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miércoles, 10 de julio de 2013

Introducción y análisis II "Casada Infiel" Lorca.


El “Romancero gitano” es un libro publicado por Federico García Lorca en 1928; en el cual reunió una cierta cantidad de poemas que previamente había, en su mayor parte, publicado en forma individual.
 Puede hacerse una comparación entre los romances del “Romancero gitano”, y aquellos del período medieval; de lo cual pueden extraerse algunos elementos comunes y otros diferenciales.
Los romances medievales son obras de las que no solamente se desconoce el autor, sino que probablemente no tengan un autor único; ya que su forma actualmente conocida proviene de una recopilación que en un momento determinado registró por escrito lo que era transmitido en forma oral, por lo que debió tener variantes introducidas por los diversos intermediarios. Los romances gitanos que García Lorca fuera publicando poco a poco en diversas revistas literarias o periódicos, y luego reuniera en su libro “Romancero gitano”, fueron originariamente concebidos como una obra literaria; y obviamente tienen un autor perfectamente individualizado.
El autor recurrió a una forma literaria conocida, para crear un tipo de obras de arte que tienen predominantemente un carácter lírico, en cuanto expresan sentimientos y buscan promover su desarrollo al tomar contacto con ellas; lo cual es un factor común con buena parte de los romances “viejos”. Pero éstos tuvieron un origen claramente épico, dirigido a la rememoración de las luchas guerreras vinculadas especialmente a la Reconquista del territorio ibérico ocupado por los musulmanes.
Es cierto, por otra parte, que los romances gitanos de Lorca tienen un componente de relato evocativo de hechos, con diverso grado de realismo (algunos son altamente idealizaciones); pero no se trata del tipo de hechos heroicos que justificaría plenamente que se los calificara como obras épicas.
Los romances gitanos tienen también en común con los medievales, algunos aspectos formales. Ambos están escritos en verso, y emplean la misma métrica octosílaba. Pero mientras los romances antiguos están estructurados en una tirada (lo cual tampoco puede considerarse que sea una característica propia, ya que no es posible determinar nada al respecto, en su origen), los romances gitanos están separados en forma estrófica; aunque no responden tampoco a las formas más rígidas de otros modelos de obras poéticas, como el soneto. La rima es asonante, y se aplica en los versos impares.
 Federico García Lorca no era gitano. Desarrolló, en cambio, una obra literaria deliberadamente fundada en el empleo de una serie de elementos líricos claramente asociados a la cultura del pueblo gitano que habitaba en la región de Andalucía, en la Península Ibérica, y en la cual permanentemente se alude a personas de raza gitana; como un instrumento de su arte literario.
Sabido es que los gitanos constituyen una etnia altamente caracterizada por rasgos propios; acerca de cuyo origen existen varias teorías pero muy poco conocimiento certero: se les asignan orígenes en el Egipto antiguo, en el sur de África o en el oeste de Asia. Existen desde tiempos inmemoriales, pueblos gitanos en varios lugares de Europa (además de en Andalucía los hay en los Balcanes y en otras zonas); y luego también se trasladaron a América, sobre todo en el Brasil.
 Generalmente se asocia a la idiosincracia del pueblo gitano caracteres como un extraordinario gusto por la música y el baile, fuertes rasgos pasionales, marcada sensualidad y erotismo en sus mujeres jóvenes, y un fuerte componente de superstición. También es cierto que, siendo un pueblo que posiblemente sea el último - al menos en las sociedades occidentales - en persistir en un estilo de vida nómade, aunque los gitanos suelen tener en ciertos casos una buena capacidad económica, se ocupan solamente en actividades compatibles con su nomadismo. A veces se les adjudican condiciones morales negativas, como la inclinación al engaño y al aprovechamiento de la ingenuidad; en actividades tales como la “adivinación del futuro” o la “lectura del destino en las manos”, que suelen ofrecer las mujeres gitanas ya maduras, a los transeúntes de las ciudades.
No es el gitano un pueblo que tenga asociada a su cultura una particular religión; pero sí un sentido trágico, en función de expresiones violentamente pasionales del amor, los celos, el odio, la envidia o el orgullo; que, al menos en gran parte de la producción artística que toma el pueblo gitano como centro de su desenvolvimiento, suelen culminar en situaciones de tragedia y muertes violentas, que a menudo suscitan un especial impacto emotivo porque afectan a mujeres hermosas, hombres jóvenes, y niños.
Los romances gitanos de Lorca trasuntan todos esos elementos; en los cuales puede considerarse tanto que existe un medio de obtener un resultado pintoresco y en cierto modo folklórico, o que en realidad proviene de un profundo sentimiento de integración del artista con los rasgos culturales del pueblo gitano-andaluz. No faltan, asimismo, quienes tienden a universalizar los elementos que conforman los contenidos esenciales del “romancero gitano” como expresión de un lirismo referido a toda la humanidad, por encima de los caracteres culturales del pueblo gitano en particular.

