EXPLOSIÓN
Tema y Título
El tema
del poema es la explosión que el yo lírico siente cuando el amor verdadero, el
sensorial, llega a su vida. Según la Real Academia Española: explosión
significa “liberación brusca de una cantidad de energía (…) encerrada en un
volumen relativamente pequeño, la cual produce un incremento violento y rápido
de la presión (…) va acompañada de estruendo y rotura violenta del recipiente
que la contiene.
Si
tomamos esta definición que en realidad refiere al proceso químico, podemos
vincular el sentir de este yo lírico que se libera, y esta liberación está
movida por esa mágica fuerza, esa energía inexplicable y enloquecedora que es
el amor. Sentimiento que mueve al mundo y que revoluciona el interior humano.
Cabe aclarar que el yo lírico habla de dos tipos de amor: el que contiene la
idea, y no deja de fermentar en un “volumen relativamente pequeño” que es la
mente humana, y el que se siente, sale, se vive, “explota”, “produce el
incremente violento y rápido de la presión”, rompe las ataduras corporales y lo
obliga a zambullirse en los brazos del otro de forma violenta y pasional. De
este último, en contraposición con el primero es que quiere hablar el yo
lírico. Ha vivido imaginando el amor, ha vivido pensando qué sería, pero ahora
que lo siente, nada tiene comparación. Ahora la vida tiene sentido, ahora, no
importa las consecuencias de esta “explosión”, rápida, inesperada,
descontrolada, e incontrolable.
Estructura
externa
El
poema está escrito en forma de soneto, es decir, dos cuartetos (cuatro
estrofas) y dos tercetos (tres estrofas) con una rima consonante (total) y en
versos endecasílabos (once sílabas). La elección de la forma no es inocente. El
soneto es una de las formas más rígidas en la poesía, por lo tanto si en ella,
que es un “volumen pequeño” – de acuerdo a la RAE – toda la emoción del amor,
pues entonces la explosión será de su contenido y del ser que lo enuncia, y
será aún mayor.
Estructura
interna
Esta
estructura se refiere al contenido del poema, y no deja de estar relacionado
con la forma. Podemos pensar que en los cuartetos se plantea la situación que
ha descubierto el yo lírico, cómo ha entendido al amor hasta ahora, y cómo lo
siente hoy. Y en los tercetos se plantea el presente, resumiendo la misma
situación de los cuartetos, pero ahora con toda la fuerza explosiva de sentir
en el presente el amor.
Análisis
del primer cuarteto
¡Si la
vida es amor, bendita sea!
Quiero
más vida para amar! Hoy siento
que no
valen mil años de la idea
lo que
un minuto azul de sentimiento.
El poema comienza con los signos de exclamación que ya
demuestran esa explosión de sentimientos. El yo lírico ha descubierto que si el
sentido de estar vivo es el amor, pues entonces bienvenida la vida para ellas y
para todos los que puedan sentir el amor. Su afirmación es absolutamente
subversiva y revolucionaria para su época. La expresión “bendita sea” proviene
del lenguaje religioso, y significa alabar, engrandecer, ensalzar. Bendecir es
“consagrar al culto divino algo, mediante determinada ceremonia” (RAE). Sin
embargo, en la época en que Delmira vivía, tal afirmación resulta una heregía,
era exaltar algo que se relaciona con los sentidos, lo sensual, lo que los
cristianos denominan “concuspicencia”, que sería la exaltación de las placeres
corporales. Tomando una cita bíblica que afirma la primera carta de Juan,
capítulo 4, versículo 16: “Dios es amor;
y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en
él” -intertextualidad que hace el yo lírico – podemos ver su
rebeldía. Claramente el amor que propone esta carta no es el amor erótico,
sino el amor divino, también llamado “ágape”, que es amor a Dios y a los
hermanos en la fe. La rebeldía del yo lírico es trasvolar esta idea al amor
erótico, real, físico, y mezclarlo con lo divino. Cambia la palabra “Dios” por
“vida”, y adjunta el “bendita sea”, como si todo el discurso religioso que le
han enseñado hasta el momento contradijera lo que hoy siente, como si ese
discurso la hubiera obligado a estar pasiva, sintiendo el amor como una idea
lejana e inalcanzable físicamente, y no le hubieran explicado, ni le hubieran
dado permiso para descubrir esta otra forma de sentir.
