domingo, 25 de agosto de 2013

Amor cortés


Dolce Stil Novo


Shakespeare

 Información para Teatro de Shakespeare. 

RENACIMIENTO.


Como la palabra lo indica, es el resurgir del mundo antiguo, reaccionando contra el mundo medieval. Es un periodo de intensa vida intelectual. Entre los siglos XIV y XVI Europa vivió una resurrección de todo aquello que había estado en el olvido durante la Edad Media. Artes, comercio, literatura, música y ciencia volvieron a florecer. El feudo dejó de ser el centro de la vida social. Pueblos y ciudades nacieron rápidamente al desarrollarse la industria, el comercio y el intercambio. El hombre se percató del cambio en su manera de vivir, y comenzó a dudar de sus propias creencias. Inició el análisis de las instituciones universalmente aceptadas, tales como la Iglesia. Llegó a tener mayor aprecio por las cosas de este mundo y a preocuparse menos por las del otro. El resultado fue una revolución contra las ideas y costumbres de la Iglesia Católica. La revolución en cuestión , conocida como la Reforma, trajo consigo el nacimiento de las Iglesias protestantes.Todo gira en esta época en derredor del hombre, de su figura con fuerza emancipadora y prepotente. Se pasa de la idea de Teocentrismo del Medioevo a la del Antropocentrismo. La antigüedad adquiere sentido total de cultura, reduciendo su significación a dos principios fundamentales: Naturalismo e Individualismo.



El Humanismo es la tendencia que excita el pensamiento y al hombre como autoridad soberana que sólo presta atención al genio de la antigüedad.



El Naturalismo es otra tendencia que aparece y que plantea que el fin del hombre es gozar de todos los bienes de la naturaleza; es la doctrina “del placer” que exige la satisfacción de todos los apetitos sin barreras. Pero el Cristianismo logra adecuar estas nuevas ideas a sus concepciones, y así en la religión, en la moral, en la estética y en la glorificación del amor puro, encuentran los artistas de la época la concepción del mundo que necesitan. Asimismo, el Cristianismo se colma de Racionalismo y la razón, de este modo, se constituye en norma de todo conocimiento. La exaltación de todas las facultades humanas y el goce de los sentidos desarrollan el instinto de perfección.



La fecha de inicio del Renacimiento se vincula, por algunos historiadores, con la Caída del Imperio de Constantinopla en poder de los turcos en el año 1453. Otros, prefieren vincularlo con la invención de la imprenta en 1440. En realidad, dicho movimiento fue fruto de un proceso paulatino de cambios.



Las nuevas ideas y descubrimientos del Renacimiento tuvieron rápida difusión en virtud de la invención del tipo movible de imprenta.



“Renacimiento” deriva de la palabra italiana “rinascita”, usada por el historiador Giorgi Vasari en el año 1550. Antes, Nicolás Maquiavelo había usado la expresión “Roma rinata = Roma renacida”. Ambas expresiones recogen la idea de renacer del mundo antiguo, clásico, grecolatino que despertó el interés primero y luego el apasionado estudio de los eruditos de la época.




Palacio del Renacimiento español.



CONCEPTOS RENACENTISTAS.


El Universo era para los renacentistas una estructura ordenada formada por escalas o tramos y todo ser creado, viviente o nó, tenía su punto o espacio fijo. En el punto más alto estaba Dios (creador y juez), en el más bajo los seres completamente inanimados. Punto medio de esta estructura era el hombre. En esta posición, el hombre tenía dos peligros: en cualquier momento su naturaleza animal podía sumergirlo en la degradación y si lograba librarse de la tentación, existía en el hombre la posibilidad de caer en el pecado de orgullo, más mortal aún, que podía incitarle a reclamar un sitio más alto en la escala del que tenía y a anteponer su juicio al de Dios.

Siempre que el lazo natural, la “pietas”, es respetado, el Universo es fundamentalmente feliz; sin estar libre de la desdicha, naturalmente, pero templado por la bondad e iluminado por el amor. Tan pronto como la “pietas” se rompe, sin embargo, la contranatura y la crueldad quedan sueltas. La armonía, la “Jerarquía”, la subordinación natural del inferior al superior debe ser la clave de toda la vida. Se necesita un equilibrio, una armonía entre la jerarquías para mantener ese orden universal.

La mente renacentista veía tres clases de orden entrelazados: Orden del Universo, Orden en el Sistema Político, Orden en el Sistema Humano. Los tres estaban en una relación estrechamente analógica. El Universo es una enorme serie de espejos. Lo que ocurría en una esfera tenía su paralelo en la otras. No en el sentido de que la causa en una esfera era seguida inmediatamente por el efecto en la otra, sino en el sentido analógico de que la introducción del desorden en cualquier punto era una rendición, la aceptación del poder del principio destructor, que constituía una amenaza general.

Ejemplo de esta concepción renacentista se aprecia en la obra “Macbeth”, en donde se da un acto terrible de destrucción política y humana (asesinato del rey Duncan y gobierno tiránico de Macbeth) que se acompaña de dislocación del orden en la mente y en el cuerpo humano (locura y suicidio de Lady Macbeth en medio de tormentas y relámpagos). La dislocación en la mente y cuerpo humano tiene su paralelo en una dislocación de los elementos naturales (tormentas, relámpagos, truenos, animales con conductas extraordinarias). Todos los sucesos contranaturales de la noche en que muere Duncan asesinado por su primo Macbeth son simbólicos del desorden, del caos en otro orden. 
  

Imagen de la obra "Macbeth"


Reina Isabel I de Inglaterra.

  

  

LA ÉPOCA ISABELINA.

La reina Isabel ascendió al trono en 1558 y reinó durante cuarenta y cuatro años. Era hija de Enrique VIII y de Ana Bolena. La religión que profesaba era la anglicana, que surge son su padre, quien se aparta de la Iglesia de Roma, cuando se separa de su esposa Catalina para casarse con Ana Bolena. El hecho de tener su propia religión le daba independencia del poder papal. La reina Isabel no sentía que su poder estuviese seguro, hubo varios complots, los que fueron especialmente organizados por su medio hermana María Estuardo, reina católica, que reinó entre 1553 y 1558, hija de Enrique y de su primer esposa: Catalina de Aragón.

