jueves, 25 de julio de 2013

Renacimiento

El Renacimiento

Trabajo realizado por la Prof. De Nigris

Se llama Renacimiento a ese período histórico artístico que se mezcla con la Baja Edad Media. Recordemos que la en la Baja Edad Media las ciudades empiezan a fortalecerse a causa de las debilidades de los feudos. Estos últimos se han visto obligados a vender su excedente de producción y eso ha provocado que comenzaran a desmembrarse. La actividad comercial empieza crecer y en las ciudades empieza a manejarse la moneda.

Florencia es la ciudad precursora de todo este movimiento comercial. Y es allí donde comienzan las tendencias artísticas que marcarán los fundamentos de la época. Pensemos en pintores como Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, por mencionar los más conocidos.

El Renacimiento aparece como una época contrapuesta, en algunos aspectos a la Edad Media. En primer lugar, debemos destacar la figura del burgués, que aparece lentamente en escena. El burgués, que es el dueño de los medios de producción, aparece ligado a los artesanos y los comerciantes. Son aquellos que se han ido del feudo y comienzan a producir en las ciudades. Esta clase social insipiente y débil aún en poder político, comienza a ganar plata que le permite disfrutar de los placeres y comodidades que la vida puede brinda. Recordemos que en la Edad Media, esta idea de disfrutar de la vida en la tierra no estaba bien vista. El hombre debía prepararse para vida del más allá, llevando acá una vida de sufrimientos y de santidad. Así que los nuevos intereses del burgués se oponen a las creencias antiguas.

Lentamente, los ideas burguesas van adquiriendo espacio, y van desplazando las creencias planteadas por la religión, así Dios, si bien no pasa a un segundo plano, queda al mismo nivel que los intereses y deseos del Hombre, y por lo tanto la vida en tierra es tan importante o tal vez más, que la del más allá.
Esta nueva mirada del mundo debe ser avalada con algún sistema de valores, que permita evitar las repercusiones de un aparato inquisidor, que aún está fuerte. Ese sistema tiene que ser lo suficientemente admirado por la Iglesia como para que no exista oposición, y que a su vez promueva esa mirada humana que necesita el burgués. El sistema de valores más adecuado es el del mundo clásico, el que tenía la cultura greco-latina. Esta cultura promovía al hombre en su belleza, equilibrio y mesura. La belleza en el mundo griego y latino es aquella que el ojo humano puede captar en toda su dimensión. El culto de al hombre se da precisamente en esta cultura. Y a su vez, si sabemos algo de esta cultura es porque la Iglesia, que era quien preservaba los textos, la admiraba tanto, que los conservó. Así que, en el Renacimiento renace la cultura greco-latina.

Toda esta atmósfera en la que el hombre adquiere importancia, hace pensar en la posibilidad de que las emociones lleven a un desequilibrio, que podría ser nefasto para él. Así que, igual que en la cultura griega, se busca la mesura, y para dominar la emoción es necesaria la razón. Esta es una época donde la razón juega un papel crucial. Debe estar en equilibrio y armonía con la pasión, porque tanto una como la otra son naturales. Este es otro concepto importante: la naturaleza, que siempre ha de estar en relación armónica con el hombre.
Estas ideas que empiezan a imperar mueven al hombre a descubrir, buscar, investigar, a querer conocer. No es casual, que en España surja la conquista de América. Si bien en un principio no sabían exactamente lo que estaban descubriendo, es este afán el que los mueve. Con esto se abre una perspectiva nueva: hay un mundo desconocido para conocer, y hay una vida para hacerlo, que debo aprovechar.

ALGUNAS LÍNEAS EN EL ARTE

Teniendo presente este clima humanista, podremos ver tanto en la pintura, escultura y literatura que la figura humana estará en el centro de la obra. Pensemos en la Gicconda o Mona Lisa, obra de Leonardo tan conocida, o también podemos ver esta impronta en el David de Miguel Ángel. Esta es la época de las Madonas, es decir la época en la que se pintan toda clase de madres con sus niños en brazos, a semejanza de la Virgen María. Podemos ver que el motivo religioso no desaparece, sino que persiste, pero cambia la forma en que se pinta. En la Edad Media las pinturas eran motivos religiosos con un fin didáctico, enseñar sobre pasajes de las Escrituras. Ahora no se busca ese propósito, sino deleitar. Por eso la pintura comienza a preocuparse de otros detalles. Lo mismo pasa en la literatura, donde ya no hay un fin de enseñanza moral tan marcado, y comienza a darse paso a temáticas donde el hombre pueda expresar sus emociones, siempre en perfecta armonía y equilibrio.

Junto con los motivos religiosos, aparecen los motivos paganos. Ahora se pinta, además de las vírgenes, a las diosas griegas y latinas, o a los mitos de esa cultura. De la misma forma, las referencias a esos mitos se hacen patentes en la literatura.