Es esta
nueva forma de sentir la que la lleva a afirmar “quiero más vida para amar”, el
sentimiento nuevo es tan poderoso que haberlo descubierto también revela la
angustia de la muerte. No está pensando como le enseñaron en su época a desear
la vida después de la muerte, quiere la vida que acá se siente, que acá se
vive, que acá se ama.
A través del encabalgamiento - cuando un verso continúa en el siguiente-
el yo deja aislado y reforzado el marco temporal: “hoy siento”, y esto es
subjetivo, por lo tanto no es cuestionable, es personal, de esta manera qué
discurso religioso puede atreverse a desmentir lo que el yo siente.
Los últimos dos versos del cuarteto oponen las dos ideas, la que
le han planteado y la que ha descubierto. Esta oposición se vuelve violenta por
la fuerza de la forma, la antítesis:
“que
no valen mil años de la idea
lo que
un minuto azul de sentimiento.
“mil años” contra “un minuto”, “la idea” contra “el
sentimiento”. Haber perdido mil años soñando con el amor no vale nada cuando
uno se encuentra verdaderamente con el sentimiento. Todo pierde sentido. Si le
dieran al yo lírico mil años de vida, pero sólo le permitieran la idea del
amor, lo cambiaría, sin dudar, por un solo minuto del sentimiento real,
verdadero, aunque eso sólo fuera lo que le quedara de vida.
La palabra “azul” resulta emblemática en el texto. Recordemos
que Delmira está influida por el modernismo, y el nicaragüense Ruben Darío ha
publicado su libro “Azul” que ha marcado a los poetas de América y España. El
color azul luego de esa publicación se ha convertido en símbolo de escritura
apasionada, de pasión rebelde y real, también mezclada con la melancolía, de un
mundo que los excluye por querer sentir, y expresar como bandera sus
sentimientos, en un mundo materialista y enloquecido por los nuevos inventos
tecnológicos, y perdido en el principio del consumismo.
Segundo cuarteto
Mi
corazón moría triste y lento...
Hoy
abre en luz como una flor febea.
¡La
vida brota como un mar violento
donde
la mano del amor golpea!
El segundo cuarteto comienza con la personificación del corazón,
o tal vez una metonimia de él. Lo importante es que representa lo más íntimo y
más vital del ser humano, y por lo tanto donde se encuentran, para ese yo
lírico, sus sentimientos, que mueren de una tristeza lenta. Esto es lo que ha
provocado la idea, una agonía constante e inacabable, hasta este “Hoy”. Para
mostrar esta agonía, el yo lírico usa los puntos suspensivos, porque si no
hubiera aparecido este “Hoy”, esta nueva forma de sentir, de vivir, de amar, lo
único que le hubiera quedado es más agonía, que en el tiempo se prolonga, y
también lo hace en el verso, dejando lo que sigue en un futuro, de manera
incierta. Pero aparece ese “Hoy”, ese presente que rompe con la agonía y vuelve
al yo lírico a un centro, que parte de esta nueva revelación. Otra vez aparece
la antítesis entre la muerte del corazón, y la apertura a la luz. Este nuevo
sentir la invita a renacer, a volver a nacer, a volver a una nueva vida. La
comparación: “hoy abre en luz como una flor febea”, refiriéndose al corazón,
deja entrever la antítesis de la oscuridad de la muerte con la nueva luz que
ahora se abre. La imagen “flor febea” muestra la belleza con que el yo
visualiza su corazón, frágil, pero hermoso, con un nuevo perfume, con la
delicadeza de sus pétalos, y también con lo efímero, pero ¿qué importa si al
menos logra abrirse y sentir lo que tanto le fue negado? La palabra “febea”
refuerza la imagen de luz. Febo es el dios de la luz en la cultura griega, y
uno de los rasgos de estilo del modernismo es utilizar palabras referidas a
culturas antiguas, que también los alejaran de la vulgaridad que los rodeaba.
Así el yo usa la palabra “febea” y relaciona este renacer con algo divino,
mágico, milagroso. Su corazón vuelve a la vida porque alguna divinidad le ha
permitido ese milagro.