La sociedad isabelina estaba claramente estratificada. La reina, sus cortesanos y la nobleza en general marcaban las pautas políticas y sociales. Se enriquecían principalmente mediante el comercio por mar. Los pobres estaban subsidiados por unas “Leyes de pobres”, pero éstas no lograban reducir sus problemas.

Buscaban establecerse como nación. La lengua, que da unidad a una nación, se establece y está promovida por la Iglesia anglicana, ya que sus prédicas no son el latín sino en inglés. En el siglo XVI, periodo en que vive Shakespeare, la sociedad es más literaria y menos oral. Como la lengua se está construyendo, los escritores de esta etapa se ven altamente favorecidos: juegan y crean con la lengua, realizando increíbles producciones.


Teatro isabelino.




EVOLUCIÓN DEL TEATRO INGLÉS.


Teatro isabelino.


El teatro era la forma literaria accesible a todos y cumplía una tarea de divulgación y estímulo. Las fuentes son las mismas que en otras partes: representaciones sagradas, histriones (el que representa disfrazado y lo hace en forma exagerada), juglares, trovadores que visitan castillos, frecuentan fiestas principescas y regocijos populares. Durante la Edad Media, los torneos, las coronaciones, las victorias militares y los matrimonios regios (del rey, suntuosos), daban pretexto a los espectáculos teatrales. Durante la visita de un rey se organizaban procesiones triunfales llamadas pageants. De plaza en plaza, en tablados de feria, los personajes alegóricos dirigían a los soberanos saludos y cumplimientos que muy pronto alcanzaron forma dialogada.


Dentro del Drama religioso de la Edad Media se escuentran los Misterios, Milagros, y las Moralidades, (surgen entre los siglos X y XI y se siguieron representando hasta fines del siglo XVI.

Los Misterios y los Milagros detallaban la Historia Sagrada en cuadros y escenas el día de Corpus Chisti, jueves siguiente a la fiesta de la Santísima Trinidad. Como son muy populares y se procura no sólo entretener sino también evangelizar, se realizan durante la época de Pascua y la Navidad. Representan milagros como el de la muerte y resurrección y el nacimiento de Jesús. Las representaciones pasaron con el tiempo de los clérigos a los seglares; así como también se trasladaron de dentro de las iglesias a las plazas. De este modo avanza el proceso de secularización del teatro.

Cada comunidad tenía a su cargo un episodio que debía preparar y montar sobre una plataforma rodante. A veces los actores saltaban fuera de la carreta para dar más animación al espectáculo. Los espectadores tomaban parte en el drama. Los personajes de las escrituras hablaban en lengua vulgar, y hacían plebeyos ademanes. 

En las Moralidades se prioriza más la lucha entre el bien y el mal; abstraen algunos vicios (pecados) y virtudes y los personifican generando una lucha entre ambos. Tenía no sólo carácter alegórico sino también didáctico.

El gran cambio que se produce durante la época isabelina, es que el teatro se vuelve principalmente secular.

Las farsas, se ponen en uso en el siglo XIII, se intercalan entre los misterios medievales a modo de esparcimiento y risa. Se la asocia comúnmente a lo cómico grotesco y bufonesco, a una risa grosera y a un estilo muy poco refinado. Se basa en personajes típicos, máscaras groseras, payasadas, mímicas, situaciones cómicas de gestos y palabras.

La actuación llega hasta las Universidades -Oxford y Cambridge- donde sirve para practicar las obras de Séneca, Terencio o Plutarco. Los maestros ponen énfasis en la retórica y hacen que sus alumnos aprendan largos diálogos de memoria.

Generalmente son sobre los clásicos en griego y en latín. La primera obra escrita en inglés por un maestro, N. Udall, es Roister Doister.

Los Colegios de Abogados también organizaban sus eventos teatrales. Aquí el objetivo no era didáctico sino el mero entretenimiento. La primera tragedia en inglés escrita en verso blanco se llama Gorboduc,y fue escrita por Tomas Norton y Tomas Sackville. Está llena de violencia, guerra y asesinatos, lo cual es del agrado del público, sin embargo, ni una gota de sangre es derramada en el escenario. 

Hay otro género que corre paralelo al teatro y es la Máscara. Lo importante en esta última es la música, el baile y la belleza y originalidad de las máscaras con que se cubrían los rostros; hay poco diálogo y escaso argumento.





SHAKESPEARE Y SU TIEMPO.

Desde mediados del siglo XVI las compañías fueron abundantes, esto derivó en un edicto real que ordenaba la aprehensión de los cómicos que no estuvieran en una compañía protegida por un señor. No les faltó a las compañías patrocinadores puesto que esta actividad era muy bien vista. Un ejemplo es la Compañía de Lord Chamberlain, que luego se llamará “The King's Men” (“Los hombres del Rey”). 

Las obras siguen siendo representadas por hombres, los papeles femeninos son desempeñados por actores más jóvenes. Representaban en las salas de los palacios, en los juegos de pelota y en los mercados, pero sobre todo en los corrales de las posadas. Allí se alzaban los tablados contra la pared del fondo, mientras los espectadores privilegiados ocupaban las galerías y los otros permanecían de pie, abajo.

En 1576 James Burbage, miembro de la Compañía del Conde de Leicester, construye el primer teatro público regular en Shoreditch, y lo llama el “Teatro”. Este teatro sigue la disposición primitiva de los improvisados edificios, de los mesones, y todos los teatros que se construyen posteriormente conservan la misma estructura. A el “Teatro” le sigue la “Cortina”, del mismo dueño y cerca del primero. Viendo lo exitoso y económicamente redituable que era el teatro, otro empresario abre en 1587 la “Rosa” y luego el “Cisne” en 1594. A fines de 1598 los hijos de James Burbage abren “El Globo”, en el cual Shakespeare será socio.

Los escritores vivían de su arte, lo que los llevará a escribir obras que fueran del agrado del público. No sólo escribían sus propias obras sino que adaptaban otras escritas por otros; claro está que todos procuraban darles su toque personal.