La armonía y el equilibrio pasan a ser elementos fundamentales en la literatura y la pintura. Nada debe ser desproporcionado, nada debe mostrarse excesivamente apasionado, todo debe ser agradable al ojo humano. Por lo tanto, siendo el hombre un ser simétrico, es lógico pensar que todo lo que a sus ojos se presente debe también ser simétrico, porque eso mantiene el equilibrio y la armonía. Y esa armonía debe ser natural. Por eso el arte renacentista hace siempre referencia a la naturaleza. Las pinturas están cargadas de elementos naturales, y en la literatura, la naturaleza acompaña armónicamente el proceso de los hombres.

Esta época cargada de vitalidad, hace que los colores tengan brillo y luminosidad, y por lo tanto sean más vivaces que en la Edad Media que gustaba de la sobriedad en todas las cosas. A pesar de la vivacidad, nunca debe perderse el matiz de lo natural, así que esos colores serán equilibrados, y nunca agresivos al ojo humano.

Por último, nos referiremos a ese deseo de descubrir. Esto se traduce en la pintura en el descubrimiento de la perspectiva. La pintura empieza a preocuparse mucho por el fondo del cuadro, mostrar ese mundo que puede estar más allá. Si miramos la Giocconda, vamos a ver que detrás de la figura humana hay un campo, vital, inmenso, que se pierde en el horizonte. Esto traduce el sentir de una época. En la literatura aparecerá el movimiento tanto sugerido, como plasmado en juegos de palabras o en imágenes metafóricas.




RENACIMIENTO.


Como la palabra lo indica, es el resurgir del mundo antiguo, reaccionando contra el mundo medieval. Es un periodo de intensa vida intelectual. Entre los siglos XIV y XVI Europa vivió una resurrección de todo aquello que había estado en el olvido durante la Edad Media. Artes, comercio, literatura, música y ciencia volvieron a florecer. El feudo dejó de ser el centro de la vida social. Pueblos y ciudades nacieron rápidamente al desarrollarse la industria, el comercio y el intercambio. El hombre se percató del cambio en su manera de vivir, y comenzó a dudar de sus propias creencias. Inició el análisis de las instituciones universalmente aceptadas, tales como la Iglesia. Llegó a tener mayor aprecio por las cosas de este mundo y a preocuparse menos por las del otro. El resultado fue una revolución contra las ideas y costumbres de la Iglesia Católica. La revolución en cuestión , conocida como la Reforma, trajo consigo el nacimiento de las Iglesias protestantes.Todo gira en esta época en derredor del hombre, de su figura con fuerza emancipadora y prepotente. Se pasa de la idea de Teocentrismo del Medioevo a la del Antropocentrismo. La antigüedad adquiere sentido total de cultura, reduciendo su significación a dos principios fundamentales: Naturalismo e Individualismo.



El Humanismo es la tendencia que excita el pensamiento y al hombre como autoridad soberana que sólo presta atención al genio de la antigüedad.



El Naturalismo es otra tendencia que aparece y que plantea que el fin del hombre es gozar de todos los bienes de la naturaleza; es la doctrina “del placer” que exige la satisfacción de todos los apetitos sin barreras. Pero el Cristianismo logra adecuar estas nuevas ideas a sus concepciones, y así en la religión, en la moral, en la estética y en la glorificación del amor puro, encuentran los artistas de la época la concepción del mundo que necesitan. Asimismo, el Cristianismo se colma de Racionalismo y la razón, de este modo, se constituye en norma de todo conocimiento. La exaltación de todas las facultades humanas y el goce de los sentidos desarrollan el instinto de perfección.



La fecha de inicio del Renacimiento se vincula, por algunos historiadores, con la Caída del Imperio de Constantinopla en poder de los turcos en el año 1453. Otros, prefieren vincularlo con la invención de la imprenta en 1440. En realidad, dicho movimiento fue fruto de un proceso paulatino de cambios.



Las nuevas ideas y descubrimientos del Renacimiento tuvieron rápida difusión en virtud de la invención del tipo movible de imprenta.



“Renacimiento” deriva de la palabra italiana “rinascita”, usada por el historiador Giorgi Vasari en el año 1550. Antes, Nicolás Maquiavelo había usado la expresión “Roma rinata = Roma renacida”. Ambas expresiones recogen la idea de renacer del mundo antiguo, clásico, grecolatino que despertó el interés primero y luego el apasionado estudio de los eruditos de la época.




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Palacio del Renacimiento español.



CONCEPTOS RENACENTISTAS.


El Universo era para los renacentistas una estructura ordenada formada por escalas o tramos y todo ser creado, viviente o nó, tenía su punto o espacio fijo. En el punto más alto estaba Dios (creador y juez), en el más bajo los seres completamente inanimados. Punto medio de esta estructura era el hombre. En esta posición, el hombre tenía dos peligros: en cualquier momento su naturaleza animal podía sumergirlo en la degradación y si lograba librarse de la tentación, existía en el hombre la posibilidad de caer en el pecado de orgullo, más mortal aún, que podía incitarle a reclamar un sitio más alto en la escala del que tenía y a anteponer su juicio al de Dios.

