viernes, 24 de noviembre de 2017

El gaucho e introducción a la obra Martín Fierro.

EL GAUCHO
Los Primeros GAUCHOS:
Los antepasados del gaucho de los primeros tiempos son productos del mestizaje. Los vientres de mujeres indígenas fecundados por los faeneros y mozos sueltos  del siglo XVIII alumbraron en las tolderías niños bronceados de ojos celestes, de revueltos jopos color miel, de mentones voluntariosos y narices encorvadas. El gaucho, sin embargo, no es un tipo racial sino un producto económico-social. Habrá guachos negros como el carbón, gauchos de piel morena, gauchos de pupilas celestes y  pelo rubio.
El ganado  tuvo mucho que ver con la presencia del gaucho en estas tierras. En efecto, había por entonces en las desiertas llanuras pampeanas, miles de cabezas de vacas y caballos salvajes, sin dueños, denominados cimarrones. Y esos hombres que luego se llamaron gauchos empezaron a alejarse hacia la campaña donde podían subsistir sin mayor esfuerzo, pues con ese ganado de nadie satisfacían sus necesidades de sustento. Para comer bastaba con faenar un animal; lo demás lo brindaba la naturaleza: no les hacía falta nada más.
Una de las características distintivas del gaucho es su libertad. Esta tiene dos elementos componentes muy importantes. Por un lado, el caballo le da libertad de movimientos en una pradera inmensa. Por otro lado, la libertad se asienta en la abundancia del ganado que le brinda sustento. De este modo empieza a dibujarse la imagen del gaucho libre, sin trabajo fijo, que recorre a caballo grandes distancias y duerme al descampado sobre su recado cuando lo sorprende la noche en la soledad de la llanura. Lleva una vida nómade y apartada de las ciudades.
El gaucho deambula de rancho en rancho, con sus infaltables lazos y facones, vestido con calzoncillos blancos, chiripá, poncho y sombrero. Tales prendas y los aperos de su caballo son los únicos bienes del gaucho, para quién la sociedad se reduce a la familia y a los compañeros de pulperías.
Su primitiva casa era un miserable refugio, pero a medida que se afinca, el gaucho levanta el rancho de paredes de barro y cubre la puerta con un cuero. Como le bastaba matar una vaca para alimentarse, comía casi exclusivamente carne. Del animal sacrificado solo aprovechaba un trozo de carne y el cuero de las patas para hacerse un par de botas para canjearlo por yerba, galletas, tabaco,  etc.
Tal tipo de existencia continuó hasta que  el ganado cimarrón  disminuyó  por causa de tales matanzas, que las autoridades dejaron de otorgar permisos para vaquear. Las vaquerías eran espacios de reserva de ganado sin vigilancia, delimitados entre rinconadas formadas por corrientes de agua. Era una práctica de caza de toros y vacas en campo abierto, que se realizaba en el Río de la Plata, de la cual participaban los gauchos. Con el paso del tiempo el término "vaquería" denominaría al permiso otorgado por la autoridad para realizar la caza y luego al territorio en que dicho permiso podía ejercerse. Es el antecedente inmediato de la estancia, o hacienda rioplatense.

Comienzan los cambios: Cuando se fundaron las ciudades se repartieron las tierras, las más extensas y alejadas se llamaron estancias. Al principio, los límites entre una y otra eran simplemente los ríos y arroyos. Las autoridades apoyaban su instalación para evitar la pérdida de ganado provocada por la vaquería, pues, si los animales tenían dueños, ellos se encargarían de cuidar que subsistieran.
En las nuevas estancias vivían  los esclavos y los gauchos que trabajaban como peones. Como esas estancias tampoco tenían cercos, era necesario "aquerenciar" el ganado, es decir aprovechar la costumbre de éste de permanecer en un sitio determinado. Para lograrlo, durante tres o cuatro meses se los arreaba hacia lugares apropiados.  El aumento del número de estancias causó otra modificación en las costumbres del gaucho. Comenzó a abandonar la vida nómade y a trabajar. Él era quien mejor sabía realizar las nuevas tareas que la estancia requería, formar rodeo, castrar y marcar hacienda. Abandonado el antiguo rodeo, el gaucho debe entonces adaptarse a la situación; ya no domina con su rápido lazo el ganado salvaje, ahora cuida la hacienda mansa de las estancias.
El gaucho en las guerras de la Independencia: Cuando el país llamó a sus hijos para luchar contra España, los gauchos ingresaron en las filas patriotas. La audacia, la habilidad para cabalgar y el enorme conocimiento del suelo, hicieron de él un excelente soldado.
El Gaucho y los Caudillos: Más adelante, también participaron en las guerras civiles al lado de los caudillos. Ya desde principios del siglo XIX, a raíz de una ley expedida en 1815, se dispuso que quien no tuviera propiedad legítima fuera considerado sirviente, y todo sirviente que no llevara consigo la papeleta de conchabo (certificado de trabajo) de su patrón, era declarado vago. La persecución que originó esta ley, convirtió a muchos gauchos en hombres al margen de la sociedad; ante esta situación los gauchos encontraron que, junto a los caudillos estaban protegidos.
El gaucho desaparece: Todos los hechos señalados y los que van a producirse desde 1850, transforman poco a poco al gaucho en paisano. Por esa época comenzaron a alambrarse los campos para señalar sus límites y los propietarios de ganado se volcaron en contra de los gauchos que mataban animales ajenos. Muchos se vieron condenados a viajar por los caminos de los campos, con la amenaza constante de ser apresados sin la papeleta de conchabo y sufrir calabozo o cinco años de milicia. A esto se suma la inmigración. Miles de campesinos extranjeros se afincaron en la campaña. Como se adecuaban mejor al trabajo de la tierra, desplazaron al gaucho.
El progreso y los intereses económicos  desencadenaron un fuerte maltrato hacia los gauchos, siendo perseguidos y maltratados. Considerados ignorantes peligrosos, ladrones, vagos, debían ser eliminados o someterse a las normas y autoridad para el bienestar de la sociedad.
Fue entonces cuando éste debió elegir su futuro, algunos no aceptaron perder su forma de vida sin sujeciones, otros quedaron en las estancias trabajando como peones.