Dentro de los escritores de este periodo encontramos a Thomas Kyd (1558-1594), Christopher Marlowe (1564-1593), Ben Jonson (1573-1637) y William Shakespeare (1564-1616). El primero se caracterizaba por obras sangrientas como “La tragedia española”; el segundo, quien colaboró en algunas obras de Shakespeare tales como “Ricardo III” y “Enrique VI”, instaura el reinado de los grandes caracteres y de la elocuencia de la lírica. Entre sus obras se encuentran: “Tamberlán”, “Doctor Fausto”, y “El judío de Malta”. Ben Jonson poseee una verba satírica en “Volpone”. En tanto que William Shakespeare se ha caracterizado por ser el escritor que ha hecho personajes entrañablemente humanos, los cuales se enfrentan a problemáticas que trascienden cualquier época y lugar.

La obra de Shakespeare deriva de materiales preexistentes: historia, crónicas, novelas, es decir, Shakespeare no inventó nada. Sus obras son refundiciones de obras precedentes. En el caso de “Macbeth”, se inspiró en las “Crónicas de Escocia” de Holinshed, donde se describe cómo varios nobles fueron asesinados por haber conspirado con brujas en contra del rey. No obstante Shakespeare tuvo el don de transformarlas en obras de arte. Mezcla en sus obras lo cómico y lo trágico, lo sublime y lo grotesco. Prescinde de las unidades de tiempo y lugar - no tienen porqué ocurrir en el mismo día, en las obras se puede ver el transcurso del tiempo, a esto se agrega que no necesariamente tenían que llevarse a cabo en un mismo lugar -, también renuncia a la unidad de acción desarrollando varias tramas paralelas.

Shakespeare consigue darle a sus obras un carácter universal, ellas no se quedan en un caso particular sino que el tema es universalizado. Como ejemplo, podemos citar a “Sueño de una noche de verano”, la que deja de ser una aventura amorosa para transformarse en un tema universal como es la irracionalidad de los amores.



Teatro "El Globo".




TRAGEDIA DE SHAKESPEARE.
Sir Philip Sidney (1554-1586) define a la tragedia, y es ésta la definición más próxima a Shakespeare y sus contemporáneos. Según él “la tragedia excelente y alta abre heridas más grandes y muestra úlceras apenas recubiertas por un fino papel; la tragedia hace que reyes teman ser tiranos y que los tiranos teman mostrar sus humores tiránicos”. Él afirma que los espectadores de tragedia sienten “los efectos , la admiración y la pena, siendo éstos de valor universal, son compartidos tanto por los reyes tiránicos como por la gente común. Son universales también porque trascienden cualquier lugar y cualquier periodo histórico.

En la tragedia es importante el argumento, la acción se basa en el conflicto. En la tragedia de Shakespeare puede haber dos bandos compuestos por un personaje en cada bando (“Hamlet”), o por dos personajes que se unen para formar un bando único (“Macbeth”). Estos dos grupos se enfrentan durante la acción y en general cada avance de uno se va confrontando por el avance del otro hasta que se llega a la catástrofe final. En las obras de Shakespeare, como en nuestras vidas, hay un constante movimiento entre la acción en sí y las reacciones y decisiones del personaje trágico que culminan en la destrucción. No hay que olvidar que el orden alterado siempre es reestablecido, lo cual es una característica típicamente renacentista.

CARACTERÍSTICAS Y ELEMENTOS DE LA TRAGEDIA DE SHAKESPEARE.


  • Considerable número de personajes, pero predomina la historia de un solo personaje - el héoe -, cuando son dos el protagonismo está repartido entre ambos.

  • Planteo: es la historia de una pasión. A Shakespeare le interesa observar cuáles son los resortes que mueven la conducta del hombre en el mundo; qué es lo que hace que un hombre se desvíe de su conducta moral inclinándose hacia el mal. El mundo Shakespeareano es un mundo apasionado. Algunas pasiones llevan a la acción del héroe como en “Hamlet”. La pasión es inherente al hombre, pero no necesariamente es la que produce satisfacción. Es más, en la mayoría de las obras dan prueba de fracaso.

  • Importancia del hombre como agente- los héroes shakespeareanos.En sus obras plantea al hombre como artesano de su propio destino, lo que no es tan claro es si el hombre actúa libremente o si está determinado. Las acciones del individuo producen un desoden que crea un conflicto interrumpiendo y modificando la vida. Las calamidades de las obras proceden del accionar de los hombres; el héroe contribuye siempre en el desastre en el que perece. El hombre es autor por sí mismo de su propio dolor. Sus actos son un factor predominante en la tragedia, son actos u omisiones que son entera expresión del agente. Para Bradley el centro de la tragedia está en la acción que surge del carácter del personaje, o en el carácter que se resuelve en la acción.

  • Los héroes shakespeareanos versus los héroes griegos:

Respecto del CONFLICTO:


En los griegos el conflicto es exterior al individuo.

En las obras de Shakespeare el conflicto es interior, está en el alma del héroe. Es una fuerza que actúa sobre el individuo y que puede ser buena o mala. Shakespeare compromete el orden psicológico, el natural y el político social.

Respecto del DESTINO:

En la tragedia griega la Moira dirige el destino del héroe, le marca su vida. 

En Shakespeare existe el libre albedrío, el hombre elige su destino.

Respecto del PECADO:

En Los griegos aparecen fuerzas infernales o sobrenaturales que castigan al hombre por las acciones realizadas. 

En la tragedia de Shakespeare se hace énfasis en la tentación previa al pecado. El pecado aparece y también las consecuencias del accionar humano. No hay interferencia de agentes externos. Hay acumulación de crímenes y sangre porque el castigo siempre llega.

Respecto de los HÉROES:

Los héroes griegos siguen un fin individual, este fin apoca al individuo y a la vez lo humaniza.

Las tragedias shakespeareanas plantean conflictos humanos reales y comunes: ambición, celos, manipulación, etc. El héroe se equivoca por comisión u omisión, y su error, unido a otras causas lo lleva a la ruina.

Respecto de la JUSTICIA

En Grecia la justicia es externa: Moira.

En Shakespeare es interna; viene a través de la pasión. La muerte viene como solución a los conflictos humanos.