Ubicación de la obra

 La obra de García Lorca tiene un indiscutiblemente alto valor literario. Sin embargo, existe una notoria tendencia a exagerar altamente ese valor; especialmente en función del contexto histórico en que, sobre todo, ocurrió su temprana a la vez que trágica muerte.
Reconocidamente, el contexto político y las circunstancias concretas de la muerte de Lorca, se incriben en el proceso de alta controversia ideológica que configuró la Guerra Civil Española; lo que ha propiciado a su respecto la misma actitud de exagerada exaltación de sus reales valores, que suele ocurrir en el ambiente del arte en base a este tipo de motivaciones ideológicas. Es notorio que Lorca murió ultimado por una patrulla de las fuerzas del Alzamiento franquista, sin que fuera parte de un grupo activamente beligerante; lo cual condujo a que su muerte fuera inmediatamente tomada como una referencia por parte del bando opuesto y las corrientes que lo apoyaban. Aún en la actualidad, el tono exageradamente elegíaco de algunos análisis de su obra, así lo evidencian.
 Es indudable que en la obra literaria de García Lorca subyacen elementos que convocaban el cuestionamiento de algunos elementos fuertemente arraigados en la cultura de la sociedad de su época. La sola circunstancia de exaltar la cultura de una minoría étnica, por lo general no asociada con los valores de contracción al trabajo y a la integración social, ya conformaba un factor en ese sentido.
Por otra parte, en algunas de sus obras se hacen alusiones eróticas, que seguramente habrían de suscitar la desaprobacón de algunas fuerzas sociales, en una España en que la cultura predominante era altamente tributaria de los valores sustentados por un catolicismo radical. A ello cabe agregar su notoria y ostentada condición de homosexual; (ver Suplemento cultural Nº 619 del Diario “El País”).


Comentario del romance de la casada infiel

El texto de este Romance forma parte del “Romancero gitano” incluído, en el Nº19 de la “Biblioteca de Oro de la Literatura” publicada semanalmente por el diario “El País” de Montevideo en el transcurso del año 2000. También es posible que se encuentre - solamente para su lectura en pantalla - en la Biblioteca Virtual Cervantes de la Universidad de Alicante, en www.cervantesvirtual.com 