Siempre que el lazo natural, la “pietas”, es respetado, el Universo es fundamentalmente feliz; sin estar libre de la desdicha, naturalmente, pero templado por la bondad e iluminado por el amor. Tan pronto como la “pietas” se rompe, sin embargo, la contranatura y la crueldad quedan sueltas. La armonía, la “Jerarquía”, la subordinación natural del inferior al superior debe ser la clave de toda la vida. Se necesita un equilibrio, una armonía entre la jerarquías para mantener ese orden universal.

La mente renacentista veía tres clases de orden entrelazados: Orden del Universo, Orden en el Sistema Político, Orden en el Sistema Humano. Los tres estaban en una relación estrechamente analógica. El Universo es una enorme serie de espejos. Lo que ocurría en una esfera tenía su paralelo en la otras. No en el sentido de que la causa en una esfera era seguida inmediatamente por el efecto en la otra, sino en el sentido analógico de que la introducción del desorden en cualquier punto era una rendición, la aceptación del poder del principio destructor, que constituía una amenaza general.

Ejemplo de esta concepción renacentista se aprecia en la obra “Macbeth”, en donde se da un acto terrible de destrucción política y humana (asesinato del rey Duncan y gobierno tiránico de Macbeth) que se acompaña de dislocación del orden en la mente y en el cuerpo humano (locura y suicidio de Lady Macbeth en medio de tormentas y relámpagos). La dislocación en la mente y cuerpo humano tiene su paralelo en una dislocación de los elementos naturales (tormentas, relámpagos, truenos, animales con conductas extraordinarias). Todos los sucesos contranaturales de la noche en que muere Duncan asesinado por su primo Macbeth son simbólicos del desorden, del caos en otro orden. 
  

Novelas de caballería.

Novelas de caballería


La novela de caballería:
El caballero andante o la caballería andante es una figura literaria, propia de los libros de caballerías y de la novela caballeresca; y un ideal social, el ideal caballeresco propio de los últimos siglos de la Edad Media (S. V – XV).
Un caballero, en la Edad Media, era una unidad guerrera que forma parte de la hueste (fuerza militar) de un señor feudal o de un rey. se crearon las órdenes militares, formadas por caballeros que se comprometían a votos monásticos. Los rituales de iniciación incluían elementos luego incorporados al imaginario de la caballería andante, como el velar las armas (pasar una noche en oración ante las armas) y ser armado caballero (en una ceremonia propia del homenaje e investidura de las relaciones feudo-vasalláticas).
La orden de caballería era pues cada una de las instituciones formadas por caballeros organizados jerárquicamente como vasallos de un señor y que respetaban un código de honor. Se suponía que un caballero andante debía ser un miembro de una de estas órdenes que, por orden de su señor o por obligación moral (por ejemplo, por imposición de una promesa a su dama), viajaba grandes distancias, ya sea persiguiendo un objetivo concreto o no, aceptando o provocando desafíos, resolviendo entuertos (injusticias) y protegiendo a los desfavorecidos (doncellas, viudas y huérfanos). Estos hechos (hazañas) hacían ganar al caballero una gran fama (paralelo al concepto de honra u honor, popularidad y prestigio, objetivos principales de la época, muchas veces exagerando sus proezas. La épica de los cantares de gesta, la lírica del amor cortés de los trovadores provenzales y la adaptación de leyendas como el ciclo artúrico fueron fijando a lo largo de la Edad Media el modelo ideal de caballero en la literatura y en el imaginario colectivo, convirtiéndolo en un arquetipo más que en un agente social real.

Investidura
Para ser caballero andante es condición indispensable recibir la investidura, pues sin ella su persona y andadura no alcanzan validez alguna. El aspirante a caballero la recibe en el curso de una ceremonia en la que se exige la vela de armas en la capilla o en un lugar apartado, el espaldarazo y el ceñir la espada, misión encomendada en muchas ocasiones a las doncellas. El oficiante o padrino del rito necesariamente ha de ser un caballero, cuanto más afamado mejor, para transmitir al neófito su condición y cualidades. […]
Recibida la investidura, el caballero novel se lanza al mundo en busca de aventuras con las que acrecentar su fama y deshacer toda suerte de agravios. Oficio del caballero es defender la fe católica, a su señor terrenal y mantener la justicia.
SABIOS ENCANTADORES
El oficio del caballero se puede ver favorecido o entorpecido por la magia, practicada por hombres y mujeres identificados como encantadores, sabios o magos. Con ellos se da entrada en estos libros a la maravilla, a un mundo fabuloso y de ensueño donde todo puede suceder. Indistintamente pueden convertirse en auxiliares o antagonistas de los héroes caballerescos, manteniendo con ellos vínculos de estrecha amistad y agradecimiento o de odio y persecución.
EL GIGANTE
En su andadura, el caballero se encuentra habitualmente con gigantes, seres humanos portentosos por el tamaño de su cuerpo que escapan de la normalidad habitual y entran en la categoría de lo prodigioso y maravilloso. Su desemejada figura y horrenda catadura, así como sus perversas costumbres (rapto de doncellas, captura de prisioneros, usurpación de reinos, amores incestuosos) preludian ya la desmesura moral contra la que el héroe caballeresco luchará. Además de infieles y enemigos del cristianismo, los gigantes encarnan, como en la mitología, la tradición bíblica y folclórica, el orgullo y la soberbia, a las que se oponen la humildad y fortaleza de héroes como Esplandián, prototipo del caballero cristiano por excelencia.

