Así las 
mismas se suscitan hasta llegar a su resolución, que es una última situación donde aparece un 
nuevo equilibrio diferente del primero. Si no existe el desequilibrio, que provoque un conflicto, no 
existe narración.

En cuanto a su forma, habitualmente encontramos la narración en prosa. Esto no descarta
que existan narraciones en forma lírica, como lo puede ser la epopeya.
Dentro de ella pueden encontrarse subgéneros. Mencionamos aquí, sólo tres, a fin de no
confundir al estudiante.

 CUENTO: Narración sencilla y de breve extensión; con pocos personajes.
 NOVELA: Es extensa, minuciosa. Construye un mundo cerrado en cuanto a hechos y
personajes. Lo principal en la novela es la descripción de la vida de esos personajes y
de su ambiente.


NARRACIÓN LITERARIA

Una narración literaria es un tipo de narración en la que se cuentan hechos o acontecimientos
ficticios, llevados adelante por personajes en un tiempo y un espacio.
Las narraciones literarias se diferencian, por tanto, de otros textos narrativos en los siguientes
aspectos:
a- Los sucesos relatados son imaginarios.
b- No presentan una finalidad práctica informativa – como ocurre, por ejemplo, con las
noticias – sino que pretenden que el lector experimente un disfrute estético.

NARRADOR
La voz que cuenta la historia en una narración recibe el nombre de narrador.
Podemos clasificar al narrador según las siguientes categorías:

Narrador omnisciente.
El narrador omnisciente tiene un conocimiento absoluto, como si se tratase de un dios. Este
narrador puede:
1. Informar objetivamente lo que está pasando.
2. Meterse dentro de la mente de los personajes.
3. Interpretar por los lectores la apariencia de los personajes, lo que dicen, sus actos o sus
ideas, aun si los propios personajes no pueden hacerlo.
4. Moverse libremente en el tiempo y en el espacio para brindarnos vistas panorámicas o
telescópicas o microscópicas, o históricas; puede decirnos lo que sucede en cualquier
parte, o lo que sucedió en el pasado, o lo que sucederá en el futuro.
5. Hacer reflexiones generales, juicios, proporcionar verdades.

Narrador equisciente.

El narrador equisciente es el que sabe lo mismo que el protagonista. Es el caso del narrador
testigo, personaje o protagonista. El argumento se centra en un protagonista, y cubre
únicamente aquello en lo que el personaje está involucrado. Es como si tuviéramos una cámara
delante del protagonista y por lo tanto no puede saber lo que piensan los otros personajes; no se
adentra en su mundo interior.
Este narrador puede:
a- presentar detalles conocidos, pero no reconocidos, por el protagonista (que le hayan
pasado desapercibidos, por ejemplo).
b- Puede hacer observaciones que el protagonista nunca haría acerca de sí mismo, como el
color de sus ojos o sus defectos personales.

Narrador infrasciente.

El narrador infrasciente sabe menos que los personajes del relato. Es el narrador que observa
desde fuera del mundo del relato.
Este narrador:
a- Se limita a narrar los signos exteriores o visibles de la actuación de los personajes, como
si fuera una cámara cinematográfica.
b- Se le denomina “técnica del ojo de cámara”.

PERSONAJES.

Un personaje es un ser imaginario creado por el autor. Estos sufren y provocan el desarrollo
de las acciones; tienen voz y carácter propio.
Según su importancia los personajes se clasifican de la siguiente manera:
Personaje principal.
a- Es quien realiza las acciones principales.
b- Enfrenta problemas que intenta resolver.
c- Aparece en toda la obra.
Según el papel que desempeñan en la obra los personajes principales pueden caracterizarse
en:
1. PROTAGONISTA: es el personaje central de la narración que provoca la acción y en
torno a quien gira la obra, pues realiza los hechos más importantes y determina la
conducta de los demás.
2. ANTAGONISTA: es el personaje opuesto al protagonista, quien, consciente o
inconscientemente, le causa dificultades. Puede estar presente en la obra o nunca
aparecer de manera directa, pero impone su presencia en la mente de los otros
personajes.
Personaje secundario.
a- Sirve para caracterizar mejor al personaje principal.
b- Sus acciones ayudan a la realización de la obra pero no tiene una actuación que lo haga
independiente o destacado.
c- Son numerosos en una novela y escasos en un cuento.

Los personajes pueden describirse a través de las siguientes categorías:

a. GRAFOPEYA. Se describe al personaje a través de sus características físicas.
b. ETOPEYA. Se describe al personaje a través de sus características psicológicas.

TIEMPO.
Cuando hablamos del tiempo de la narración, nos referimos a un elemento de la historia que
comprende la duración, la sucesión y el orden de los acontecimientos.
Estos pueden ser narrados de la siguiente manera:
1. Tiempo cronológico (lineal). Los acontecimientos son narrados tal como fueron
sucediendo en el tiempo, sin cortes, por medio de causa – efecto.
2. Tiempo no cronológico. Los acontecimientos son narrados sufriendo saltos, ya sea al
pasado o al futuro. Según el salto producido en la narración podremos hablar de:
a- ANALEPSIS. Se trata de saltos hacia el pasado. A veces una retrospección trae del
pasado un dato aislado que ayuda a comprender cierto incidente de la acción. Otras
veces, la retrospección recupera la totalidad del pasado. Podemos poner como
ejemplo un relato que haya comenzado tan próximo al desenlace que hace
necesario informar sobre lo que pasó antes de que empezara. El narrador, con
miradas retrospectivas, puede explicar los antecedentes o transportar la acción al
pasado.
b- PROLEPSIS. Son mucho menos frecuentes que las retrospecciones. El narrador,
tranquiliza o inquieta al lector avisándole que va a pasar algo.

ESPACIO.

El espacio es el marco físico donde se ubican los personajes y los ambientes sociales y
geográficos en los que se desarrollan las acciones.
Podemos distinguir los siguientes tipos de espacios:
a- “Real”. Son espacios auténticos e identificables, por ejemplo, Uruguay.
b- Imaginario. No existe en nuestra realidad pero está creado a partir de imágenes o
lugares parecidos a nuestra realidad.
c- Fantástico. No existe ni se relaciona con los espacios reales.

TÍTULO. 

El título es un elemento fundamental del relato. Este puede ser clasificado de tres formas:
a- Epónimo. El título lleva el nombre del protagonista o del lugar donde se desarrolla la
acción.
b- Emblemático. El título resume el contenido de la obra.
c- Simbólico. El título contiene elementos simbólicos o metafóricos reiterados en la obra.

Discurso de Paul Auster. "El valor de la inutilidad"


No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.


Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?



En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.
La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.



Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.



De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.



Nunca he querido trabajar en otra cosa.