 El romance se desenvuelve en dos niveles cronológicos: el actual en que el personaje hace el relato del hecho de que fuera protagonista, y el retrospectivo en que ocurre el hecho relatado. Se suscita de inmediato un paralelismo con aquellas expresiones de otros géneros - como la poesía gauchesca - en que está implícita la existencia de un auditorio que escucha el relato de lo sucedido al cantor (o al relator), lo que es por cierto también un elemento característico de los romances clásicos.
El momento actual está delimitado por los primeros cinco versos, que conforman dos períodos. Los primeros tres versos centran el tema básico del poema, consistente en que el gitano tuvo una relación íntima con la que creía era “mozuela” (doncella, virgen) pero “tenía marido”. Los dos últimos sitúan el momento temporal e implícitamente el lugar y anticipan la actitud provocativa de la muchacha; “casi por compromiso”.
La “noche de Santiago” alude a una noche de festividad religiosa (San Tiago), en que se presupone que sea conocido del auditorio es costumbre en los pueblos reunirse los pobladores y forasteros en la plaza o lugar similar, en un ambiente festivo de “romería”, de por sí propicio a este tipo de provocaciones y encuentros eróticos.
El relato se desencadena en forma directa y acelerada mediante expresiones que implican el alejamiento de la pareja del centro de la fiesta y su llegada a una zona sin duda cercana, pero no urbana sino rural que ya había sido anticipada como la orilla de un río: “Se apagaron los faroles” es una expresión figurada en el sentido de que no se apagaron realmente sino que ellos quedaron fuera del alcance de su luz, al alejarse. “...y se encendieron los grillos” describe, también en forma metafórica, la llegada a una zona de campo, aislada de la gente, tranquila y silenciosa, en que lo que se oye es el canto de los grillos.
El recorrido que la pareja realiza desde la fiesta de Santiago hasta el río, esta pautado implicitamente con sucesivos detenimientos, en los cuales comienzan los episodios de erotismo. Todavía no salidos totalmente de las calles “en las últimas esquinas”, la instintiva excitación que va dominando a cada uno de ellos es expresada mediante las imágenes de los pechos de la mujer que al ser estrechados se muestran blancos “como ramos de jacinto” y de las caricias a su cuerpo trasuntadas en el ruido del almidón de la enagua, sonando como seda “rasgada por diez cuchillos”, los dedos del hombre.
El uso de expresiones que invierten el orden gramatical natural, anteponiendo el adjetivo al sustantivo (últimas esquinas) destaca el alejamiento de la zona de ambiente social hacia un ambiente de soledad propicio a la intimidad. Abundan las metáforas que en sentido figurado aluden a la ofrecida desnudez de la mujer al equiparar la blancura de su cuerpo con el de las flores de jacinto, y la agresividad masculina del hombre al comparar sus dedos con cuchillos. La profunda oscuridad de una noche sin luna, se expresa al describir la aparente mayor altura de unos árboles que no están iluminados por ella: “sin luz de luna en sus copas”. La lejanía y soledad del lugar, también es descripta en forma figurada, al aludir a “un horizonte de perros” que “ladra muy lejos del río”.