DESAFÍO POR LA DAMA
Un caballero andante sin amores es cuerpo sin alma, no es nada. […] El amor por la dama enaltece al caballero, le obliga a acrecentar su fama y a acometer las más diversas aventuras. Por ella el caballero participará en justas y torneos, aceptará desafíos y arriesgará su vida poniéndose siempre a salvo de su recuerdo. Para ella serán también todos los triunfos, el homenaje de los vencidos en su nombre. Su belleza sin par es en muchas ocasiones objeto de disputa, el pretexto para interceptar pasos y cruzar las armas con otros caballeros no dispuestos a asumir tamaña mentira cuando también ellos están enamorados.
EL REQUERIMIENTO AMOROSO
El caballero se mantiene siempre fiel a su dama y rechaza nuevos amores. En su andadura, el caballero cautiva involuntariamente con su persona, su fama y sus hazañas a muchas mujeres que se enamoran de él. Reinas y princesas, dueñas casadas y viudas, doncellas andantes, viejas encantadoras, son en este caso las que toman la iniciativa, las que declaran sus sentimientos y ofrecen libremente su amor. El héroe caballeresco excusa tales proposiciones descubriendo su corazón y declarando expresamente la fidelidad a su señora […] El rechazo amoroso puede provocar en ocasiones la venganza de la dama desdeñada.
EL AMOR: EL CABALLERO Y LA DAMA
El amor caballeresco está plagado de obstáculos. El continúo deambular del héroe por cortes y caminos obliga a la separación de los amantes y a largas ausencias, paliadas a través de presentes, noticias y cartas intercambiadas. La separación aviva el amor, pero también en ocasiones puede enturbiarlo con malentendidos que conducen a su ruptura transitoria. Los celos femeninos se convierten en el mayor enemigo de la enamorada pareja y es la dama la que suspende verbalmente o por escrito la relación. La ruptura sume al caballero en una profunda desolación y le lleva a retirarse del mundo, a abandonar las armas, a recogerse en un lugar aislado, a mudar su nombre y condición para hacer penitencia amorosa. En este tipo de vida permanecerá el caballero hasta que la dama le otorgue su perdón y vuelva a concederle su amor.

Fuente: Mari Carmen Marín Pina, “Motivos y tópicos caballerescos” en la edición del Quijote del Centro Virtual Cervantes.


Características principales de Las novelas de caballería
Las novelas de caballería provienen de una tradición medieval con importante repercusión, se hacen populares entre 1508 y 1608. En ellas se produce un resurgimiento de las aventuras heroicas y galantes en las que se acentúa el sacrificio por un ideal y el honor personal.
Características:
  • •Sus autores agregaban elementos mágicos, sobrenaturales y fantásticos para acrecentar la excepcionalidad de las aventuras. Se publicaron dos grandes ciclos: el artúrico y el Carolingio.
  • •En estas narraciones importan más los hechos que los personajes, los hechos se estructuran en diferentes episodios que el héroe debe atravesar salvando las diferentes pruebas que se le presentaban hasta cumplir con su misión, es decir, cumplir con el camino de héroe.
  • •En general imitaban la lengua medieval y solían imprimirse en letra gótica.
  •  •El espacio donde transcurrían los hechos eran territorios de gran abundancia y exotismo
  • • Se ubican en un pasado medieval.
  • •El protagonista de las novelas de caballería eran caballeros de linaje noble y se caracterizaban por su inteligencia, su valentía y su fuerza.
  • Narrador que encuentra un manuscrito antiguo que cuenta la historia del caballero en cuestión
  • Amor cortés
  • •Persecución del honor
  • •Lealtad al rey
  • •Damas en peligro, capturadas por caballeros malos, hechicero(a)s, gigantes, enanos, bandidos, etc.
  • •Mujeres falsas
  • •Traición al caballero principal por envidia
Fuente: Manual de Literatura II, serie enfoques. Editorial Longseller

miércoles, 24 de julio de 2013

Sinfonía en gris mayor. Rubén Darío

El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.
El sol como un vidrio redondo y opaco
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo de almohada su negro clarín.
Las ondas que mueven su vientre de plomo
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.
Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol del Brasil;
los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.
La espuma impregnada de yodo y salitre
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.
En medio del humo que forma el tabaco
ve el viejo el lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada
tendidas las velas partió el bergantín...
La siesta del trópico. El lobo se aduerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.
La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia un solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.
                           Rubén Darío, 1891