Material de lectura recomendada para alumnos de 5º. Génesis, Biblia.

http://www.ladeliteratura.com.uy/sala/biblia/gen123.pdf

jueves, 16 de mayo de 2013

Cantares de gesta y Romances


Cantares de gesta y Romances

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

Cantar de gesta es el nombre dado a la epopeya escrita en la Edad Media o a una manifestación literaria extensa perteneciente a la épica que narra las hazañas de un héroe que representa las virtudes que un pueblo o colectividad consideraban modélicas durante el medioevo

Los juglares y los trovadores

En los siglos XI y XII, los juglares las divulgaban oralmente, debido al analfabetismo de la sociedad de la época. Aunque su longitud varía entre los 2.000 y los 20.000 versos, como media no solían exceder los 4.000. Esta cantidad de versos ya suponía que el juglar que lo recitaba en público tuviera que fragmentar su relato en más de una jornada. Esto parece demostrarse por la existencia de determinados pasajes (de entre 20 y 50 versos) en los que se hace un resumen de lo anteriormente acontecido, probablemente para refrescar la memoria del auditorio o introducir en el relato a los nuevos espectadores. Los cantares se agrupaban en tiradas variables de versos, que se relacionaban por tener la misma asonancia al final de cada verso y por constituir una unidad de significado, a menudo anunciado en la tirada anterior.

Sin embargo, si estos cantares de gesta han llegado hasta nuestros días, se debe a que se realizaron copias manuscritas de ellos. En general estas copias son bastante más tardías que las propias canciones.

Ni la épica medieval francesa ni la alemana perduran de forma oral ni poseen la vitalidad de la épica medieval española; fragmentos de los cantares de gesta españoles se recitan todavía en pueblos de España y América Latina, transmitidos de padres a hijos de forma oral: es el llamado Romancero viejo, y la temática medieval de los cantares de gesta continuó siendo motivo de inspiración para nuestro teatro clásico en el Siglo de Oro. Los cantares de gesta más importantes de Castilla fueron:

El Cantar del Mio Cid, donde se narra el triunfo de la verdadera nobleza, fundada en el esfuerzo, el mérito y el optimismo, frente a la nobleza de sangre que representan los infantes de Carrión;

El de Los siete infantes de Lara, donde se narra una justa venganza largamente postergada. Su argumento nos es conocido a partir de versiones cronificadas en prosa.

El cantar de Bernardo del Carpio, poema perdido que narraba la trágica historia de un bastardo de origen noble por liberar a su padre, el Conde de Saldaña, encarcelado por haberle engendrado en una princesa real; en sus esfuerzos por rehabilitar la honra familiar, es injustamente tratado por su rey Alfonso el Casto. Se ha podido reconstruir a partir de las Crónicas.

El Cantar de Fernán González, cantar perdido que ofrecía una versión anterior al poema de Fernán González escrito en cuaderna vía.

Las Mocedades de Rodrigo compuesto hacia 1360 es el cantar épico más tardío que se conserva. Se basa en un Cantar de las mocedades de Rodrigo anterior que data de la segunda mitad del siglo XIII. Narra episodios de la juventud del Rodrigo Díaz de Vivar.

El Cerco de Zamora compuesto unos años después de sucedido el cerco por el rey Don Sancho se ha convertido en uno de los cantares de gesta más importante y bellos de todo el Romancero. Se conserva entero, sin interrupciones. Narra el suceso del cerco de Zamora a manos del rey Don Sancho, del héroe Vellido Dolfos (considerado, lógicamente traidor por los castellanos) que asesinó al rey Don Sancho para lograr la liberación del cerco de Zamora (nueves meses resistió la ciudad lo que dio pie al refrán "No se ganó Zamora en una hora" y del duelo entre los hijos de Arias Gonzalo y él mismo con Diego Ordoñez y de la vileza de Rodrigo Díaz de Vivar. Es uno de los romances más bonitos que se ha escrito nunca y que narra el espíritu de lucha de los zamoranos de la mano de su reina Doña Urraca y de su fiel consejero Arias Gonzalo.

Menor importancia tuvieron el Mainete (del que hay un testimonio inserto en la Gran conquista de Ultramar), y otros. Sin embargo, sólo se ha conservado de forma escrita el Cantar de Mío Cid, el Cantar de Rodrigo y unos cuantos versos del Cantar de Rocenvascelles. Los filólogos han reconstruido otros pasajes de la pérdida épica castellana a partir de fragmentos mal prosificados en las crónicas, donde sirvieron como fuente de información.

Las características de los cantares de gesta españoles son:

· Versos irregulares, mayoritariamente entre 14 y 16 sílabas, divididos en dos hemistiquios y con rima asonante, frente a los versos regulares y la rima consonante de los cantares de gesta franceses.

· Predominio del realismo y la historicidad frente al carácter más de leyenda y menos histórico de los cantares de gesta franceses.

· Utilización de expresiones que reclaman la atención del público.

· Verbos muy abundantes, pues predomina la acción.

· Supresión de fórmulas que introducen el diálogo directo con el fin de agilizar la narración, quizá porque algunos pasajes de los cantares de gesta españoles eran semirrepresentados (de ahí también su mayor realismo).

· Uso de descripciones breves, llenas de plasticidad.

· Utilización de apelativos épicos para caracterizar a los personajes y dar tiempo a la memoria del recitador.

· Uso de la paragógica. La paragoge son formas léxicas que serían, en teoría, incorrectas en la lengua ordinaria, y esta consiste en agregar un fonema o más, etimológico o no y por lo general una vocal, al final de un vocablo, como por ejemplo en felice por "feliz", en huéspede por "huésped".)

Las últimas formas del cantar de gesta español se dan en el Siglo XIV, perdiendo el realismo y la contención de los cantares antiguos, inclinándose por una mayor fabulación. De esta época es las
Mocedades de Rodrigo. grabado por Fabio Duran Ramírez

Un juglar era un artista del entretenimiento en la Europa medieval, dotado para tocar instrumentos, cantar, contar historias o leyendas.

Se diferenciaban de los trovadores por sus orígenes más humildes, por tener como fin entretener y no ser autores de sus versos, porque generalmente eran copias de versos de trovadores arreglados por ellos mismos, aunque sí existían quienes componían sus propias obras. Dentro de la primera etapa de la Edad Media entre el siglo X y la primera mitad del siglo XIII predominaban los juglares épicos (poetas cultos en realidad) que recitaban (no siempre) tiradas y fragmentos de poesía narrativa o biográfica. A partir de la segunda mitad del siglo XIII y en el siglo XIV predominan más los juglares líricos que recitaban la llamada "poesía cortesana".

Clases de juglares

Los había de tres clases que eran las siguientes:

Unos independientes y libres, con la vida de bohemios, que no vivían en ninguna parte y se les podía encontrar donde había fiestas.

Otros formaban parte del ámbito cortesano y posteriormente fueron los bufones de las comedias del Siglo de Oro en el año 3.

Otros estaban a sueldo de ciertos trovadores principales, viajando con ellos, siendo sus mensajeros, precediéndoles o acompañándoles en sus visitas a las Cortes del Rey.