  • Elementos que aparecen en la trama:

1.Anormales de la mente: locura, sonambulismo, alucinación, no son expresión del carácter. Si los personajes estuvieran locos dejarían de ser dramáticos. 


2.Lo sobrenatural: espectros, brujas, que tienen conocimiento sobrenatural. Exiten realmente, contribuyen a la acción y son parte indispensable de ella. Lo sobrenatural está siempre colocado en estrecha relación con el carácter; da confirmación y forma precisa a los movimientos internos ya presentes y que ejercen una influencia sobre el pensamiento apenas formado. Su influencia no es determinente; el héroe sigue siendo responsable de sus actos.

3.Azar: Shakespeare deja librado al azar o al accidente una apreciable influencia en algún punto de la acción.

4.Unilateralidad: el héroe posee una tendencia o predisposición a una actitud o acción determinada y una incapacidad para resistir a la fuerza que lo atrae en esa dirección.



El rey Macbeth.





Las tres hermanas fatídicas. "Brujas".

Encuentro de Macbeth y Banquo con las Brujas.


Macbeth y Lady Macbeth en escena de la obra.


Asesinato del rey Duncan.


Escena de las manos ensangrentadas de Lady Macbeth.


domingo, 18 de agosto de 2013

Poema "La hora" Juana de Ibarbourou

La hora

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora, que tengo la carne olorosa,
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.

Después... ¡oh, yo sé
que nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?



Juana de Ibarbourou

Análisis Canto I Divina Comedia

Análisis - Canto I - Divina Comedia - Dante

Infierno. Canto I

El primer canto de La Divina Comedia actúa como una introducción a la obra en la medida en que allí se anuncia el recorrido de Dante a través de los tres reinos de ultratumba: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Queda además asentado el sentido de su viaje como único camino para la salvación del alma, y se anticipa la presencia de Beatriz como guía que lo conducirá por el paraíso así como el papel de Virgilio que lo guiará a través de Infierno y Purgatorio. Además de esta función de pórtico de una obra monumental, el canto primero actúa como introducción al primer reino que Dante debe recorrer; de ahí que el lector se vea inmerso en un ambiente de oscuridad y temor, elementos esenciales al infierno. La poesía del canto se ve en parte constreñida por la acumulación de elementos conceptuales que Dante vuelca en estas primeras páginas, creando con ello una estructura rígida, pero muy en concordancia con el gusto medieval.

Los elementos estructurales claves son: las alegorías de la selva, la colina, las alegorías de las tres fieras; el encuentro y diálogo con Virgilio.

El canto se inicia con una metáfora célebre: “Nell mezo del manin di nostra vita”. Con ella el autor nos introduce en un ambiente incierto en el que la realidad aparece desdibujada o trascendida por la fuerza de los significados alegóricos. La anécdota concreta del individuo perdido en la selva, deviene con toda naturalidad signo del hombre que va trazando su destino. El yo de Dante personaje es a la vez un “nosotros” y la selva, en cuya oscuridad se pierde, es transparente alusión al pecado, ausencia de luz divina.

Se ha definido a la alegoría como encadenamiento de símbolos o como materialización de ideas abstractas entendidas de forma convencional. El alegorismo, verdadera pasión del hombre medieval, proviene de una doble fuente: griega y semítica. Su origen estaría en el adorno de la expresión, en la comparación y la metáfora, fundándose en el placer refinado de ocultar el pensamiento. En las Escrituras, la alegoría encubre verdades de un orden superior, y es antes una noción teológica que literaria, pues Dios encubre unas realidades con otras, del mismo modo en que el hombre las oculta tras las palabras. Alejandro de Hales afirma que “la sabiduría se encuentra en el misterio”. Lo real visible es entonces signo de un mundo invisible y misterioso. Aristóteles encuentra la gracia del estilo en el ocultamiento del sentido literal; Santo Tomás defiende también la poesía alegórica como la más conforme a la naturaleza humana.

El papel del poeta consiste en envolver en bellas mentiras sublimes verdades. La alegoría es elemento fundamental para la captación del contenido; el supremo arte del poeta consiste en revestir toda una suma de saber e inteligencia con la belleza de un estilo adornado con gracia. La Divina Comedia intenta cumplir con este ideal. El alegorismo es pues una forma de concebir el mundo, no sólo un estilo literario. Es en el mundo real donde hay que buscar símbolos, pues todo prefigura lo invisible. Todo esconde un significado y la creación es un inmenso repertorio de símbolos cuyo enunciado final es Dios.

La Divina Comedia es ella entera una alegoría, un largo sueño que comienza en el canto primero del infierno. En este sueño, el poeta ve desfilar sus odios, sus amores, su tierra, sus creencias, su saber, ante un testigo y juez supremo: su conciencia. Hay infinitas alegorías dentro de La Divina Comedia, muchas de las cuales no podemos develar totalmente. Las imágenes de Dante tienen, según Fraciosi una doble función: embellecer verdades comunes o hace accesibles verdades sobrenaturales.

“Las imágenes, alegorías y símbolos tienen la función de ejemplos destinados a hacer comprender o admitir la lección” afirma Ivonne Batard.

El canto primero del Infierno es el más claramente informativo de la Divina Comedia: en él se expone el motivo del viaje y en él se acumulan numerosas alegorías: la pantera, la loba, el león, el veltro, y cada una de ellas es susceptible de diversas interpretaciones. El sentido literal desaparece bajo este alud de símbolos.

El lenguaje alegórico proveyó en la Edad Media material a tapices y vitrales, retablos, obras de teatro y poemas. El uso de símbolos se hacía imprescindible en una época profundamente religiosa en la que las realidades espirituales debían ser difundidas en un lenguaje accesible a todos los hombres. Descifrar símbolos y alegorías era la forma en que solían apreciarse las obras de arte, y esta traducción o lectura iba de la imagen concreta al concepto.

Aristóteles definió a la alegoría como una “metáfora continuada” valorizando así la amplitud o la diversidad de elementos que podían caber en ella. El arte medieval era entonces muchas veces un laberíntico juego de imágenes propuesto por el artista para que lectores o espectadores pusieran a prueba su ingenio.