domingo, 14 de julio de 2013

Género lírico

Género Lírico

Al preguntarle al poema por el ser de la poesía, ¿no confundimos arbitrariamente poesía y poema? Ya Aristóteles decía que “nada hay de común, excepto la métrica, entre Homero y Empédocles; y por esto con justicia se llama poeta al primero y fisiólogo al segundo”. Y así es: no todo poema -o para ser exactos: no toda obra construida bajo las leyes del metro- contiene poesía. Pero esas obras métricas ¿son verdaderos poemas o artefactos artísticos, didácticos o retóricos? Un soneto no es un poema, sino una forma literaria, excepto cuando ese mecanismo retórico -estrofas, metros y rimas- ha sido tocado por la poesía. Hay máquinas de rimar pero no de poetizar. Por otra parte, hay poesía sin poemas; paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesías sin ser poemas. Pues bien, cuando la poesía se da como una condensación del azar o es una cristalización de poderes y circunstancias ajenos a la realidad creadora del poeta, nos enfrentamos a lo poético. Cuando -pasivo o activo, despierto o sonámbulo- el poeta es el hilo conductor y transformador de la corriente poética, estamos en presencia de algo radicalmente distinto; una obra. Un poema es una obra. La poesía se polariza, se congrega y aísla en un producto humano: cuadro, canción, tragedia. Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida. Sólo en el poema la poesía se aísla y revela plenamente. Es lícito preguntar al poema por el ser de la poesía si deja de concebirse a éste como una forma capaz de llenarse con cualquier contenido. El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre. Poema es un organismo verbal que contiene, suscita o emite poesía. Forma y sustancia son lo mismo.


La lírica pertenece a los géneros literarios, del mismo modo que la narrativa y el drama. Cuando hablamos del concepto “lírica”, estamos aludiendo a todo lo que desciende de la “lira”, es decir, de un instrumento musical que acompañaba – antiguamente – a la poesía cantada; de allí nace esta palabra, que a medida que avanzan los tiempos, ha adquirido otros modos de manifestación, ya no centradas en el canto propiamente tal.
Etimológicamente hablando, la lírica tiene su origen en Grecia, ya que en ese lugar era común oír recitaciones de poesía en sitios públicos, por parte de una persona o de un grupo o coro y esta declamación era en compañía de alguna instrumentación musical, por lo general, de la lira.
En la actualidad la lírica abarca a las obras poéticas en todo su espectro, a las creaciones de carácter subjetivo y de manifestación de sentimientos por parte de un hablante, quien escribe por medio de versos o de rima poética. La lírica se relaciona con la métrica, con la musicalidad y el ritmo. El hablante lírico expresa sus emociones, por ello este género está asociado con la función expresiva del lenguaje. El género lírico no busca ser una fiel representación de la realidad del mundo, ya que esa no es su finalidad inicial, sino la de expresar la interioridad del o los hablantes. El mundo no busca ser representado, pues el mundo de uno no es igual para otro, ya que la lírica apunta a la subjetividad de cada exponente.