Los Romances


LOS ROMANCES

DEFINICIÓN

Se llama romance, en literatura, a la composición épico-lírica que consiste en una tirada larga de versos octosílabos, con rima asonante en los versos pares, cuyo principio es abrupto y su final trunco.
Son composiciones épico-líricas porque son narraciones en versos, por lo menos en su mayoría. La palabra épica significa: narración de las hazañas de los héroes.
Es una tirada larga porque no tienen estrofas (conjuntos de versos que mantienen una unidad de rima y de sentido).
Los versos son octosílabos y con la rima en los versos pares por dos razones. En primera instancia, los romances tienen uno de los tantos orígenes en los cantares de gesta, y estas composiciones eran de 16 sílabas. Al hacerse romances, se dividen en dos, y es por eso que la rima sólo queda en los versos pares. En segunda instancia, el verso octosílabo, como la rima asonante es la forma más fácil de versificar, sobre todo cuando se trata de narraciones poéticas. Es una métrica sencilla y casi natural. No podemos perder de vista que los juglares no saben leer ni escribir, por lo tanto la métrica es oral, y sólo cuentan con su memoria para reproducirla.
El principio abrupto y el final trunco tienen su explicación en el origen de los romances.

ORIGEN

      Existen tres posibles orígenes de los romances.
1.      Refundiciones de cantares de gesta.
Los cantares de gesta eran grandes composiciones líricas que narraban las hazañas de los héroes. Salen de los menesteres de juglaría y pertenecen a la Plena Edad Media, luego que ya está instaurado el feudalismo, y España se encuentra en un quietismo social y económico, encerrado en pequeñas parcelas de tierra (feudo). Luego de años de fomentar el aparato armamentista, y haber derrotado a los bárbaros, no tienen con quien pelear y necesitan hacerlo, así que se vuelcan a las Santas Cruzadas. Aparece la figura del caballero, como protagonista de hazañas dignos de ser utilizados por la literatura, exaltando cualidades heroicas. Estos cantares son grandes sagas, que por no ser la escritura algo popular, resultaban difíciles de recordar al pasar de los siglos.
Los romances son de la Baja Edad Media, es decir, muchos siglos después, en los que  ha habido grandes cambios sociales, económicos y culturales. Principalmente la creación y fortalecimiento de las ciudades y con ellas de los mercados. Aparecen los juglares como personajes transmisores de la cultura. Estos personajes eran malabaristas, cantores, cuentistas, payasos, mimos, que captaban la atención del pueblo para poder vivir. Estos personajes tomaban de los cantares de gesta, su material para trabajar en las calles. Siendo que han pasado muchos siglos, que la conservación de esa poesía ha sido oral, y que esa poesía contaba con miles de versos, estos personajes han ido refundiendo ese material, es decir re-creándolo. Tomando las parte del cantar más llamativas, los episodios más atractivos, y agregándole lo que ellos percibían que al público más le gustaba, a eso se la llamó refundición, que a su vez fueron cambiándose casi naturalmente, al ser repetidas por el pueblo según lo que recordaban en el boca a boca.
2.      Noticias coetáneas al juglar
      Otro origen son las noticias que el juglar, que era una persona itinerante, iba recibiendo de pueblo en pueblo. Estos acontecimientos también le servían al juglar para armar su romance. De esta manera, el juglar se transformaba en el único medio para conocer los hechos que estaban sucediendo en otras partes de España, que esos tiempos luchaba contra los moros.
3.      Canciones populares.
      Este es otro de los posibles orígenes. Las primeras composiciones poéticas que se han conocidos fueron las jarchas. De ellas y de otras canciones populares fueron sacados algunos de los temas de los romances.

TIPOS DE ROMANCES

      Teniendo presente los orígenes de los romances podemos aventurar alguna clasificación de los mismos.
      Así podemos decir que hay romances históricos, cuya materia tiene relación con hechos que sucedieron en un pasado lejano o no tanto, y que tratan de personajes conocidos como Rodrigo, o el Cid.
      Hay romances novelescos, que en realidad hablan de personajes no tan conocidos y de hechos que no sabemos si sucedieron realmente, sino que más bien, por la presencia de lo sobrenatural, podemos afirmar que son novelescos. Este tipo de romances busca asombrar al público.
      Podemos ver también romances líricos, donde hay predominio de este género y que evidentemente han nacido de canciones populares.
      En esta clasificación podemos ver, también una huella de géneros literarios, más allá de su definición de “épico-lírico”. Así vemos que en el primer tipo de romance predomina el aspecto narrativo. En el segundo el dramático, y en el tercero el lírico. 

Edad Media


EDAD MEDIA ESPAÑOLA

LA UNIDAD RELIGIOSA

El catolicismo, fundamentado en la iglesia romana, domina todas las formas de la política y espiritualidad de la época. La frase contemporánea era que "la ciencia toda era sierva de la teología". El ideal era un escalonamiento armonioso de natura, gracia y gloria. La gracia se representaba por Jesucristo, y la gloria era la perspectiva del mundo eterno de la gloria.
De esta manera, la vida que importa es la que pasará después de la muerte física. Esa vida depende de las obras en esta tierra, según la Iglesia Católica. Así que nuestra vida en la tierra no es más que un pasaje tortuoso, de prueba, un “valle de lágrimas”, que debemos soportar para llegar al paraíso, o al infierno, dependiendo de nuestro comportamiento.

LA UNIDAD CULTURAL

La lengua favorece la unidad cultural. Una sola lengua, el latín constituye el vehículo de la cultura medieval. Es lengua de la ciencia y el arte literario. El utilizar este lengua sirve de tradición, que luego el Renacimiento recoge y reaviva.
La Iglesia Católica es la que maneja todos los aspectos culturales, ya que es la única que tiene acceso a la lectura y la escritura. Así pues, es la que tiene “la verdad” y la transmite según lo que considera que debe llegar a los fieles.
Es también, gracias al esfuerzo de los copistas, que logran conservar la cultura que hoy tenemos de la época clásica.

UNIDAD POLITICA

La jerarquía suprema reside en el Sacro Imperio Romano Germánico que representa una huella nostálgica del imperio Romano.

LA EPICA CASTELLANA MEDIEVAL

La primitiva poesía medieval española, es obra de dos escuelas poética: el mester de juglaría y el mester de clerecía. La segunda se debe a clérigos o letrados, y la primera se desempeña por juglares que propagan una poesía más o menos oral, en versos irregulares y asonantes, cuyos asuntos son originariamente los cantares de gesta. Según Menendez Pidal, los juglares eran todos los que se ganaban la vida actuando ante un público, para recrearle con la música, literatura o con la mímica. Solían vestir trajes de varios y chillones colores, y sus cantos eran la expresión del sentir colectivo o la noticia histórica del cronista anónimo que ellos difundían entre el pueblo.

CANTARES DE GESTA

Se llaman así a ciertos poemas épicos primitivos, de carácter popular y anónimo, que ensalzan las hazañas (gestas) de los héroes nacionales o las rivalidades sangrientas entre familias distinguidas, la peripecia de la independencia castellana. Los cantares de Gesta florecen en los siglos XII y XIII y luego evolucionan y dan origen a los romances.