El laberinto estaba integrado por alusiones bíblicas y mitológicas, culturales y políticas, de la más variada procedencia.

La metáfora de la vida como camino alude por un lado a la obra del propio Dante (Convivio IV, XXXIII, IX) según la cual la vida humana es como un arco cuyo punto central son los treinta y cinco años. Esta imagen, a su vez tomada de Aristóteles, se conjuga perfectamente con la concepción bíblica de la vida del justo como un camino recto que conduce a Yavé, mientras la del impío se pierde en la nada (Salmo I).

Por un lado Dante autor hace gala de sus conocimiento, por otro Dante personaje reconoce humildemente los errores de su espíritu y los pecados de su cuerpo. La senda de perdición a la que se encaminó le será duramente reprochada por Beatriz, pues sus infidelidades y su falta de elevación espiritual están a punto de alejarlo definitivamente de Dios. De ahí el viaje por el infierno, drástico recurso de la amada para volverlo al buen camino. “Cuando de cuerpo me convertí en espíritu, creciendo en hermosura tanto como en virtud, fui para él menos amada y grata. Extraviáronse sus pasos por erradas sendas, yendo tras las falaces sombras del bien, que ninguna de sus promesas dan cumplida. Ni me sirvió recabar para él santas inspiraciones, a las que, ya en sueños, ya despierto, hice por atraerle; con tal menosprecio las recibía; y llegó a tal estado de perdición, que para salvarle eran todos los remedios ineficaces, y sólo restaba poner ante su vista a los condenados (Purg. XXX).

Hay, pues, en la Comedia, toda ella militante, un doble combate: por un lado, contra el viejo yo, contra el pecado conocido por dentro y revivido afectivamente; por otro contra los vicios de la humanidad más ajenos al alma del poeta y personificados en los más inmediatos adversarios de su ideal de paz y de justicia.

Estos dos aspectos no están netamente separados. “La Divina Comedia es autobiografía poética, pues su materia es un mundo visto a través de la historia de un alma, que, por añadidura, representa alegóricamente a toda la humanidad y a sus posibilidades de perdición, de purificación, de salvación.” (Luce Fabbri: Dante en la poesía comprometida del siglo XIV)

Tres adjetivos caracterizan a la selva: “salvaje y áspera y fuerte”. Con ellos Dante configura a la vez un paisaje físico y un estado de desolación espiritual en el que el hombre hundido en la oscuridad, es incapaz de encontrar una salida. Para el autor la intensidad del sentimiento vivido constituye un problema estético: “¿Cómo decir hasta qué punto aquella selva, cuyo recuerdo hace revivir mi pavor, era tupida, áspera y salvaje?”. Para Dante personaje, es un problema vital; la angustia del pecado es anticipación de la muerte en el alma. Pero ambos vibran a la vez cuando el sentimiento adquiere la fuerza suficiente como para anular el tiempo: “sólo recordarlo renueva mi pavor”.

El poeta atesora los recuerdos como imágenes vivientes, de modo que el temor, el dolor, o la compasión que con frecuencia dominan a Dante personaje en el infierno, afectan por igual al autor que los describe, y dan a la obra un tono de verdad, en la medida en que esos sentimientos son incuestionables. Esta verdad vital contrasta con el juego conceptual de la alegorías.

El ambiente desolado de los primeros versos admite con perfecta coherencia la presencia de las fieras y de la sombra, pero a la vez sugiere el estado de ánimo del caminante perdido que no desdeñará ningún recurso para huir de la selva. Es así que el canto primero introduce y a la vez justifica el viaje de Dante a los treinta y cinco años de su vida, durante la Semana Santa del año 1300. este peregrinar hacer coincidir la pasión y resurrección de Cristo evocada en ese período de la liturgia cristiana con el sufrimiento, purificación y salvación de Dante en su viaje por el más allá.

El autor recurre a la anticipación como forma de sugerir una salida a tan angustiante situación “mas por hablar del bien que allí encontré”... antes de seguir oscureciendo el paisaje con la presencia de las fieras, insinúa metafóricamente una esperanza. Ese bien que encontrará es Virgilio. El tiempo se desdibuja: pasado, presente y futuro se confunden, pues estamos en el mundo del recuerdo y del sueño. Los acontecimientos adquieren en este sueño de Dante, que es La Divina Comedia, una dimensión diferente que posibilita el paisaje de la realidad vital (Dante y su crisis espiritual) al mundo alegórico (el caminante perdido en la selva) y por fin al ámbito poético, donde la imaginación plasma todas las visiones.

La entrada a la selva es el ingreso al mundo de la fantasía de Dante, pero además el autor propone una reflexión acerca de la naturaleza de la tentación: el hombre se abandona al pecado como quien penetra en el sueño, dejando adormecer su conciencia por obra del demonio que “largamente acuna nuestro encantado espíritu”, como dice Baudelaire. El sueño es la muerte y el despertar será nacer a una nueva vida.

Toda obra es un sueño de valor catártico (purificador) en la medida en que conduce a la salvación.

La Divina Comedia es el sueño del que Dante sólo despierta después del encuentro con Dios, pero es también un sueño político: la ilusión de crear un día un mundo perfecto. Dice Gillet: “ Esta inmensa porción soñadora de la humanidad, siempre vuelve al mismo sueño de un salvador, de un ángel todopoderoso, que le traerá el término de sus desdichas”. Los sueños son en La Divina Comedia tanto anticipos de lo venidero como revisiones de los pasado.

La visión de la colina iluminada contrasta vivamente con la oscuridad que reina tanto en la selva como en el ánimo del personaje. La luz, símbolo de la salvación, es en el lenguaje poético de Dante el vestido que cubre la colina. Los recursos estilísticos se acumulan en este terceto: alegoría, personificación y metáfora; la colina representa alegóricamente el bien o la virtud, a la que sólo se accede mediante el esfuerzo de escalar; la luz que la ilumina es Dios, fuente de todo bien; el planeta, que “conduce rectamente por todos los caminos”, es el sol.

La angustia se aquieta a la vista de la luz, la tormenta provocada interiormente por el miedo se presenta bajo la forma de una nueva metáfora, agitando el lago del corazón, donde se supone que radican todos los sentimiento.