 En un segundo momento, como en un cambio de plano cinematográfico, la segunda tirada de versos abandona lo que hasta el momento parecía una imagen observada a cierta distancia, donde se percibían elementos del ambiente alejado, para quedar centrada en un ámbito cercano e intimista. Establece una especie de barrera con el resto del ambiente, constituída por las zarzamoras, los juncos y los espinos que existen al borde de la zona en que el río forma una playa con el limo que conforma su fondo.
La descripción pasa a una alternación de imágenes de cada uno de los personajes, como también ocurre en el relato de cine o televisión en las escenas de diálogos; al tiempo que cada uno de los versos muestra a uno y otro desprendiéndose de sus ropas. La aceleración del impulso pasional se manifiesta en la elipsis del verbo activo (quitar), que no es incluido en los dos siguientes versos. “El cinturón con revólver” que se menciona, traza una imagen del hombre, como potencialmente violento, que el narrador y protagonista emplea como un medio de exhibir su carácter de valiente y varonil.
La narración toma seguidamente un ritmo más lento, al detenerse en la descripción de la fineza del cutis de la mujer, abarcando cuatro versos; y luego alude a la consumación de su relación íntima por referencia a sus muslos.
El desenlace temático del romance, muestra al gitano en una expresión de arrogancia de “gitano legítimo”, describiendo la actitud de la mujer al aludir en forma sugerente a “las cosas que ella me dijo” en el acto de pasión, que omite relatar, por hombría y caballerosidad; y su desvalorización por no ser doncella: “sucia de besos y arena”.
 A pesar de lo escandaloso que en su época, sin duda, pudo resultar este romance por su insólitamente detallada descripción de un encuentro pasional ocasional y puramente erótico, lo que en definitiva se desprende de él parece ser, por el contrario, la banalidad de la pasión meramente instintiva.
El gitano reitera en el final lo anticipado en los primeros tres versos, en cuanto a que había creído que la mujer era doncella, pero resultó no serlo. Pero en los cuatro versos finales, introduce un nuevo concepto: el de que no solamente él lo creyó sino que ella se lo dijo, mintiéndole; y que esa falta de lealtad, unida a la infidelidad hacia su marido, era un impedimento absoluto para que él se enamorara.
 El sentimiento del amor, queda así claramente distinguido de la mera pasión de una relación circunstancial; sentimiento que no puede existir respecto de aquella que no solamente resultó ser mentirosa, sino además infiel. La mujer, la belleza de cuya blancura indicativa de pureza y doncellez fuera ensalzada al principio, queda finalmente transformada en “sucia de besos y arena”; una mujer que no es merecedora de ser amada, y a la que se recompensa regalándole un costurero.