ORIGEN DE LA ÉPICA ESPAÑOLA

Hay tres teorías que explican el origen de la épica española. Según Gastón Paris es de origen francés, Julián Rivera dice que es de origen arábigo andaluz, y Menéndez Pidal dice que es germánico. La literatura española por encima de las influencias extrañas, presenta caracteres tan peculiares que le dan personalidad propia diferenciándolo del resto de la épica europea. Estos caracteres son:
1.Realismo- se presenta con la ausencia casi total de elementos maravillosos y fantásticos
2.Historicidad- es consecuencia de lo anterior, por la proximidad de los hechos narrados, que hacía imposible su falseamiento pues eran conocidos por el público. Es por eso que los cronistas medievales utilizaron estos cantares como documentos históricos.
3.Tradicionalismo- La persistencia de los temas épicos medievales.
En cuanto a la forma se distinguen los cantares de gesta españoles por su irregularidad métrica y estrófica: los versos tienen de 10 a 18 sílabas, y se agrupan en coplas desiguales, monórrimas o asonantadas.

Análisis Capítulo I II y III Génesis.


Biblia: "Génesis" Capítulos 1, 2 y 3.


Contenido del Génesis

Se considera historia primitiva ya que contiene un fondo de verdad y un contenido dogmático y moral. No se puede juzgar su forma con el criterio moderno de historicidad ya que los hechos relatados en el Génesis, según la crítica racionalista, no podrían considerarse históricos; en cambio la crítica religiosa defendía su historicidad y juzgaba como parahistóricos o anteriores a la historia los once primeros capítulos, y como historia primitiva los siguientes. La crítica independiente actual considera los mismos capítulos iniciales como una parábola de base tradicional, legendaria, y acepta la historicidad de los otros, y si no tiene por históricos todos los hechos que narran, entiende que lo son las civilizaciones que describen y las circunstancias en que aquellos se originan. Las dificultades de la apreciación de la historicidad en las narraciones históricas -como en el caso del Génesis- radican fundamentalmente en la presencia del milagro y de la profecía, y en la inclusión de fragmentos aparentemente imaginarios, parabólicos o simbólicos (como lo son los primeros once capítulos).

El Génesis o "libro de los orígenes" nos da la primera formulación del pacto y sus antecedentes: narra el origen del mundo y del hombre. La narración se extiende desde la creación del mundo a la muerte del patriarca José.

División del Génesis:

1) La historia primitiva desde la creación hasta Abraham:
La creación y la caída.
Historia de la cultura
El diluvio
Del diluvio hasta Abraham
2) La historia de los patriarcas:
Abraham
Isaac y Jacob
José

Capítulo 1: Primer relato de la creación, el Universo.
El primer relato de la creación es atribuido a la fuente Sacerdotal que refleja perfectamente las características propias de esta fuente: esquematismo, abstracción, reflexión teológica y preocupación por salvar la trascendencia divina.

Plantea la obra creadora de Dios en orden decreciente de lo más imperfecto a lo perfecto (en relación con la divinidad) hastra culminar en el hombre, corona y rey de toda la creación por haber sido creado "a imagen y semejanza" de Dios (con respecto a lo espiritual y no a lo físico).

El proceso de la creación se distribuye en lo que se conoce como semana hebrea, siendo el marco en el que concreta su enseñanza, un grandioso cuadro lógico, pero artificial.

Al principio solo existía caos, tinieblas y el espíritu de Dios "aleteando" sobre las aguas. La imagen de Dios que surge de esta idea dista mucho de ser antropomórfica (forma humana).

Comienza el proceso de creación que se realiza a través del poder de la palabra, la palabra parece mágica:

El primer día crea la luz, que es la luz de la aurora y no la del sol, ya que en la época en que aparece el Génesis se creía que eran distintas fuentes de luz. Se crea de este modo el día y la noche.

El segundo día crea el cielo y separa el mar de la lluvia.

El tercer día crea la tierra y el mar, crea también las plantas, hierbas y árboles frutales.

El cuarto día Dios crea el sol, la luna y las estrellas, determinando de este modo el día, la noche, las estaciones y los años.

El quinto día Dios crea los peces y las aves.

El sexto día crea los animales terrestres y finalmente al hombre y a la mujer.

Al comienzo del segundo capítulo se cuenta que el séptimo día es bendecido por Dios por haber terminado su obra creadora, y en él descansó.


Capítulo 2: Segundo relato de la creación.

A partir del versículo 4 del Capítulo 2 comienza el relato Yavista de la creación y la caída. Las características de la fuente Yavista aparecen claramente en los dos capítulos 2 y 3, de estilo vivo, colorista, figurado, abundante en antropomorfismos, esto es, de la representación de Dios, en su modo de hablar o de actuar, a la manera humana. De este modo la imagen de Dios, que antes resultaba un poco abstracta, se manifiesta aquí mucho más próxima y comunicativa.

"Al tiempo..." el autor nos da una versión de la creación y del origen del hombre diferente de la del relato anterior. La mirada es menos amplia y el orden en la producción de los seres, diferente: antes primero el caos, luego las plantas, los animales y el hombre, aquí primero el hombre, luego las plantas, los animales y la mujer.

Todo esto es también artificio literario que nos indica su esquema de representación y su intención de centrar su narración en estas dos cosas: el hombre y su destino y la providencia que Dios tiene sobre él. Dando por supuesta la creación del cielo y de la tierra, restringe su visión a la tierra, en cuanto escenario del hombre y de su drama.

El autor toma el polvo de la tierra para crear al hombre porque tradicionalmente se decía que el hombre era hecho del polvo y que al polvo volvía. El autor toma estos elementos porque eran populares y le servían a su finalidad didáctica. El hálito de vida es el espíritu de Dios, es lo que lo hace semejante a él, es lo que lo hace ser un ser viviente, que lo va a diferenciar de los demás seres creados. Además en este segundo relato el hombre es el único ser viviente, el primero creado por Dios.

Encontramos una distensión, una pausa en el relato; describe cómo es y dónde está exactamente ese lugar donde va a ubicar al hombre. Luego continúa con el relato sobre él, que es el centro de toda la creación, y por lo tanto de este segundo relato.

Se destacan dos árboles en el Jardín del Edén que son el "árbol de la vida" y el "árbol de la ciencia del bien y del mal". Con respecto a la simbología del árbol, nos dice Cirlot: "el árbol como vida inagotable equivale a inmortalidad ... representa en el sentido más amplio, la vida del cosmos, su densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración". En el Paraíso había el árbol de la vida y también el árbol del bien y del mal y ambos estaban en el centro del Paraíso. Schneider dice ¿por qué no menciona Dios el árbol de la vida, porque como algunos han creído estaba oculto y no podía ser identificado ni era, por lo tanto, accesible hasta el instante en que Adán se apropiara del conocimiento del bien y del mal, es decir, de la sabiduría? Cirlot se inclina por esa hipótesis: "el árbol de la vida puede conferir la inmortalidad, pero no es cosa fácil llegar hasta él".