Los últimos dos versos del cuarteto terminan en una imagen que
reafirma la violencia de la explosión a través de la comparación, y la
metáfora. “La vida brota” podríamos encuadralo dentro de las figuras
metafóricas ya que esta parece tener un movimiento propio, una vida dentro de
ella misma que se mueve sin la intervención humana, como una planta que crece
sola o una cañería que se rompe el agua inunda todo. Así la vida, lentamente va
creciendo en el yo lírico, a pesar del yo, o sin control del yo lírico. La
comparación de esa vida con el mar violento, nos completa la imagen de lo
incontrolable. ¿Quién puede detener el mar? ¿Quién puede hacer que deje de
estar violento? ¿Qué puede el hombre frente a él, cuando se propone arrasar con
todo? Así la vida invade al yo, y lo que mueve a ese mar es la fuerza divina
del amor, personificado en la mano que golpea a ese mar. Una vez más, si Dios
es quien tiene el poder de hacer tal cosa, pues entonces su amor no va encontra
de las creencias que le enseñaron, sino que esas enseñanzas han sido
mentirosas, o no han sido completas. No se puede para lo irrefrenable, cuando
la mano es tan poderosa como para violentar, revolucionar todo sus sentidos y
sentimientos. El amor llama a su corazón, y ya nada puede detenerlo.
¡La vida
brota como un mar violento
donde
la mano del amor golpea!
Los tercetos
Hoy
partió hacia la noche, triste, fría...
rotas
las alas, mi melancolía;
como
una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se
deslíe...
¡Mi vida toda canta,
besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca
en flor!
Los tercetos comienzan, una vez más, con el adverbio “hoy”, sin
embargo hablará de su condición pasada y de un quiebre entre ese presente y su
pasado.
El primer verso muestra su condición pasada, su melancolía, su
tristeza difusa, su agonía lenta ha terminado, ha partido, ya no es parte de su
presente, ha marchado a donde tiene que estar, en la oscuridad en la que ha
vivido hasta entonces: “la noche, triste, fría”. Una vez más esta noche la
representa en su pasado, por eso es “triste”, porque ese es el sentimiento que
la ha ahogado hasta este “hoy”. La frialdad también se había apoderado del yo
lírico, que no tenía otra opción hasta ahora de mantenerse aislada del calor
humano, porque no le estaba permitido, ya que el amor no era más que una idea,
y no una vivencia.
Una vez más, los puntos suspensivos sugieren la partida, el
verso queda suspendido, y parece como si el yo viera partir esa tristeza, esa
noche, esa frialdad a un mundo que ya no le pertenece.
rotas
las alas, mi melancolía;
como
una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se
deslíe...
Lo que parte es la melancolía que parecía tener las alas rotas,
es decir, el desencanto parecía no poder volar jamás de ella, lo que le hacía
pensar que no existía ninguna esperanza de algo diferente. Esta melancolía está
animalizada al hablar de sus alas rotas. Esto hace más milagroso la llegada del
amor como algo real. Compara esa melancolía con “una vieja mancha de dolor”,
pensando siempre que la mancha se relaciona con la oscuridad y que se
contrapone con la luz que ahora ella siente en su corazón. Es “vieja” porque la
conoce desde siempre, y porque ya no tenía esperanza de que desapareciera. Al
ser vieja, también era más difícil de quitar de su alma, y esto se vuelve
trágico si pensamos que lo que esa mancha significa es “dolor”. La melancolía,
arraigada a ella sólo podía producir un dolor lento, molesto, indefinible.
El yo lírico hace un violento encabalgamiento entre un terceto y
otro, y termina su idea sugiriendo que la sombra, la mancha vieja del dolor se
desata de ella y parte a la “sombra lejana”, su vida ahora es luz, nada tiene
que hacer esa sombra en su presente.
¡Mi vida toda canta,
besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca
en flor!
Termina el poema con dos versos marcados por los signos de
exclamación que expresan la explosión que el yo siente en el presente. A su vez
utiliza un paralelismo (repetición de la misma estructura gramatical) que
reafirma su pasión. Ya no es el yo el que siente, es “mi vida toda”, con todo
lo que ella implica. Las expresiones son de felicidad intensa: “canta, besa,
ríe”. En una palabra: vive, con todos sus sentidos, con todo su ser. Utiliza
verbos para mostrar que de aquella pasividad en la que estaba inmersa, ahora
hay acción vital, vida en movimiento, alegría suprema.
El último verso es una metáfora de lo que significa estar viva:
“es una boca en flor”, su actitud ahora es la de tomar la vida, gustar de ella,
besarla, amarla. Y el estar “en flor” implica el nuevo nacimiento que ahora
está experimentando en el mejor momento de su vida, en el más bello, en el que
vale pena vivirla, porque está brotando y abriéndose a ella.
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