domingo, 9 de junio de 2013

Entre lo fantástico y lo maravilloso

Entre lo fantástico y lo maravilloso

Por  | Crónicas | 18.11.12
La creatividad es, sin duda alguna, una cualidad que goza de buena prensa. Ese don que nos permite movernos más allá de las fronteras que la realidad nos impone y nos lleva a descubrir algunos de los secretos que la naturaleza nos oculta, o a desarrollar ideas que transgreden los límites de nuestra experiencia cotidiana, caracteriza en gran parte nuestra humanidad y nos diferencia cualitativa y cuantitativamente de otras especies.
Imagen: CC
Es famosa la afirmación de Albert Einstein de que la imaginación es más importante que el conocimiento. La imaginación, la fantasía, nos ayudan a contemplar lo que nos rodea desde una perspectiva original y novedosa, nos ponen ante los ojos soluciones impensables a problemas que parecían no tener respuesta posible, nos abren la puerta a mundos paralelos que nos hacen reflexionar sobre el universo en el que vivimos y replantearnos los valores en que basamos nuestra existencia.
Y, sin embargo, curiosamente, en el ámbito de la literatura o de la ficción en general, lo fantástico ha sufrido a menudo el desprecio de los que defendían la superioridad de las narraciones realistas, más serias, más importantes. La fantasía ha sido minusvalorada por “contar mentiras”, por alejarnos de la realidad, como si el producto de nuestra mente no formara también parte de nuestra realidad.
Se pueden encontrar elementos fantásticos en la literatura de todos los tiempos, fenómenos sobrenaturales que distinguen ciertos relatos de otros que pretenden mostrarnos nuestro entorno tal como lo conocemos.
Frente a autores como Pérez Galdós, que ofrece en sus novelas un retrato de la sociedad española del siglo XIX, Edgar Allan PoeJulio Cortázar o J. R. R. Tolkien describen situaciones, personajes o historias que no tienen cabida en un mundo regido por las leyes que definen el nuestro.
Sin embargo, todas estas narraciones son también, como es obvio, muy diferentes entre sí. ¿Es, entonces, literatura fantástica cualquier obra que tenga un elemento sobrenatural? ¿Nos encontramos ante un mismo tipo de ficción cuando nos enfrentamos a una historia que se desarrolla entre elfos, enanos y otras criaturas feéricas en un contexto como la Tierra Media que cuando leemos un relato en el que un hombre comienza a vomitar conejitos, como le ocurre al protagonista de Carta a una señorita en París?
David Roas nos dice que para que una obra pueda ser considerada como literatura fantástica no basta con que aparezca lo sobrenatural de forma anecdótica: tiene que encontrarse en la base de la historia. Este género literario no puede funcionar sin la presencia de lo sobrenatural entendido como lo que transgrede las leyes del mundo real. Por eso la trama se sitúa en un espacio similar a él, un espacio cuestionado por un fenómeno que hará dudar al lector sobre la consistencia de lo que le rodea.
Julio Cortázar (foto: D.P.)
En ese sentido, el cuento mencionado de Cortázar sí sería un texto fantástico, puesto que nos relata una historia que tiene lugar en nuestro mundo, pero que transgrede sus leyes, ya que no parece muy habitual que nadie se ponga a vomitar conejitos como si tal cosa. Esta transgresión que también encontramos en los cuentos de terror de Allan Poe o en la narrativa corta de Jorge Luis Borges, por citar algunos ejemplos, no puede dejar impasible al lector, que se ve obligado a replantearse su concepto de lo que es real y lo que no, que tiene que enfrentarse a la posibilidad de que el universo que lo envuelve no corresponda con la imagen que se había formado de él.
Por eso se puede afirmar que la inquietud o la desazón son elementos fundamentales de lo fantástico. Tanto el personaje como el lector se quedan perplejos ante la idea de que lo sobrenatural se haya producido efectivamente, de que la estabilidad de su mundo tal como lo han concebido hasta ese momento se resquebraje ante sus propios ojos. ¿Cómo no llegar a dudar de lo que nos rodea e, incluso, de quiénes somos?
Frente a la presencia de este “miedo” y el desenlace normalmente trágico, como la muerte o la locura, que caracterizan a la verdadera literatura fantástica, nos encontramos otro tipo de literatura de fantasía que, sin embargo, es bastante diferente de la que acabamos de describir. Es lo que los críticos han dado en llamar literatura maravillosa (un ejemplo evidente sería El señor de los anillos). Esta forma de ficción se desarrolla en un mundo secundario, cuyas leyes no son las mismas que rigen nuestro universo, y tiene un final feliz en el que el bien se impone al mal.
En este género, lo sobrenatural no entra en conflicto con nuestro concepto de realidad. Los magos, los dragones y las hadas que aparecen en los cuentos populares no son fantásticos en la medida en que no cuestionan nuestro mundo. Los personajes que habitan estas historias aceptan los encantamientos y los sucesos extraordinarios de todo tipo como algo normal. Lo sobrenatural desde la perspectiva de nuestra realidad es, por tanto, plenamente natural en el nuevo mundo inventado.