Dios impone al hombre un precepto grave, sancionando con la pérdida del privilegio de lainmortalidad. El precepto está formulado en la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Siendo ésta una imagen literaria cuya significación conocemos, es preciso ver lo que bajo ella se encierra. El esquema doctrinal es este: Dios impone un precepto grave que afecta al hombre en su ser esencial de criatura dependiente de Dios. Le manda reconocer su ser y situación de creatura y no salirse de olla aprteciendo privilegios divinos. El hombre al transgradirlo instigado porla serpiente atenta contra la soberanía de Dios y reniega de su ser de criatura. Es pues, un gravísimo pecado de orgullo por parte del hombre, sin que se nos diga en que materia determinada se concretó el precepto y por tanto el pecado externo.

No queda claro cual fue la transgresión que el hombre hizo, pues el haber comido del fruto del árbol del bien y del mal es un símbolo (como una parábola que tiene un fin didáctico).

Lo que se busca no es simplemente un entretenimiento, sino además una compañía, un complemento y que lo acompañe eternamente, por lo tanto crea Dios a la mujer.

Crea a los animales y se los da al hombre para que les ponga nombre (como entretenimiento), pero además los crea para poder señorear sobre ellos, porque en la Tierra no existía otro ser viviente más que él. Además el hecho de que les lleve los animales y los cree para él, muestra la jerarquía, la superioridad del hombre, que es el rey de todo ese mundo creado para él. Este hombre se diferencia del animal por el "hálito de vida", es decir, porque tiene espíritu y por lo tanto puede tener dominio y señorear sobre ellos.

La creación de la mujer es para que sea un complemento, como una ayuda semejante al hombre. Es creada de una costilla que Dios toma del hombre, es decir, que esa mujer no es creada del polvo, sino de la carne del propio hombre, por lo tanto tendrá también "hálito de vida". Esta creación es un antropomorfismo que nos indica la relación y atracción mutuas entre el hombre y la mujer. Queda instituída aquí la unión en matrimonio como monógamo e indisoluble.

El hombre y la mujer estaban en un estado de pureza espiritual, no eran conscientes de su desnudez y por eso no se avergonzaban, porque no tenían prejuicios.

El jardín llamado Edén creado por Dios para colocar allí al hombre, está rodeado por cuatro ríos que sirven para ubicarlo geográficamente. El Tigris y el Éufrates se conocen y ubican fácilmente en la Mesopotamia, en la zona de los actuales territorios de Irán e Irak. Se nos dice que esta zona es muy rica ya que en ella hay metales, como el oro, y piedras preciosas.

La ubicación del Edén a través de los ríos tiene una finalidad didáctica y sirve para remarcar la veracidad ya que ubica a quienes oían esto en lugares conocidos y cercanos a ellos.

Proceso de creación del segundo relato:

Se dan por ya creados el cielo yla tierra. Al tiempo, Dios crea al hombre del polvo de la tierra, insuflándole en su nariz un aliento de vida.


Luego crea los árboles frutales, especialmente destacados son el "arbol de la vida" y el "árbol de la ciencia del bien y del mal", plantados en el Jardín del Edén.

Este jardín tiene una ubicación geográfica precisa ya que está rodeado de cuatro ríos, Pisón, Guijón, Tigris y Éufrates (estos dos últimos son geográficamente conocidos).

Luego crea los animales domésticos, aves y campestres.

Finalmente, de la costilla de Adán, crea a la mujer, a la que llama "varona" porque del varón fue tomada.



Capítulo 3: Tentación, caída, Protoevangelio.

La serpiente era considerada en el folklore popular como un animal maligno, astuto y traidor por excelencia. En muchos pueblos antiguos era objeto de culto como diosa de la fecundidad. El autor, para apartar a Israel de esta aberrración, la escoge aquí como figura de un ser inteligente y malhechor, enemigo de Dios y del hombre, y que la revelación posterior (cuando es castigada a arrastrarse de por vida), y la tradición cristiana han identificado con el demonio. La acción de la serpiente es una clara personificación (figura que consiste en atribuir a las cosas inanimadas o abstractas, o al ser irracional, vida, acciones o cualidades propias del ser racional), en este caso se le atribuye a la serpiente, habla e inteligencia.

Se nos narra el proceso de la tentación con un conocimiento de la psicología humana verdaderamente admirable, a través de los siguientes pasos:

A) Por parte de la serpiente,
exagera la prohibición de Dios "... de todos los árboles del jardín...", tratando de despertar el orgullo humano.
Hace desear el conocimiento de una ciencia superior "... se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses...", poniendo en tela de juicio la rectitud de la intención divina: "¡No, no moriréis!"
Con ello tiende a destruir la confianza en Dios y el temor a sus amenazas, y así el objeto prohibido ejerce libremente su seducción.
B) Por parte de la mujer,
da oídos a la tentación, pues se detiene a explicar y a aclarar la situación a la serpiente.
Va perdiendo seguridad: "Vio entretanto la mujer que el árbol era apetitoso para comer..."
Y, en la misma proporción, a medida que va considerando al objeto prohibido lo va deseando más: "... agradable a la vista"
Se siente plenamente atraído por él, pues lo cree la llave de la felicidad: "... y deseable para adquirir sabiduría, lo que se corresponde con las palabras tentadoras de la serpiente "seréis como dioses, conocedores del bien y del mal".
La tentación se extiende al hombre que también come del fruto (la serpiente tienta a la mujer, y la mujer al hombre).

En la contemplación del árbol por parte de la mujer, tenemos imágenes gustativas y visuales.

Al pecar se realizan las promesas de la serpiente pero de muy distinto modo de como ellos esperaban, ya que se cumple que adquieren sabiduría, pero ésta, lejos de hacerlos sentir como dioses, los hacen avergonzarse de sí mismos, de su propia desnudez, de lo que hasta ahora no eran conscientes, ya que no tenían prejuicios y vivían en un estado de pureza espiritual.

"Oyeron después los pasos de Yavé Dios ..." vemos otro antropomorfismo de la figura de Dios (nos da idea de que camina). Dios actúa aquí como un juez inquisidor, ya que pregunta acusando al hombre: "¿Dónde estás?, ¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo?, ¿No habrás comido del árbol del que te prohibí comer?".

El hombre dice haber sido tentado por su mujer y ésta lo reconoce diciendo haber sido engañada por la serpiente, pasándose la culpa y no aceptando responsabilidades.

Inmediatamente Dios emite sus sentencias, actuando como un verdadero juez con la serpiente, la mujer y el hombre (los culpables). En la pena impuesta a la serpiente hay que distinguir entre la expresión externa acomodada al animal-símbolo (serpiente = demonio) y el contenido que va directamente contra el demonio tentador: "Yo pongo enemistad entre tí y la mujer, entre tu linaje y el suyo". "Te arrastrarás sobre tu vientre...": la expresiva imagen está tomada de las características de la serpiente y de la espontánea aversión que hacia ella se siente (es un animal que produce una sensación extraña entre el desagrado y el miedo). Pero la hostilidad perpetua se establece entre la mujer y su linaje y entre el diablo y el suyo. Por la suerte futura de ambos contendientes la victoria final corresponderá al linaje de la mujer. Es la primera luz de la redención en medio de la tragedia humana. El autor bíblico no precisa cómo, en concreto, se realizará esta victoria, pero la revelación y tradición posteriores (el pacto entre Dios y Abraham y la esperanza en un Mesías redentor), irán concretando que el vencedor será un personaje individual, el Mesías, por medio de su muerte redentora (para los cristianos fue Jesucristo).