La metáfora de las aguas del lago se encadena dinámicamente con una nueva imagen marina que abarca los dos tercetos siguiente. Dante es ahora un náufrago, que habiendo logrado salvar su vida, mira inquieto el peligro que acaba de dejar atrás.

El símil fue tomado de Virgilio quien a su vez lo había tomado de Homero. En éste las comparaciones en general tienden a convertirse en símiles pues constituyen pequeños cuadros dotados de vida propia, que permiten aludir a un mundo ajeno a lo bélico que es el tema exclusivo de la Ilíada. Las comparaciones lo aligeran con visiones de la vida cotidiana, lejos de la sangre y de la guerra. La Divina Comedia posee tal variedad temática que los símiles no son necesarios desde este punto de vista, y por eso quedan mucho más profundamente ligados a su función comparativa.

Lo incontrolable del miedo resulta eficazmente sugerido con la imagen del ánimo de Dante “que todavía huía” mientras el cuerpo yacía en la playa. La gravedad de la situación es puesta en relieve al afirmar el poeta que de allí “jamás salió persona viva”. Luce Fabbri sostiene que el símil del náufrago podría servir de epígrafe a todo el infierno en la medida en que expresa “el sentimiento de riesgo inmenso milagrosamente superado y al que otros subieron”.

Este mundo de miedo, oscuridad y muerte anticipa eficazmente el clima del infierno donde las imágenes aterradoras se suceden unas a otras, con breves pausas que apenas permiten la distensión suficiente como para lograr un nuevo impacto. Así sucede con la aparición de las tres fieras.

Durante la Edad Media, entre los siglos XII y XIV, alcanzaron gran popularidad los bestiarios, narraciones en prosa acompañadas de ilustraciones en las que se atribuían características morales a los diferentes animales según sus costumbres reales o supuestas. Dante recurre a esta tradición de carácter didáctico para representar a los enemigos que el hombre tiene en su ascenso hacia la virtud. La pantera, por la belleza de su piel manchada y por la agilidad de su movimientos es una alegoría de la lujuria.

“Tiempo era del comienzo de la mañana, el sol subía rodeado de aquellas estrellas que estaban con él cuando el amor divino puso en movimiento aquella obra hermosa, así de esperar el bien, tuve ocasión de aquella fiera de brillante piel, por la hora del día y la dulce estación”

La dulzura del ambiente sugiere una sensualidad propicia al amor. Es la mañana de un día primaveral, cuando la naturaleza se reviste de una belleza prístina. El autor emplea una perífrasis para aludir a la estación del año, gracias a ella nos remite a un mundo recién nacido, fruto del amor divino.

Lo súbito de la aparición y el brusco cambio de clima sugieren un ambiente de irrealidad que hace más transparente el significado alegórico. El personaje confía en la fiera; su belleza la hace atractiva y no temible. De este modo representa Dante el proceso de la tentación: el hombre se abandona a lo atractivo de las apariencias, sin ver el peligro que esconden. La lujuria que ella representa se vincula al amor aunque en forma inadecuada; de ahí el dominio que la pantera ejerce sobre Dante. El amor más perfecto es el amor divino – caritas – sugerido en la belleza de la creación; el extremo opuesto es la lujuria – eros – deformada imagen del amor verdadero. El autor ve a la lujuria con particular benevolencia, por ser el único pecado que se refiere al amor. Mientras el cristianismos medieval solía condenar el cuerpo y sus apetitos como uno de los elementos esenciales para la perdición del hombre. Dante admite a los lujuriosos en el purgatorio, y es con profunda compasión que los ubica en uno de los círculos superiores del infierno, como sin atreverse a castigar aquel pecado en el que puede quedar alguna chispa del amor divino.

Al vincular la imagen de la pantera al amor, los versos de Dante adquieren un refinamiento y una dulzura propia del dolce stil nuovo, muy poco frecuentes en el Infierno, salvo en el canto quinto, cuyo tema también es el amor.

De las tres bestias, la más hermosa es la pantera, de los tres pecados que ellas simbolizan, es el único que ni atemoriza ni repugna. Por segunda vez hay en el canto una alusión al sol, a la luz, símbolo de la salvación. Dante entrevé la posibilidad de una transformación lograda por el amor, pues el amor humano es un equilibrio entre eros y caritas, entre lo carnal y lo espiritual.

La figura del león se impone visualmente. Una característica esencial del estilo de Dante es la seguridad del trazado al presentar a sus personajes en una forma casi estatuaria. En pocas palabras quedan fijados en imágenes de gran fuerza visual y de gran valor simbólico. El león, con la cabeza erguida y un hambre rabiosa, representa alegóricamente a la soberbia. Su gesto sugiere el orgullo del que se sabe poderoso y goza al humillar a los demás. De ahí la observación de Dante: “Hasta el aire parecía temerle”.

La aparición de mayor fuerza dramática es la de la loba, que atemoriza de tal modo a Dante que éste pierde la esperanza de alcanzar la cima.

En esa estructura perfectamente simétrica que es la Divina Comedia, se hace evidente la progresión del miedo ante cada aparición. También hay que destacar el valor simbólico del número en la triple aparición de las fieras. La tradición cristiana solía valorizar el número tres como representativo de la Trinidad divina, y en la obra de Dante adquiere un valor clave.

La razón de la elección de estos tres vicios entre todos los que aquejan al hombre, puede justificarse porque sean aquellos que el autor siente como más difundidos entre sus contemporáneos; para Santo Tomás eran esos los tres pecados básicos de los que nacían los demás, también Dante se siente personalmente implicado en ellos. Estos tres pecados están sin duda entre los móviles más profundos del individuo y de la sociedad. La lujuria se vincula no sólo a las pasiones carnales sino a todos los placeres que pueda apetecer la sensualidad humana, es decir que representa en la estructura del infierno dantesco a los pecados de incontinencia. La soberbia implica el avasallamiento y la humillación del otro: la tiranía y la violencia pertenecen entonces al segundo gran núcleo de pecados infernales; los de loca bestialidad. La avaricia o la codicia presentados por Dante como los de mayor peligrosidad, se vinculan con todas las formas del engaño en la medida en que la insaciabilidad propia de la loba no se detiene ante ningún delito: violencia, fraude o traición. Esta estructura del infierno basada en tres tipos de pecados: incontinencia, loca bestialidad y malicia está expresada por Dante en el canto XI del infierno.