El Hablante y su Actitud Lírica
El hablante lírico es un ser que no existe como tal, es un ente de ficción, el que es creado por el autor. Este hablante expresa su sentir, su interior por medio de la poesía, de una forma directa o indirecta, adoptando una actitud lírica.
Como fue mencionado anteriormente, dentro de las características de la lírica, el hablante posee una actitud determinada al momento de expresarse. Estas actitudes líricas pueden estar entrelazadas entre sí y no manifestarse de modo único dentro del poema, aunque no es algo tajante. De esta forma las actitudes líricas se tipifican en:
La Actitud Enunciativa
Es cuando quien se expresa, el hablante, recurre al algo externo y lo toma para sí mismo y lo da a conocer, lo exterioriza. En este tipo de actitud se utiliza la narración, para poder dar un toque objetivo al poema y “explicar” lo que se ve. Por lo general, el hablante lírico muestra su interior a través de la descripción de paisajes, personas, cosas o hechos. Se utiliza la tercera persona gramatical (él, ella, lo, ellas, ellos, se), asimismo, se asocia a la función referencial o representativa del lenguaje.
“El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo”.
La Actitud Carmínica
Esta es la actitud que tiene que ver con el canto, que es el elemento fundamental de la poesía. Es cuando el hablante lírico expresa su sentir por medio del ritmo y de los versos de cada estrofa y manifiesta su temple de ánimo. Actitud netamente subjetiva. El hablante utiliza la primera persona gramatical (yo, me, mi, nosotros, nos) y está relacionado con la función emotiva o expresiva del lenguaje.
“Tengo hambre de ti,
de tu presencia, de tu fragancia,
de tu poder;
hambre que duele, que debilita,
que desespera, por ti”.
La Actitud Apostrófica
El hablante lírico toma lo exterior y lo traduce en un mensaje al “tú”, su discurso va dirigido esencialmente a un “otro”, a la segunda persona gramatical (sea tú, vosotros, ustedes, os, te, ti) y se expresa con fuerza, intensidad y vigor, interpelando de manera directa al lector; por esta razón, este tipo de actitud responde a la función apelativa del lenguaje. Esta forma de expresión puede adquirir elementos dramáticos en su modo de manifestarse, pues va mezclando la objetividad con subjetividad dentro del poema.
“Si vas para Chile,
te pido que pases por donde vive mi amada:
es una casita, muy linda y chiquita,
que está en la falda de un cerro enclavada.
La adornan las parras, la cruza un estero
y al frente hay un sauce, que llora y que llora
porque yo la quiero.
Si vas para Chile, te ruego viajero,
Le digas a ella que de amor me muero”.
El Motivo Lírico
Se refiere al tema que se expresa en el poema y que guarda relación con el “objeto lírico”, que es lo que nutre de inspiración al poeta, le motiva e impulsa a crear. El motivo lírico es el resultado de poner al “objeto lírico” por escrito y que se transmita por medio del hablante.
Temple de Ánimo del Hablante
Corresponde al estado anímico del hablante, lo que logra transmitir con sus palabras por medio del poema. Quedan de manifiesto los sentimientos de temor que tenga el emisor o de inseguridad, dicha, regocijo, pesimismo, pesadumbre, rabia, incertidumbre u otros, a través de las líneas que componen el texto. Por ejemplo, en el siguiente trozo el temple del hablante lírico es el amor:
“Por amarte robaría una estrella y te la regalaría,
por amarte cruzaría los mares sólo por abrazarte;
por amarte juntaría la lluvia con el fuego,
por amarte daría mi vida sólo por un besarte”




miércoles, 10 de julio de 2013

Introducción y análisis II "Casada Infiel" Lorca.


El “Romancero gitano” es un libro publicado por Federico García Lorca en 1928; en el cual reunió una cierta cantidad de poemas que previamente había, en su mayor parte, publicado en forma individual.
 Puede hacerse una comparación entre los romances del “Romancero gitano”, y aquellos del período medieval; de lo cual pueden extraerse algunos elementos comunes y otros diferenciales.
Los romances medievales son obras de las que no solamente se desconoce el autor, sino que probablemente no tengan un autor único; ya que su forma actualmente conocida proviene de una recopilación que en un momento determinado registró por escrito lo que era transmitido en forma oral, por lo que debió tener variantes introducidas por los diversos intermediarios. Los romances gitanos que García Lorca fuera publicando poco a poco en diversas revistas literarias o periódicos, y luego reuniera en su libro “Romancero gitano”, fueron originariamente concebidos como una obra literaria; y obviamente tienen un autor perfectamente individualizado.
El autor recurrió a una forma literaria conocida, para crear un tipo de obras de arte que tienen predominantemente un carácter lírico, en cuanto expresan sentimientos y buscan promover su desarrollo al tomar contacto con ellas; lo cual es un factor común con buena parte de los romances “viejos”. Pero éstos tuvieron un origen claramente épico, dirigido a la rememoración de las luchas guerreras vinculadas especialmente a la Reconquista del territorio ibérico ocupado por los musulmanes.
Es cierto, por otra parte, que los romances gitanos de Lorca tienen un componente de relato evocativo de hechos, con diverso grado de realismo (algunos son altamente idealizaciones); pero no se trata del tipo de hechos heroicos que justificaría plenamente que se los calificara como obras épicas.
Los romances gitanos tienen también en común con los medievales, algunos aspectos formales. Ambos están escritos en verso, y emplean la misma métrica octosílaba. Pero mientras los romances antiguos están estructurados en una tirada (lo cual tampoco puede considerarse que sea una característica propia, ya que no es posible determinar nada al respecto, en su origen), los romances gitanos están separados en forma estrófica; aunque no responden tampoco a las formas más rígidas de otros modelos de obras poéticas, como el soneto. La rima es asonante, y se aplica en los versos impares.
 Federico García Lorca no era gitano. Desarrolló, en cambio, una obra literaria deliberadamente fundada en el empleo de una serie de elementos líricos claramente asociados a la cultura del pueblo gitano que habitaba en la región de Andalucía, en la Península Ibérica, y en la cual permanentemente se alude a personas de raza gitana; como un instrumento de su arte literario.
Sabido es que los gitanos constituyen una etnia altamente caracterizada por rasgos propios; acerca de cuyo origen existen varias teorías pero muy poco conocimiento certero: se les asignan orígenes en el Egipto antiguo, en el sur de África o en el oeste de Asia. Existen desde tiempos inmemoriales, pueblos gitanos en varios lugares de Europa (además de en Andalucía los hay en los Balcanes y en otras zonas); y luego también se trasladaron a América, sobre todo en el Brasil.
 Generalmente se asocia a la idiosincracia del pueblo gitano caracteres como un extraordinario gusto por la música y el baile, fuertes rasgos pasionales, marcada sensualidad y erotismo en sus mujeres jóvenes, y un fuerte componente de superstición. También es cierto que, siendo un pueblo que posiblemente sea el último - al menos en las sociedades occidentales - en persistir en un estilo de vida nómade, aunque los gitanos suelen tener en ciertos casos una buena capacidad económica, se ocupan solamente en actividades compatibles con su nomadismo. A veces se les adjudican condiciones morales negativas, como la inclinación al engaño y al aprovechamiento de la ingenuidad; en actividades tales como la “adivinación del futuro” o la “lectura del destino en las manos”, que suelen ofrecer las mujeres gitanas ya maduras, a los transeúntes de las ciudades.
No es el gitano un pueblo que tenga asociada a su cultura una particular religión; pero sí un sentido trágico, en función de expresiones violentamente pasionales del amor, los celos, el odio, la envidia o el orgullo; que, al menos en gran parte de la producción artística que toma el pueblo gitano como centro de su desenvolvimiento, suelen culminar en situaciones de tragedia y muertes violentas, que a menudo suscitan un especial impacto emotivo porque afectan a mujeres hermosas, hombres jóvenes, y niños.
Los romances gitanos de Lorca trasuntan todos esos elementos; en los cuales puede considerarse tanto que existe un medio de obtener un resultado pintoresco y en cierto modo folklórico, o que en realidad proviene de un profundo sentimiento de integración del artista con los rasgos culturales del pueblo gitano-andaluz. No faltan, asimismo, quienes tienden a universalizar los elementos que conforman los contenidos esenciales del “romancero gitano” como expresión de un lirismo referido a toda la humanidad, por encima de los caracteres culturales del pueblo gitano en particular.