Al hombre y a la mujer los castiga imponiéndoles penas correlativas a su misión y naturaleza: la mujer, madre que parirá su hijos con dolor y será esposa dominada por su marido; y el hombre deberá trabajar para poder alimentarse. Ambos perderán además, como lo había anunciado al imponerles el precepto, la inmortalidad: "... ya que del polvo eres y en polvo te has de convertir..."

Dios había impuesto un precepto grave que afectaba al hombre en su ser esencial (moriría) de criatura dependiente de Dios. Le manda reconocer su ser y situación de creatura y no salirse de ella apeteciendo privilegios divinos (el precepto está formulado en la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal). El hombre al transgredirlos (al comer del fruto prohibido) instigado por la serpiente, atenta contra la soberanía de Dios y reniega de su ser de criatura.

Es pues, un gravísimo pecado de orgullo por parte del hombre, sin que se nos diga en qué materia determinada se concretó el precepto, y por tanto, el pecado externo: "He ahí el hombre que ha llegado a ser como uno de nosotros..." (plural de majestad y plenitud, propio de la religión monoteísta).

El hombre y la mujer pecaron y los dos son expulsados del paraíso terrenal. La expulsión es necesaria además para impedir el acceso al árbol de la vida (pues cree Dios que también podrían osar comer de él, ahora que son mortales).

Los querubines y la espada flameante son imágenes tomadas del folklore babilónico y de las que se sirve el autor para expresar la idea de que la pérdida del paraíso fue irrevocable.



Análisis Capítulo I Génesis


Aproximación al primer capítulo del Génesis desde la literatura y la antropología filosófica
Aproximación al Génesis

Análisis del capítulo 1. Enfoque argumental
Génesis es el término griego -incorporado al castellano- con el que la versión que manejamos de la Biblia da nombre a su primer libro. Etimológicamente, significa origen o principio, ideas que responden, en general, al núcleo temático que vertebra literariamente el texto que iremos a estudiar. En efecto, en él, desde una perspectiva religiosa, se narra los orígenes del universo, de la tierra, del género humano y, en particular, del pueblo de Israel. Tengamos en cuenta que, en la versión original hebrea, este libro se titula con su primera palabra, Bereshit, comúnmente traducida por “En el principio”, tal como aparece en el capítulo primero versículo 1.
Desde un punto de vista estructural, el Génesis está formado por dos grandes secciones. La primera (de los capítulos 1 al 11) contiene la llamada “historia de los orígenes” o “historia primordial”, iniciada con el relato de la creación del mundo. Se trata de una narración poética de gran belleza, a la que sigue la del origen del ser humano, puesto por Dios en el mundo que había creado. La segunda parte (que abarca de los capítulos 12 al 50) enfoca el tema de los más remotos comienzos de la historia de Israel. Conocida usualmente como “historia de los patriarcas” (caudillos de los hebreos anteriores a Moisés que, históricamente, se los ubica hacia la primera mitad del segundo milenio a.C.), centra su interés en Abraham, Isaac y Jacob, respectivamente padre, hijo y nieto, en quienes tiene sus raíces más profundas la nación judía o, como se menciona constantemente, “el pueblo de Dios”.

La Creación. Algunas observaciones
Respecto a lo que han sido los orígenes y su narración, se lee que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (1:1). Este enunciado categórico abre la lectura del Génesis y, con él, toda la Biblia. En términos estrictamente religiosos, es la afirmación del poder total y absoluto de Dios, considerado aquí como único y eterno, a cuya voluntad se debe todo cuanto existe, pues “sin él nada de lo que ha sido hecho hubiese sido hecho” (véase el evangelio según Juan, 1:3). El universo es resultado de la acción de Dios, quien con su palabra creó nuestro mundo, lo hizo habitable y lo pobló de seres vivientes. Entre estos puso también a la especie humana, aunque la diferenció de cualquiera otra al otorgarle una dignidad especial, pues la había creado “a su imagen, a imagen de Dios” (1:26-27). Claro está que este inicial relato mítico considera al hombre y la mujer en una particular relación con Dios, de quien han recibido la co-misión de gobernar el mundo del que ellos mismos son parte. En efecto, el ser humano (en hebreo, adam) fue formado del polvo de la tierra (adamá), es decir, de la misma sustancia que el resto de la creación; pero “Jehová Dios... sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (2:22-24). La creación del hombre, del varón (ish), es seguida en el Génesis por la de la mujer (ishah), constituyendo entre ambos la unidad esencial de la pareja humana.
Fijémonos que, en un primer momento, hemos considerado a los primeros capítulos del Génesis estudiados en clase como relatos míticos. Y al hablar sobre lo que es el mito, conviene precisar el sentido que le daremos al concepto; en este caso, vale diferenciarlo de su sentido cotidiano, según el cual mito es sinónimo de falsedad, o de fábula en el mejor de los casos. Por el contrario, propongo aceptar por valedera la definición de mito que entrega el filósofo italiano Giambattista Vico, la cual, aunque etimológicamente falsa, resulta esclarecedora: él propone que la voz mythos significa “narración verdadera”, esto es, que el relato mítico se caracteriza por ser aceptado como verdadero por quien participa del mismo. Por cierto, este aceptar como verdadero lo relatado no es un asentimiento a un discurso que aparezca como formalmente válido desde el punto de vista lógico, sino que es una aceptación de una “verdad” sentida como tal y que por ello permite orientar el propio existir.
En otros términos, la función del mito es entregar al individuo una visión acerca de las cosas y de sí mismo. Una visión tal es necesaria para el hombre en la medida en que le entrega la orientación de la cual, en su origen, carece, puesto que el hombre se nos presenta como desfondado, es decir, carente de una base universal y fija, dada por naturaleza, que le permita conducir su vida de modo inequívoco a nivel de especie. El resto de los animales tiene esa base naturalmente dada en el instinto, el cual les permite actuar a cada uno del mismo modo que los demás individuos de su especie ante situaciones similares. El hombre, carente de aquella base, desfondado, debe creársela, lo que logra construyendo su cultura. Así, el hombre no se afinca en la mera naturaleza sino en su mundo cultural, en el cual dota de sentido a la realidad natural, elabora una imagen de sí mismo acorde con dicha realidad, y obtiene así un fondo elaborado por él, que le permite saber a qué atenerse. En este panorama, el mito es, en un principio, el resultado de los esfuerzos de la humanidad primigenia para formalizar la realidad como un todo coherente con un sentido determinado. El mito nace, de este modo, señalado por su función esencial: dar respuestas respecto de lo que las cosas y el hombre son. El Génesis, en particular, propone una solución a lo que es el origen del mundo y el cómo se estructuró, o el cómo se dispuso de un modo determinado por medio de la acción de un ser superior. Y la importancia de este aspecto consiste en que, para el hombre de la Antigüedad, conocer dicho orden le permite situarse adecuadamente en él.
Los capítulos 1 y 2, mirados desde esa perspectiva, no elaboran una teoría de la creación divina del mundo: simplemente la conciben como el acto libre y voluntario de una divinidad que otorga existencia al Universo a partir de la nada, representada metafóricamente en la imagen de las tinieblas (que) estaban sobre la faz del abismo. La fórmula hebrea “en el principio” no quiere situar cronológicamente el acto creador, sino que pone a ese Dios genesíaco como “origen” primero de todas las cosas. Él crea también esa masa oceánica, que luego ordena y estructura como un cosmos. En el segundo versículo del capítulo primero se describe ese pre-cosmos, y emplea con este fin conceptos negativos, a partir de la realidad presente: ausencia de formas y de luz, incapacidad de la tierra para ser la morada del hombre. Pero nada emerge del caos como causa innominada: el agente de la creación es exterior y preexistente: la única fuerza que pone en movimiento ese premundo caótico es la palabra y la acción creadora de una divinidad. El mundo y el hombre son algo totalmente nuevo, y su presencia se entiende sólo a partir de un designio. A través, entonces, de una narración de evidencias en que esa misma divinidad pone en marcha un conjunto de procesos activos de naturaleza variada, sirviéndose ya sea de la palabra (Dijo Dios: “Sea la luz”. Y fue la luz), ya sea del espíritu (soplando la vida en la nariz de Adán) o bien dándole forma a la materia (Adán construido a partir del barro), observamos que existe en toda esta instancia de formación un plan que se va cumpliendo siguiendo un orden:


PRIMER DÍA: luz/tinieblas (día/noche) - versículo 3
SEGUNDO DÍA: cielo/mares - versículo 7
tierra seca - versículo 9

TERCER DÍA: vegetación - versículo 11
CUARTO DÍA: sol/luna. Las estrellas - versículo 14
QUINTO DÍA: pájaros/peces - versículo 21

SEXTO DÍA: animales terrestres - versículo 24
hombre/mujer - versículo 27

(Séptimo día)

Ahora bien, vale preguntarse de qué tipo de orden estamos hablando. Algunas interpretaciones podrían sugerir que Dios parte de lo inanimado a lo animado y, dentro de esta última categoría, de lo más simple a lo más complejo. También es válido afirmar que la creación, a modo de gradación ascendente, parte de lo más indiferenciado a lo que ya presenta un conjunto de particularidades específicas. Este aspecto es importante a ser tenido en cuenta porque el texto comienza a mostrar la importancia de la palabra en cuanto principio ordenador: cada vez que Dios dice “Hágase” también va diciendo “sepárese”, lo que ya demuestra el doble carácter de la creación misma. Por un lado muestra la unidad de la materia creada; por el otro, su variedad, su multiplicidad. Esta dualidad se corresponde con la costumbre de los pueblos orientales antiguos de abarcar una totalidad (en este caso, cósmica) mencionando la presencia de situaciones o elementos extremos u opuestos: cielo/tierra, luz/tinieblas, sol/luna, aves/peces, hombre/mujer. Por eso vale afirmar que el Génesis parte, desde un punto de vista lingüístico, de una enunciación oximorónica. Conjuga términos de significación opuesta como un modo de marcar la diferencia de la percepción humana de la realidad, fundada sobre una comparación entre elementos relativos, ante la divinidad que se encuentra más allá de cualquier relativismo, más allá del principio lógico de la no-contradicción que constituye nuestro saber. Al ser infinito, Dios aúna (o se manifiesta en) cualquier cosa y su contrario, ya sea el más y el menos, lo máximo y lo mínimo, pudiéndose hablar de una coincidencia de opuestos, noción que hará parte de la reflexión filosófica del Renacimiento a partir del siglo XIV.
Pero, más allá de este dinamismo básico que subyace en el principio de la creación, siempre tengamos en cuenta que la visión mítica del hombre perteneciente a culturas muy antiguas -como la hebrea, por ejemplo- privilegia un mundo cerrado que se caracteriza por su gran estabilidad. Es decir, los hombres se enfrentan al universo como a un enigma y resuelven esa ansiedad resultante con respuestas universales al movimiento y al cambio en formas fijas y estables. De esta manera hacen frente a lo inefable y al peligro. Incluso la vida social se reduce a ciertas fórmulas de comportamiento y percepción que deben garantizar un orden casi estático frente a un universo amenazante y cambiante. Todo cambio se explica por lo que no cambia, o sea, por una suerte de garantía divina del orden en la aparente multiplicidad caótica de la naturaleza y sus mundos contextuales (como, de hecho, se desprende de la Torah en su conjunto y algunos textos que se clasifican bajo el término genérico Ketubiim, en especial, Proverbios y Eclesiastés). La oralidad predominante de las sociedades antiguas, en las que la escritura no es una práctica extendida, es una configuración de la repetición, una forma que se reitera ritualmente para reproducir una textualidad construida por los conformadores del mundo, con la religión -es decir, la creencia en una garantía sobrenatural ofrecida al hombre para su propia salvación y las prácticas dirigidas a obtener o conservar esta garantía- como aval, con el control férreo de lo controlable ante lo desconocido en movimiento. De ahí provienen formas de la oración, de la canción, del libro sagrado, del conjuro. Detengámonos en ese conjunto de estructuras gramaticales formularias del capítulo uno del Génesis como:
1- Dijo Dios. Si tomamos en cuenta la tradición bíblica, Dios no es solamente el primer motor y la causa primera del devenir y del orden del mundo, sino también el autor de la estructura sustancial del mundo mismo a través de la palabra. La omnipotencia de lo que Él pronuncia es comprensible si tenemos en cuenta que, en el texto original, el término hebreo dabar significa tanto palabra como suceso o acontecimiento; es decir, la lengua es por lo tanto lo que crea y lo que realiza, es el verbo y el nombre. De allí que se considere que en Dios el nombre es creador porque es verbo y, por lo tanto, acción; y el verbo de Dios es conocimiento absoluto de las cosas porque es nombre, y el nombre tiene por función revelar lo que las cosas son en su esencia. Si se quiere, podemos considerar que esta noción de la palabra se la puede clasificar como propia del mundo de la magia: es una herramienta de poder (no en vano, cuando se la usa, siempre es en un tono imperativo). Sin embargo, es bueno destacar que, en el versículo 27 del capítulo primero, Dios no ha creado al hombre mediante el verbo y no lo ha nombrado. No ha querido someterlo a la lengua, sino que Dios ha dejado surgir libremente en el hombre la lengua, que le había servido como medio para la creación y su dominio. De forma implícita, este dato nos da entender que el ser humano se posiciona en una escala superior a los demás seres animados, pues posee el don de la palabra, y mediante éste don domina (o enseñorea), según lo establece la ley divina.
2- y fue así es una construcción frástica complementaria de la aseveración anterior que pone de relieve el poder creador de la palabra del Dios bíblico. La orden divina se cumple de forma inmediata, y el efecto producido coincide a la exactitud con el pensamiento y la voluntad del Creador.
3- y vio Dios que era bueno. Por ser resultado del gesto libre de una divinidad que no necesita de él, el mundo tiene un valor: valor para Dios que lo crea y para el hombre que dispondrá de él. La fórmula de aprobación (repetida siete veces a lo largo del capítulo primero) señala un hito significativo de la teología del Génesis, al afirmar que la obra arquetípica de Dios, la creación del mundo y de sus elementos, refleja la bondad divina. Cada obra es alabada por su “bondad” ontológica y funcional. La expresión hebrea tôb (“bueno”) se refiere tanto a la bondad de las cosas en sí, como al obrar de Dios (“y vio que era bueno”) y a la “funcionalidad” de los elementos del mundo, que tienen su lugar dentro de un orden y responden a la intención de su autor divino. La insistencia en afirmar la “bondad” de la creación indica que se trata de una idea central en el capítulo, vinculada a una concepción “optimista” del mundo, y es de observar que la fórmula de aprobación no tiene una raíz empírica o racional, sino que es una afirmación que surge de la fe: la creación es buena, porque es Dios el que crea y estructura el cosmos. Significativamente, esta fórmula no es mencionada respecto al hombre (1:31), a fin de dejar abierto el tema del pecado original en el capítulo 3.