Algunos críticos han atribuido a las tres fieras un significado político. La pantera representaría a Florencia, el león a Francia, cuyo rey aspiraba al poder sobre la ciudad y la loba es el papado, que pretende unificar a Italia entera bajo su autoridad.

La loba es, entre las tres fieras, aquella en que se acumulan mayor cantidad de elementos simbólicos: su delgadez, sus torpes deseos, la miseria que genera a su alrededor. Su aspecto carece de la dignidad del león o de la belleza de la pantera: la codicia es para Dante un vicio repulsivo y degradante. La flacura alude a la insaciabilidad de sus apetitos: “cuanto más come más hambre tiene” dirá de ella Virgilio, pues la codicia pretende una acumulación de bienes que no produce más beneficio que la posesión misma. En su afán no hay placer ni descanso, de ahí lo desagradable de su aspecto. Pero la codicia se emparenta además con el egoísmo más cruel, y por eso genera miseria en torno a sí.

Dice Luce Fabbri: “Para Dante y – más en general – para el pensamiento medieval, la palabra avaricia tenía un significado mucho más amplio que para nosotros: diría que tenía, aún considerada en sí misma, un significado más político. Era amor por los bienes de la tierra en contraposición con los bienes celestes. Comprendía por lo tanto el deseo de poder para satisfacer una ambición personal.

La comparación a la que recurre Dante para explicar su derrota frente a la loba está fuertemente enlazada con el tema de la avaricia, pues él se ve a sí misma como el hombre que llora despojado de sus tesoros. Es característico del estilo de Dante el poder dinámico de las imágenes que se enlazan unas a otras con facilidad y se convierten de comparación en metáfora, de metáfora en símbolo, de símbolo en alegría.

Se acumulan en estos versos la perífrasis: la loba es “bestia sanza pace”, la selva “la dove il sol tace”. Hay también una personificación y una sinestesia, pues la oscuridad es el lugar donde el sol se calla, la falta de luz se asocia al silencio absoluto, y ambos a la muerte. Simbólicamente, oscuridad, silencio y muerte representan al pecado en el que el protagonista se cree ahora definitivamente sumergido.

Es en este momento de pérdida de la esperanza que aparece la sombra de Virgilio, de ahí el aferrarse del personaje esta figura misteriosa.

“apiádate de mi – le grité – quien quiera que seas: sombra u hombre verdadero”

En la atmósfera de irrealidad que se respira en la selva, no es extraña la aparición de una sombra, aún así es, por su aspecto humano, preferible a la loba. Su apariencia la hace confiable, pero además su presencia nos introduce con naturalidad en la atmósfera de ultratumba. Para Momigliano estos versos con los que Virgilio aparece en medio de la oscuridad y del silencio del “gran desierto” constituyen el primer gran cuadro del reino de las sombras. En efecto confluyen en él la angustia, la oscuridad, el miedo y la presencia espectral. Las palabras del Virgilio lo ubican progresivamente: primero en su doble condición de espíritu y ser humano, luego en su patria, su época y su profesión. Sus palabras, de carácter sobriamente informativo, dejan traslucir un sentimiento de nostalgia de la fe cristiana y la melancolía de quien se siente para siempre exiliado del bien o de la verdad. De su época destaca Virgilio dos figuras: la de Julio César, que conoció tardíamente, y tal vez con esto sugiera que no llegó a vivir el esplendor de la República, y la de Augusto, al que califica de “bueno” explicitando así su adhesión al imperio. De su obra poética alude sólo a la Eneida, y también por medio de perífrasis como lo había hecho con su propio nombre.

La alusión a ésta como obra única, en detrimento de las Bucólicas y las Geórgicas que también contribuyen a la fama del autor se debe a que es a obra épica la que Dante prefiere y la que más claramente le servirá de modelo literario. Dante se siente un nuevo Eneas, destinado por Dios a un viaje que lo conducirá, como al héroe troyano, de la muerte a la vida. Si el altísimo propósito del viaje de Eneas fue la fundación de Roma, el de Dante será la salvación de los hombres gracias al testimonio que él pueda dejar.

Son numerosas las razones por las cuales Virgilio fue elegido por Dante como su guía. Las de índole estética quedan explicitadas en las palabras de admiración con que lo saluda Dante personaje. Nada dice en cambio de las razones morales o políticas que se harán evidente a lo largo de la obra. La Edad Media vio en Virgilio a un profeta, a un taumaturgo y a un sabio. Fue el más leído de los poetas de la antigüedad. Se lo consideraba un hombre dotado de virtudes excepcionales en el mundo pagano: por su amor a la paz y al vida sencilla, expresando en las Geórgicas, y causa de la profecía de la Bucólica cuarta en la que anuncia el nacimiento de un niño que será el salvador del mundo.

Resulta admirable que un poeta muerto diecinueve años antes del nacimiento de Cristo pudiera anunciarlo. Estudios modernos han puesto de manifiesto que en realidad la “profecía” de Virgilio no se refería a Cristo, sino a un niño príncipe, hijo de uno de sus mecenas. Dante pone en su boca el anuncio del advenimiento de un príncipe que dominará a la loba, siguiendo el don que la tradición medieval le adjudicaba.

A éstas se suman razones políticas: Virgilio es un poeta de los comienzos del imperio, la forma más perfecta de gobierno que Dante puede concebir. Tal concepción política se pone de manifiesto en el tratado de Dante “De la monarquía”. Virgilio es además italiano, y Roma representa para la Edad Media el centro de poder religioso, así como había sido para el mundo pagano centro jurídico y político.

Por todo esto Virgilio representa la razón humana, que basta para apartar al hombre del pecado y conducirlo a los umbrales del paraíso.