Ubicación de la obra

 La obra de García Lorca tiene un indiscutiblemente alto valor literario. Sin embargo, existe una notoria tendencia a exagerar altamente ese valor; especialmente en función del contexto histórico en que, sobre todo, ocurrió su temprana a la vez que trágica muerte.
Reconocidamente, el contexto político y las circunstancias concretas de la muerte de Lorca, se incriben en el proceso de alta controversia ideológica que configuró la Guerra Civil Española; lo que ha propiciado a su respecto la misma actitud de exagerada exaltación de sus reales valores, que suele ocurrir en el ambiente del arte en base a este tipo de motivaciones ideológicas. Es notorio que Lorca murió ultimado por una patrulla de las fuerzas del Alzamiento franquista, sin que fuera parte de un grupo activamente beligerante; lo cual condujo a que su muerte fuera inmediatamente tomada como una referencia por parte del bando opuesto y las corrientes que lo apoyaban. Aún en la actualidad, el tono exageradamente elegíaco de algunos análisis de su obra, así lo evidencian.
 Es indudable que en la obra literaria de García Lorca subyacen elementos que convocaban el cuestionamiento de algunos elementos fuertemente arraigados en la cultura de la sociedad de su época. La sola circunstancia de exaltar la cultura de una minoría étnica, por lo general no asociada con los valores de contracción al trabajo y a la integración social, ya conformaba un factor en ese sentido.
Por otra parte, en algunas de sus obras se hacen alusiones eróticas, que seguramente habrían de suscitar la desaprobacón de algunas fuerzas sociales, en una España en que la cultura predominante era altamente tributaria de los valores sustentados por un catolicismo radical. A ello cabe agregar su notoria y ostentada condición de homosexual; (ver Suplemento cultural Nº 619 del Diario “El País”).


Comentario del romance de la casada infiel

El texto de este Romance forma parte del “Romancero gitano” incluído, en el Nº19 de la “Biblioteca de Oro de la Literatura” publicada semanalmente por el diario “El País” de Montevideo en el transcurso del año 2000. También es posible que se encuentre - solamente para su lectura en pantalla - en la Biblioteca Virtual Cervantes de la Universidad de Alicante, en www.cervantesvirtual.com 