4- separó. Si volvemos nuevamente al texto original, descubriremos que en la lengua hebrea, barar, que significa precisamente dividir, también hace alusión a otros verbos como seleccionar, discernir, clasificar y/o purificar. Esto se relaciona con aquello de que todo mito cosmogónico relata el origen del universo como una realidad coherente y armoniosa, ya que responde a la necesidad humana de explicar y comprender el mundo en que se vive. Además el hombre sólo puede comprender el orden, pues el caos de por sí es inentendible. En este caso, separar, seleccionar, clasificar, son los procesos que determinan ese ordenamiento “racional” de los elementos que constituyen la totalidad del mundo conocido. De allí que el Dios genesíaco no deba ser entendido solamente como creador, sino como “ordenador” de la realidad, otorgándole a cada cosa que la integra una nominación determinada.
5- Y fue la tarde y la mañana del x día. El Génesis va registrando la semana de la creación como la primera semana del mundo. A primera vista el esquema de la semana puede parecer un antropomorfismo: Dios ejecuta sus obras a lo largo de una semana, a la manera del hombre. Pero en realidad sucede al revés: Dios funda la semana que se va gestando en siete momentos, señalados cada vez como el surgimiento de algo nuevo. En otras palabras, Dios no llena cada día de una semana preexistente con algunas de sus obras, sino que la creación de cada uno de los elementos del mundo determina la aparición de los días.
Esto nos recuerda que si el mito es un relato de los orígenes y, como tal, asume una función de instauración, es natural que tome como centro temático un evento fundador del mundo, de las cosas y del hombre, y que a su vez haya tenido lugar en un tiempo primordial anterior a la historia, o sea, anterior al conjunto total de los hechos humanos que después serán sistematizados por cada cultura o sociedad para su mejor conocimiento y comprensión. En otros términos, los acontecimientos fundadores (la creación del cielo y de los mares, la creación del sol y la luna, del hombre y la mujer) no pertenecen a la cadena de acontecimientos normales que ocurren dentro de lo que nosotros concebimos como historia, sino a los que ocurren fuera de la misma (¿cuándo ocurrió el principio en que sólo había tinieblas sobre la faz del abismo y Dios empezó a crear?; ¿en qué siglo, año o mes ocurrió el primer o el segundo día?). Por otro lado, en el momento mismo que el mito pertenece al ámbito del discurso, ya que es una especie de relato en que las frases se suceden en un tiempo irreversible y que se relaciona con un tiempo pasado, se vuelve fácil de entender porque estas estructuras gramaticales formularias están conjugadas, mayormente, en pretérito del modo indicativo: con esta modalidad designamos la no ficción de lo denotado por la raíz léxica del verbo, esto es, todo lo que el hablante estima real o cuya realidad no se cuestiona. Recordemos que, en todas las épocas y en todas las áreas culturales, los hombres han elaborado una pluralidad de relatos como un modo de afirmar la verdad de su experiencia del mundo y de sí mismos. Detalle que no debemos dejar de lado, pues la lectura de los primeros versículos del Génesis nos revela que de lo que se trata es de mantener en orden al cosmos mediante una oralidad ritualizada y bajo el control de sus administradores y promotores (la clase sacerdotal).


Para terminar el análisis de lo que abarca el capítulo estudiado, nos queda un punto importantísimo aunque de un modo u otro ya ha sido mencionado: la creación del hombre. Según indica el texto, el hombre ha sido creado a “imagen y semejanza” de Dios, y por ese motivo constituye la meta intencional de todo el proceso creativo. Por lo tanto nos queda por determinar a imagen y semejanza de qué Dios ha sido creado el hombre. El Génesis no lo especifica, pero el contexto sugiere una respuesta inequívoca: el hombre ha sido hecho a imagen del Dios creador, cuyo obrar arquetípico describe el relato sacerdotal de la creación. Este Dios creador trasmitió parte de su potencial al hombre, puesto en la tierra, como su lugarteniente y depositario de una prerrogativa que en otras áreas culturales estaban reservadas a un rey. Por eso, con la aparición del hombre en el sexto día, Dios deja de crear y entra en su descanso. En adelante, será el hombre, su imagen, el encargado de llevar adelante la obra creadora en este mundo.
Otro detalle que ha de ser tenido en cuenta es que la antropología bíblica especifica, además, que Dios creó al hombre en su distinción natural de varón y mujer (l:27). El Génesis no piensa en las categorías del hombre solitario, sino de una pareja fecunda. Esta acotación tiene una importancia decisiva, porque retoma y profundiza la concepción de la sexualidad que se fue gestando en la cultura patriarcal judía de los siglos XII-IV a.C., que afirmaba de todas las formas posibles la superioridad del hombre sobre la mujer. El Génesis declara, con una formulación sobria y sencilla, pero exenta de toda ambigüedad, que ese ser concreto llamado hombre, sexualmente determinado en su singularidad como varón o mujer, es la imagen de Dios. La diferenciación sexual, según esto, entra en la definición esencial del ser humano y está arraigada en el orden de la creación. Por otra parte, el relato de la formación de la pareja humana se orienta hacia la bendición del versículo 28: en una tierra desdivinizada, el hombre, como ser autónomo y responsable, recibe la capacidad de engendrar la vida y el dominio de la naturaleza. El Creador confía al hombre su obra, que en el momento de la creación estaba sólo en los comienzos. A él le corresponde descubrir el mundo, liberar sus fuerzas y forjar en él su propia historia.