Si, tal como afirmábamos antes, la ficción fantástica tiene, en algunos círculos, menos prestigio que la realista por ser considerada como una forma de evasión, lo maravilloso está aún un escalón por debajo de ella. Al fin y al cabo, los autores que se han dedicado a la literatura fantástica se encuentran dentro del canon y aparecen en todas las historias de la literatura. Mientras que el género de lo maravilloso, la llamada high fantasy en inglés, queda habitualmente relegada al ámbito de la paraliteratura, de la ficción popular, que para algunos es prácticamente lo mismo que decir que se trata de textos de escasa calidad artística.
Ilustración de John Howe para “El señor de los anillos” (© John Howe)
Ya hemos dicho que la literatura fantástica pretende, de algún modo, hacer reflexionar sobre la naturaleza de lo que llamamos realidad, pero ¿qué nos aporta la literatura maravillosa? ¿No busca esta, efectivamente, una huida hacia otros universos, poblados de elfos y otras necedades inexistentes? ¿No nos invita a refugiarnos en una burbuja absurda solo apta para los más jóvenes o los menos cultos?
En La infancia recuperadaFernando Savater, parafraseando a Walter Benjamin, nos explica que el interés práctico y el consejo sapiencial forman parte del carácter esencialmente esperanzador de la narración (entendiendo esta como un género opuesto al de la novela burguesa). La utilidad de estas narraciones puede ser una moral, un proverbio o una regla para la vida, pero, en cualquier caso, el narrador es alguien que da un consejo al que lo escucha. La aventura del relato se toma como propia, y el narrador se basa en su propia experiencia o en la fidelidad a la memoria que conserva su sabiduría para señalar al oyente los peligros que puede encontrarse en el camino e indicarle cómo superarlos. La novela moderna, por el contrario, nace para contar la desazón del hombre traicionado por todas las historias, por la memoria misma.
En la narración, tal como dice Savater, al héroe todo se le vuelve bien, nada malo puede pasarle, incluso aunque sea derrotado, algo que algunos entienden como una ingenuidad digna de burla: “pero no: noble y generosa ingenuidad, nacida libre, que aún no separa el bien del triunfo del bien, ni el mal de la derrota del mal y hace que el héroe avance seguro e invulnerable hasta el corazón mismo del infierno, probando aun allí que, a fin de cuentas, el bien es lo más práctico, lo más verdadero, lo único con que se puede efectivamente contar y que ni la muerte puede desmentir tan relampagueante evidencia”.
¿No podemos entender la obra de Tolkien como una narración en el sentido de Benjamin? ¿No son los relatos épicos de la Tierra Media una orientación para la vida como lo eran los cuentos populares o las leyendas antiguas? Seguramente muchas de las obras que pertenecen a este género son de segunda clase y se limitan a repetir esquemas y tópicos, pero no nos engañemos, eso ocurre también en la literatura más realista: los relatos de calidad son la excepción.
Y, sin embargo, hay novelas como las firmadas por este autor británico, filólogo y especialista en literatura medieval, que conservan la sabiduría transmitida de generación en generación por las historias tradicionales, y que tienen, además, un carácter iniciático y preparan para la vida.
El triunfo final, el final feliz no son muestra de un infantilismo ridículo, sino que, como el propio Tolkien nos dice en su ensayo sobre los cuentos de hadas, tienen una función consoladora. La “eucatástrofe” es, en su opinión, la función más elevada y la forma natural de este tipo de relatos. Por más peligros o infortunios que encuentre el héroe, la narración siempre dará un giro que lo conducirá hacia el éxito. No se niega la existencia del dolor ni del fracaso, puesto que estos son necesarios para disfrutar de la alegría de la liberación. Rechaza, eso sí, sin embargo, incluso contra toda evidencia, la derrota definitiva universal, y se convierte así es un “evangelio” que ofrece esperanza al lector.
Dice el refrán que sobre gustos no hay nada escrito (aunque, en realidad, han corrido ríos de tinta sobre los gustos “correctos” e “incorrectos”), y, en ese sentido, cada cual es libre de leer lo que le plazca y de sentirse atraído por un tipo de ficción u otro. Pero desprestigiar a la ligera ciertos géneros como escapistas o superficiales dice, a mi entender, más sobre el crítico que sobre el texto comentado. La literatura fantástica, hija de nuestra modernidad, nos invita a cuestionarnos nuestra idea del mundo y con ello nos inquieta, mientras que la literatura maravillosa, heredera de nuestras tradiciones más antiguas, nos sirve de guía y nos asegura que, en contra de todas las apariencias, se puede vivir desde la esperanza.

sábado, 1 de junio de 2013

TEORÍA DE LA AGUJA HIPODÉRMICA

TEORÍA DE LA AGUJA HIPODÉRMICA: 

(hipo: debajo; dérmica: relativo a la piel) También conocida como la teoría de la bala mágica, o teoría del estímulo. La Teoría se desarrolla en el período que transcurre entre las dos Guerras Mundiales. Los medios de comunicación de aquella época eran muy poderosos, influyendo directamente en la opinión de las masas.


Es posible crear un estímulo, un mensaje, tan fuerte que se "inyecte" (de ahí el nombre de "hipodérmica") en las personas. Entre el emisor y el receptor, entre el estímulo y la respuesta, no hay ninguna intermediación que impida ser influidos. Hay una relación directa de causa-efecto, algo mecánico, un vacío. De modo que la manipulación es posible porque frente a un poder enorme de medios de comunicación de masas no hay ningún elemento de resistencia. Cada miembro del público es personal y directamente atacado por el mensaje. Los medios de comunicación "inyectan" una información con un contenido que se da por cierto y verídico; es decir, que lo que un medio de comunicación diga (por ejemplo, que se desató una guerra) es cierto y de ninguna manera requiere ser verificado.

Breve análisis del cuento “Muebles El Canario” de Felisberto Hernández

Análisis del cuento “Muebles El Canario” de Felisberto Hernández

Este  texto pertenece al autor uruguayo Felisberto Hernández (Montevideo, 1902 – 1964). Perteneció  a la Generación del 30 o del Centenario al igual que Francisco Espínola, pero a diferencia de éste, se dedicó a una literatura urbana, exponiendo la ciudad  y sus costumbres como elementos esenciales. “Muebles El Canario” es uno de sus relatos más conocidos, en el que trata el tema de la invasión de los medios de comunicación a la privacidad. El tema guarda total vigencia en nuestra cultura.
Tiene un título epónimo, ya que es el nombre de la empresa que causa una serie de problemas al protagonista.
El narrador es interno y es además el protagonista del cuento. Los hechos relatados se ubican en la ciudad, se nombra la playa, el tranvía, el cuarto del personaje como escenarios de los hechos. Los mismos transcurren aproximadamente alrededor de los años treinta o cuarenta, lo que es posible identificar gracias a ciertos elementos como la radio, medio de comunicación masiva por excelencia, el tango, las radionovelas y los recitados de poesía son los espectáculos principales, y el tranvía es el medio de transporte público.
Su comienzo es abrupto, comienza con las palabras del narrador hablando en primera persona (narrador interno), el cual advierte que “la propaganda de esos muebles me tomó desprevenido” , esto lo explica por la falta de información sobre lo que había ocurrido en la ciudad, ya que se encontraba de vacaciones y dispuesto a no enterarse de nada.
El hecho fantástico se inicia con la frase “En ese instante ocurrieron muchas cosas” y a continuación narra que mientras viajaba en el tranvía fue inyectado sorpresivamente por un hombre. Le llamó la atención que en la jeringa decía “Muebles El Canario”. El hecho provocó el total desconcierto del personaje, ya que no recibió ninguna explicación al respecto.  Su reacción contrasta con la de los demás personajes, que estaban complacidos y aún ansiosos de recibir el inyectable.
El narrador comienza a formular hipótesis para explicar lo que ocurrió. Este hecho ubica al relato dentro de la literatura fantástica, ya que en un medio habitual se ha suscitado un hecho extraño, que no es explicado de ninguna manera: luego de la inyección comienza a escuchar la transmisión de una radio en su cabeza, hecho que perturba su calma, va contra sus gustos y no lo deja dormir.
En la narración se intercalan algunos guiños humorísticos, como el hecho de que cuando se aferraba al respaldo de la cama la transmisión se aclaraba, era como si el metal funcionara como una antena. La publicidad invade de tal forma la vida del hombre que decide salir a buscar una solución, es por eso que nuevamente toma un tranvía y pregunta a otro vendedor que inyectaba pasajeros.
En el desenlace del texto predomina el diálogo entre el narrador-personaje y el empleado de “Muebles El Canario”.   El empleado le brinda cierta información que aclara en algo su confusión: la empresa inyecta a las personas para producir los efectos ya mencionados con el fin de vender unas tabletas. Estas tabletas son un fraude como lo deja claro el funcionario al revelar la verdadera solución, que desde luego, no es gratis: Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada.” La ironía está presente en el ofrecimiento se hace presente la ironía, no le está haciendo un favor, está viendo una oportunidad de lucro en la desesperación del otro. El desenlace es humorístico: “Dése un baño de pies bien caliente”. No hay información sobre lo que ocurrió luego, ya que se trata de un final trunco, pero informar de esto no es lo que interesa al autor, sino cuestionar la conducta de la empresa.

Como  conclusión, podemos ver que el tema planteado guarda completa vigencia, ya que sufrimos una invasión de los medios de comunicación constante en nuestra vida cotidiana, manifestada en la contaminación visual y sonora de los espacios por los que transitamos habitualmente, con el fin de generarnos necesidades para que consumamos determinados productos. Para evitar caer en esta invasión hay que estar prevenido, y para estarlo es necesario informarse constantemente y ser crítico con las fuentes que nos proporcionan esta información. 