 El romance se desenvuelve en dos niveles cronológicos: el actual en que el personaje hace el relato del hecho de que fuera protagonista, y el retrospectivo en que ocurre el hecho relatado. Se suscita de inmediato un paralelismo con aquellas expresiones de otros géneros - como la poesía gauchesca - en que está implícita la existencia de un auditorio que escucha el relato de lo sucedido al cantor (o al relator), lo que es por cierto también un elemento característico de los romances clásicos.
El momento actual está delimitado por los primeros cinco versos, que conforman dos períodos. Los primeros tres versos centran el tema básico del poema, consistente en que el gitano tuvo una relación íntima con la que creía era “mozuela” (doncella, virgen) pero “tenía marido”. Los dos últimos sitúan el momento temporal e implícitamente el lugar y anticipan la actitud provocativa de la muchacha; “casi por compromiso”.
La “noche de Santiago” alude a una noche de festividad religiosa (San Tiago), en que se presupone que sea conocido del auditorio es costumbre en los pueblos reunirse los pobladores y forasteros en la plaza o lugar similar, en un ambiente festivo de “romería”, de por sí propicio a este tipo de provocaciones y encuentros eróticos.
El relato se desencadena en forma directa y acelerada mediante expresiones que implican el alejamiento de la pareja del centro de la fiesta y su llegada a una zona sin duda cercana, pero no urbana sino rural que ya había sido anticipada como la orilla de un río: “Se apagaron los faroles” es una expresión figurada en el sentido de que no se apagaron realmente sino que ellos quedaron fuera del alcance de su luz, al alejarse. “...y se encendieron los grillos” describe, también en forma metafórica, la llegada a una zona de campo, aislada de la gente, tranquila y silenciosa, en que lo que se oye es el canto de los grillos.
El recorrido que la pareja realiza desde la fiesta de Santiago hasta el río, esta pautado implicitamente con sucesivos detenimientos, en los cuales comienzan los episodios de erotismo. Todavía no salidos totalmente de las calles “en las últimas esquinas”, la instintiva excitación que va dominando a cada uno de ellos es expresada mediante las imágenes de los pechos de la mujer que al ser estrechados se muestran blancos “como ramos de jacinto” y de las caricias a su cuerpo trasuntadas en el ruido del almidón de la enagua, sonando como seda “rasgada por diez cuchillos”, los dedos del hombre.
El uso de expresiones que invierten el orden gramatical natural, anteponiendo el adjetivo al sustantivo (últimas esquinas) destaca el alejamiento de la zona de ambiente social hacia un ambiente de soledad propicio a la intimidad. Abundan las metáforas que en sentido figurado aluden a la ofrecida desnudez de la mujer al equiparar la blancura de su cuerpo con el de las flores de jacinto, y la agresividad masculina del hombre al comparar sus dedos con cuchillos. La profunda oscuridad de una noche sin luna, se expresa al describir la aparente mayor altura de unos árboles que no están iluminados por ella: “sin luz de luna en sus copas”. La lejanía y soledad del lugar, también es descripta en forma figurada, al aludir a “un horizonte de perros” que “ladra muy lejos del río”.
 En un segundo momento, como en un cambio de plano cinematográfico, la segunda tirada de versos abandona lo que hasta el momento parecía una imagen observada a cierta distancia, donde se percibían elementos del ambiente alejado, para quedar centrada en un ámbito cercano e intimista. Establece una especie de barrera con el resto del ambiente, constituída por las zarzamoras, los juncos y los espinos que existen al borde de la zona en que el río forma una playa con el limo que conforma su fondo.
La descripción pasa a una alternación de imágenes de cada uno de los personajes, como también ocurre en el relato de cine o televisión en las escenas de diálogos; al tiempo que cada uno de los versos muestra a uno y otro desprendiéndose de sus ropas. La aceleración del impulso pasional se manifiesta en la elipsis del verbo activo (quitar), que no es incluido en los dos siguientes versos. “El cinturón con revólver” que se menciona, traza una imagen del hombre, como potencialmente violento, que el narrador y protagonista emplea como un medio de exhibir su carácter de valiente y varonil.
La narración toma seguidamente un ritmo más lento, al detenerse en la descripción de la fineza del cutis de la mujer, abarcando cuatro versos; y luego alude a la consumación de su relación íntima por referencia a sus muslos.
El desenlace temático del romance, muestra al gitano en una expresión de arrogancia de “gitano legítimo”, describiendo la actitud de la mujer al aludir en forma sugerente a “las cosas que ella me dijo” en el acto de pasión, que omite relatar, por hombría y caballerosidad; y su desvalorización por no ser doncella: “sucia de besos y arena”.
 A pesar de lo escandaloso que en su época, sin duda, pudo resultar este romance por su insólitamente detallada descripción de un encuentro pasional ocasional y puramente erótico, lo que en definitiva se desprende de él parece ser, por el contrario, la banalidad de la pasión meramente instintiva.
El gitano reitera en el final lo anticipado en los primeros tres versos, en cuanto a que había creído que la mujer era doncella, pero resultó no serlo. Pero en los cuatro versos finales, introduce un nuevo concepto: el de que no solamente él lo creyó sino que ella se lo dijo, mintiéndole; y que esa falta de lealtad, unida a la infidelidad hacia su marido, era un impedimento absoluto para que él se enamorara.
 El sentimiento del amor, queda así claramente distinguido de la mera pasión de una relación circunstancial; sentimiento que no puede existir respecto de aquella que no solamente resultó ser mentirosa, sino además infiel. La mujer, la belleza de cuya blancura indicativa de pureza y doncellez fuera ensalzada al principio, queda finalmente transformada en “sucia de besos y arena”; una mujer que no es merecedora de ser amada, y a la que se recompensa regalándole un costurero.