INTRODUCCIÓN A LA OBRA

Lo que conocemos como “Martín Fierro” es en realidad la unión de dos libros. El primero es “El gaucho M Fierro”, de 1872, que tiene 2316 versos divididos en 13 cantos (capítulos en verso). Cuenta allí la autobiografía de Fierro (canto 1 a 9), la de su amigo Cruz (cantos 10 a 12) y la partida de ambos a tierras de indios, en el último canto. La historia queda así un poco inconclusa, lo que motivó a los lectores a pedir reiteradamente su continuación.
   La segunda parte, “La vuelta de M Fierro”, apareció en 1879, con 4894 versos en 33 cantos. El objetivo del autor (en toda la obra) es reivindicar la imagen del gaucho, sin idealizarlo ni burlarse de él. Concentra en Martín Fierro las características de todos los gauchos; es un fiel reflejo de los gauchos de su época.
   El libro está escrito en estrofas mayoritariamente de 6 versos octosílabos con rima consonante ABBCCB, que son conocidas como “coplas” o “sextinas”. Algunos capítulos tienen estrofas de cuatro versos o series de versos sin división en estrofas.
   Es un POEMA ÉPICO: poema por la estructura y épico porque cuenta grandes hazañas y la lucha del protagonista contra la adversidad y la injusticia.
   Su lenguaje imita al de la gente de campo, a veces sacando letras (“otenidas”), cambiándolas (“alquiridas”), agregándolas (“naides”) o cambiando acentos (“entiendamé”). Utiliza muchas comparaciones e imágenes, dichos y refranes, así como palabras de origen indígena (“yuyo”, por ejemplo) o muy antiguas (“peje” por pez).
   Se ubica en la Pampa argentina, en ámbitos como el fortín (donde se lucha contra los indios), el pueblo, los alrededores, el campo y las tierras de indios. Hay pocos nombres de lugares concretos. Es un mundo con grandes diferencias sociales, donde en primer lugar estaban los que mandaban (los del pueblo, los extranjeros), luego los trabajadores rurales, los gauchos y por último indios y negros.
   El protagonista es un gaucho, y da sus características en el canto 1. Es un personaje ficticio, aunque se supone que hubo un preso entre 1865 y 1869 que fue a la frontera a luchar contra los indios, como Fierro. Este es un apellido que sugiere valentía y fortaleza.
   Se trata de un personaje que cuenta su historia en verso y en primera persona. Tuvo familia, mujer e hijos, ganado, ranchito, trabajo, y todo lo perdió porque lo obligaron a ir a la frontera a pelear contra los indios, donde sufrió mil malos tratos y hambre hasta que se escapó, tres años después. Cuando volvió a su tierra se encontró con que su mujer se había ido con otro hombre, sus hijitos andaban por ahí trabajando de peones (aunque eran niños) y su rancho se había convertido en una “tapera” (algo casi derrumbado, abandonado, inhabitable). José Hernández muestra cómo los gauchos eran muchas veces injustamente castigados por la sociedad. Martín Fierro comenzó siendo tranquilo, paciente (“Yo he sido manso primero”) , pero tras todos estos problemas juró “ser más malo que una fiera”, y allí comenzó una etapa violenta y terrible de su vida, donde llega a matar a un par de personas y enfrentarse solo con toda una partida policial que lo andaba persiguiendo. Un policía, el sargento Cruz, lo ve tan valeroso que decide ponerse de su lado y ayudarlo, aunque esto implica que ambos serán perseguidos y tendrán que refugiarse en territorio indígena. Años después vuelve Fierro, se reencuentra con dos de sus hijos, conoce al hijo de Cruz (eran ya hombres adultos) y todos cuentan sus vidas hasta entonces.


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