Muebles "El Canario" Felisberto Hernández


Muebles "El Canario" Felisberto Hernández


La propaganda de estos muebles me tomó desprevenido. Yo había ido a pasar un mes de vacaciones a un lugar cercano y no había querido enterarme de lo que ocurriera en la ciudad. Cuando llegué de vuelta hacía mucho calor y esa misma noche fui a una playa. Volvía a mi pieza más bien temprano y un poco malhumorado por lo que me había ocurrido en el tranvía. Lo tomé en la playa y me tocó sentarme en un lugar que daba al pasillo. Como todavía hacía mucho calor, había puesto mi saco en las rodillas y traía los brazos al aire, pues mi camisa era de manga corta. Entre las personas que andaban por el pasillo hubo una que de pronto me dijo:
-Con su permiso, por favor...
Y yo respondí con rapidez:
-Es de usted.
Pero no sólo no comprendí lo que pasaba sino que me asusté. En ese instante ocurrieron muchas cosas. La primera fue que aun cuando ese señor no había terminado de pedirme permiso, y mientras yo le contestaba, él ya me frotaba el brazo desnudo con algo frío que no sé por qué creí que fuera saliva. Y cuando yo había terminado de decir "es de usted" ya sentí un pinchazo y vi una jeringa grande con letras. Al mismo tiempo una gorda que iba en otro asiento decía:
-Después a mí.
Yo debo haber hecho un movimiento brusco con el brazo porque el hombre de la jeringa dijo:
-¡Ah!, lo voy a lastimar... quieto un...
Pronto sacó la jeringa en medio de la sonrisa de otros pasajeros que habían visto mi cara. Después empezó a frotar el brazo de la gorda y ella miraba operar muy complacida. A pesar de que la jeringa era grande, sólo echaba un pequeño chorro con un golpe de resorte. Entonces leí las letras amarillas que había a lo largo del tubo: Muebles "El Canario". Después me dio vergüenza preguntar de qué se trataba y decidí enterarme al otro día por los diarios. Pero apenas bajé del tranvía pensé: "No podrá ser un fortificante; tendrá que ser algo que deje consecuencias visibles si realmente se trata de una propaganda." Sin embargo, yo no sabía bien de qué se trataba; pero estaba muy cansado y me empeciné en no hacer caso. De cualquier manera estaba seguro de que no se permitiría dopar al público con ninguna droga. Antes de dormirme pensé que a lo mejor habrían querido producir algún estado físico de placer o bienestar. Todavía no había pasado al sueño cuando oí en mí el canto de un pajarito. No tenía la calidad de algo recordado ni del sonido que nos llega de afuera. Era anormal como una enfermedad nueva; pero también había un matiz irónico; como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiera puesto a cantar. Estas sensaciones pasaron rápidamente y en seguida apareció algo más concreto: oí sonar en mi cabeza una voz que decía:
-Hola, hola; transmite difusora "El Canario"... hola, hola, audición especial. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones... etc., etc.
Todo esto lo oía de pie, descalzo, al costado de la cama y sin animarme a encender la luz; había dado un salto y me había quedado duro en ese lugar; parecía imposible que aquello sonara dentro de mi cabeza. Me volví a tirar en la cama y por último me decidí a esperar. Ahora estaban pasando indicaciones a propósito de los pagos en cuotas de los muebles "El Canario". Y de pronto dijeron:
-Como primer número se transmitirá el tango...
Desesperado, me metí debajo de una cobija gruesa; entonces oí todo con más claridad, pues la cobija atenuaba los ruidos de la calle y yo sentía mejor lo que ocurría dentro de mi cabeza. En seguida me saqué la cobija y empecé a caminar por la habitación; esto me aliviaba un poco pero yo tenía como un secreto empecinamiento en oír y en quejarme de mi desgracia. Me acosté de nuevo y al agarrarme de los barrotes de la cama volví a oír el tango con más nitidez.Al rato me encontraba en la calle: buscaba otros ruidos que atenuaran el que sentía en la cabeza. Pensé comprar un diario, informarme de la dirección de la radio y preguntar qué habría que hacer para anular el efecto de la inyección. Pero vino un tranvía y lo tomé. A los pocos instantes el tranvía pasó por un lugar donde las vías se hallaban en mal estado y el gran ruido me alivió de otro tango que tocaban ahora; pero de pronto miré para dentro del tranvía y vi otro hombre con otra jeringa; le estaba dando inyecciones a unos niños que iban sentados en asientos transversales. Fui hasta allí y le pregunté qué había que hacer para anular el efecto de una inyección que me habían dado hacía una hora. Él me miró asombrado y dijo:
-¿No le agrada la transmisión?
-Absolutamente.
-Espere unos momentos y empezará una novela en episodios.
-Horrible -le dije.
Él siguió con las inyecciones y sacudía la cabeza haciendo una sonrisa. Yo no oía más el tango. Ahora volvían a hablar de los muebles. Por fin el hombre de la inyección me dijo:
-Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas "El Canario". Si a usted no le gusta la transmisión se toma una de ellas y pronto.
-¡Pero ahora todas las farmacias están cerradas y yo voy a volverme loco!
En ese instante oí anunciar:
-Y ahora transmitiremos una poesía titulada "Mi sillón querido", soneto compuesto especialmente para los muebles "El Canario".
Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo:
-Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas.
Yo le apuré para que me dijera el secreto. Entonces él abrió la mano y dijo:
-Venga el peso.
Y después que se lo di agregó:
-Dese un baño de pies bien caliente.