“Dante representa en cierto modo la conciencia del medioevo iluminada por la sabiduría de la antigüedad, y es el más solemne testimonio de la continuidad que liga la cultura latina con la cultura medieval... Dante gusta y alaba la poesía de Virgilio con su sentido del arte que preludia al clasicismo de la época humanística” (Momigliano). Con estas palabras se pone de relieve uno de los valores fundamentales de la obra de Dante: siendo La Divina Comedia el máximo monumento de la literatura medieval, por su concepción filosófica y religiosa, por su tema, su estructura y su propósito didáctico, anticipa a la vez al Renacimiento por la belleza y el cuidado de su estilo, por la diversidad de fuentes en las que se inspira y por su admiración declarada por la antigüedad clásica.

Desde el punto de vista poético Dante es perfectamente conciente de ser el sucesor de Virgilio, de ahí que lo llame su maestro. Además Virgilio es su padre y su guía: “Virgilio nos había dejado huérfanos, Virgilio que había sido padre dulcísimo para mí, Virgilio a quien se había encomendado mi salvación” (Purgatorio XXX).

Este lamento de Dante ante la separación alude al vínculo afectivo que une a ambos personajes más allá de las intenciones doctrinales del autor, para quien la razón humana, representada por Virgilio, debe ceder ante la representada por Beatriz. La emoción de Dante en el encuentro en la selva también va más allá de todo argumento racional; el autor ama al poeta Virgilio con toda la pasión que un poeta puede experimentar ante la belleza de una obra.

Virgilio es fuente de la que brota un río de poesía ante el que Dante se siente intimidado. También es luz de los demás poetas por su papel destacado entre ellos, y por último es el maestro y el autor de Dante. Con estos sustantivos desprovistos de todo adjetivo encomiástico, Dante señala el valor único, exclusivo de Virgilio. El bello estilo “que le ha dado tanto honor” se debe al estudio y la imitación de Virgilio. Se evidencia aquí el criterio medieval de la valoración de los modelos y la desvalorización de la originalidad.

Este enfoque vale no sólo para la literatura sino para cualquier otra rama del saber y explica la lenta maduración del conocimiento durante todo este período. Esta concepción, propia de una época de muy fuertes convicciones religiosas y de estructuras jerárquicas inamovibles, se manifiesta en la poesía, por la imitación de obras consideradas paradimáticas. Así Dante cree que su fama no se debe a su propio genio sino el grado en que supo ser fiel a Virgilio.

En los versos siguientes Dante se centra en torno al tema de la loba. Reaparece allí el leit-motiv del Canto I: el miedo. La fiera adquiere aquí su mayor fuerza como figura real y alegórica. Su potencia destructiva es tan incontrolable como su hambre. El miedo ya no es sólo temor físico de ser devorado por la bestia, sino el de ver a la humanidad entera destrozada por el poder de la codicia. Todos los hombres formarían una especie de corte de animales que corren tras la loba aspirando a aparearse con ella.

Dante se reconoce derrotado, sea porque se siente más inclinado a la codicia que a ningún otro vicio, sea porque considera que ésta es el mal que más amenaza a la humanidad.

A esta imagen aterradora le sigue la profecía del Veltro (lebrel o perro de caza). Sólo aquel que se alimente del espíritu podrá ser inmune al poder de la codicia. Cuando todos los caminos terrenales están cerrados, sólo queda la esperanza de la salvación espiritual. Estos versos tienen una clara correspondencia con la situación vital de Dante en el momento de escribir La Divina Comedia. Exiliado, traicionado, desengañado de toda esperanza política. Dante ve muy lejana la salvación de Florencia, ávidamente codiciada por Francia y el Papado. Corresponde entonces renunciar a todo poder temporal y orientarse a la salvación del alma, superar las frustraciones personales y buscar una solución trascendente a los problemas humanos. El lebrel habrá de perseguir y cazar a la loba hasta lograr encerrarla en el infierno. El tono profético, frecuente en la Divina Comedia, implica siempre un lenguaje ambivalente cuyos contornos son lo suficientemente difusos como para abrir diversas posibilidades interpretativas. El lebrel o veltro puede ser Can Grande Della Scala, protector de Dante a quien dedica la obra, o también un emperador que podrá poner fin a la avidez material y conducir a Italia hacia un reinado de justicia y paz.

Al aludir a su patria, Dante menciona a los héroes que aparecen en la Eneida: Camila y Turno príncipes de los Bolgos y los Rutulos, que lucharon contra Eneas, Euríalo y Niso, héroes troyanos. Con esto evidencia la tradición heroica de su pueblo y demuestra el conocimiento detallado que posee de la obra de su maestro. A partir del verso ciento doce Virgilio describe el trayecto a recorrer y explica su propósito. Los tres reinos son caracterizados por medio de perífrasis: el infierno es el lugar “de las desesperadas lamentaciones”, el purgatorio el “de los que están contentos aún en medio del fuego”, y el paraíso “la alta región de los bienaventurados”. Se contraponen infierno y purgatorio como sedes de la desesperación y la esperanza respectivamente. También anuncia que él será su guía y luego aludiendo a Beatriz dice: “un alma más alta que la mía te conducirá a la región de los bienaventurados”. Virgilio designa a Dios como “el emperador que reina allá arriba” con lo que pone de manifiesto su concepción del mundo como un imperio regido por un Dios único del que los reyes dependen. Su reinado se ejerce directamente sólo en el cielo, donde está la sede de su trono y su ciudad. En la tierra los reyes son quienes lo representan. Esta concepción es expresada por Dante en su tratado “De la monarquía”.

La exclamación final de Virgilio: “felices los que él elige” deja asomar toda su melancolía por no haber conocido la fe cristiana y saberse apartado de Dios para siempre en el Limbo, donde moran los que no pudieron conocerlo. Queda así delineada la finalidad espiritual del viaje y trazado el camino a recorrer. No pudiendo superar por sus propias fuerzas los pecados ni apartarse del vicio, Dante deberá descender a los infiernos acompañado de Virgilio, lo que alegóricamente es interpretado por Momigliano como: “Meditar acerca de las consecuencias del pecado y arrepentirse de los cometidos guiados por la razón”.

Las palabras finales del canto que muestran a Dante siguiendo los pasos de Virgilio, poseen también un valor simbólicos: Dante es su discípulo no sólo en la poesía sino en la vida.

Extraído del texto "Dante" de Margarita Carriquiry y Teresa Torres.
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris