EL GAUCHO
Los
Primeros GAUCHOS:
Los antepasados del gaucho de los
primeros tiempos son productos del mestizaje. Los vientres de mujeres indígenas
fecundados por los faeneros y mozos sueltos
del siglo XVIII alumbraron en las tolderías niños bronceados de ojos
celestes, de revueltos jopos color miel, de mentones voluntariosos y narices
encorvadas. El gaucho, sin embargo, no es un tipo racial sino un producto
económico-social. Habrá guachos negros como el carbón, gauchos de piel morena,
gauchos de pupilas celestes y pelo
rubio.
El ganado tuvo mucho que ver con la presencia del
gaucho en estas tierras. En efecto, había por entonces en las desiertas
llanuras pampeanas, miles de cabezas de vacas y caballos salvajes, sin dueños,
denominados cimarrones. Y esos hombres que luego se llamaron gauchos empezaron
a alejarse hacia la campaña donde podían subsistir sin mayor esfuerzo, pues con
ese ganado de nadie satisfacían sus necesidades de sustento. Para comer bastaba
con faenar un animal; lo demás lo brindaba la naturaleza: no les hacía falta
nada más.
Una de las características distintivas
del gaucho es su libertad. Esta tiene dos elementos componentes muy
importantes. Por un lado, el caballo le da libertad de movimientos en una
pradera inmensa. Por otro lado, la libertad se asienta en la abundancia del
ganado que le brinda sustento. De este modo empieza a dibujarse la imagen del
gaucho libre, sin trabajo fijo, que recorre a caballo grandes distancias y
duerme al descampado sobre su recado cuando lo sorprende la noche en la soledad
de la llanura. Lleva una vida nómade y apartada de las ciudades.
El gaucho deambula de rancho en
rancho, con sus infaltables lazos y facones, vestido con calzoncillos blancos,
chiripá, poncho y sombrero. Tales prendas y los aperos de su caballo son los
únicos bienes del gaucho, para quién la sociedad se reduce a la familia y a los
compañeros de pulperías.
Su primitiva casa era un miserable
refugio, pero a medida que se afinca, el gaucho levanta el rancho de paredes de
barro y cubre la puerta con un cuero. Como le bastaba matar una vaca para
alimentarse, comía casi exclusivamente carne. Del animal sacrificado solo
aprovechaba un trozo de carne y el cuero de las patas para hacerse un par de
botas para canjearlo por yerba, galletas, tabaco, etc.
Tal tipo de existencia continuó hasta
que el ganado cimarrón disminuyó
por causa de tales matanzas, que las autoridades dejaron de otorgar
permisos para vaquear. Las vaquerías eran espacios de reserva de ganado sin
vigilancia, delimitados entre rinconadas formadas por corrientes de agua. Era
una práctica de caza de toros y vacas en campo abierto, que se realizaba en el
Río de la Plata, de la cual participaban los gauchos. Con el paso del tiempo el
término "vaquería" denominaría al permiso otorgado por la autoridad
para realizar la caza y luego al territorio en que dicho permiso podía
ejercerse. Es el antecedente inmediato de la estancia, o hacienda rioplatense.
Comienzan
los cambios: Cuando se
fundaron las ciudades se repartieron las tierras, las más extensas y alejadas
se llamaron estancias. Al principio, los límites entre una y otra eran
simplemente los ríos y arroyos. Las autoridades apoyaban su instalación para
evitar la pérdida de ganado provocada por la vaquería, pues, si los animales
tenían dueños, ellos se encargarían de cuidar que subsistieran.
En las nuevas estancias vivían los esclavos y los gauchos que trabajaban
como peones. Como esas estancias tampoco tenían cercos, era necesario
"aquerenciar" el ganado, es decir aprovechar la costumbre de éste de
permanecer en un sitio determinado. Para lograrlo, durante tres o cuatro meses
se los arreaba hacia lugares apropiados.
El aumento del número de estancias causó otra modificación en las
costumbres del gaucho. Comenzó a abandonar la vida nómade y a trabajar. Él era
quien mejor sabía realizar las nuevas tareas que la estancia requería, formar
rodeo, castrar y marcar hacienda. Abandonado el antiguo rodeo, el gaucho debe
entonces adaptarse a la situación; ya no domina con su rápido lazo el ganado salvaje,
ahora cuida la hacienda mansa de las estancias.
El
gaucho en las guerras de la Independencia: Cuando
el país llamó a sus hijos para luchar contra España, los gauchos ingresaron en
las filas patriotas. La audacia, la habilidad para cabalgar y el enorme
conocimiento del suelo, hicieron de él un excelente soldado.
El
Gaucho y los Caudillos: Más
adelante, también participaron en las guerras civiles al lado de los caudillos.
Ya desde principios del siglo XIX, a raíz de una ley expedida en 1815, se
dispuso que quien no tuviera propiedad legítima fuera considerado sirviente, y
todo sirviente que no llevara consigo la papeleta de conchabo (certificado de
trabajo) de su patrón, era declarado vago. La persecución que originó esta ley,
convirtió a muchos gauchos en hombres al margen de la sociedad; ante esta
situación los gauchos encontraron que, junto a los caudillos estaban
protegidos.
El
gaucho desaparece: Todos los hechos
señalados y los que van a producirse desde 1850, transforman poco a poco al
gaucho en paisano. Por esa época comenzaron a alambrarse los campos para
señalar sus límites y los propietarios de ganado se volcaron en contra de los
gauchos que mataban animales ajenos. Muchos se vieron condenados a viajar por
los caminos de los campos, con la amenaza constante de ser apresados sin la
papeleta de conchabo y sufrir calabozo o cinco años de milicia. A esto se suma
la inmigración. Miles de campesinos extranjeros se afincaron en la campaña.
Como se adecuaban mejor al trabajo de la tierra, desplazaron al gaucho.
El progreso y los intereses
económicos desencadenaron un fuerte
maltrato hacia los gauchos, siendo perseguidos y maltratados. Considerados
ignorantes peligrosos, ladrones, vagos, debían ser eliminados o someterse a las
normas y autoridad para el bienestar de la sociedad.
Fue entonces cuando éste debió elegir
su futuro, algunos no aceptaron perder su forma de vida sin sujeciones, otros
quedaron en las estancias trabajando como peones.
INTRODUCCIÓN A LA OBRA
Lo que conocemos como “Martín Fierro”
es en realidad la unión de dos libros. El primero es “El gaucho M Fierro”, de
1872, que tiene 2316 versos divididos en 13 cantos (capítulos en verso). Cuenta
allí la autobiografía de Fierro (canto 1 a 9), la de su amigo Cruz (cantos 10 a
12) y la partida de ambos a tierras de indios, en el último canto. La historia
queda así un poco inconclusa, lo que motivó a los lectores a pedir
reiteradamente su continuación.
La segunda parte, “La vuelta de M Fierro”, apareció en 1879, con 4894
versos en 33 cantos. El objetivo del autor (en toda la obra) es reivindicar la
imagen del gaucho, sin idealizarlo ni burlarse de él. Concentra en Martín
Fierro las características de todos los gauchos; es un fiel reflejo de los
gauchos de su época.
El libro está escrito en estrofas mayoritariamente de 6 versos
octosílabos con rima consonante ABBCCB, que son conocidas como “coplas” o
“sextinas”. Algunos capítulos tienen estrofas de cuatro versos o series de
versos sin división en estrofas.
Es un POEMA ÉPICO: poema por la estructura y épico porque cuenta grandes
hazañas y la lucha del protagonista contra la adversidad y la injusticia.
Su lenguaje imita al de la gente de campo, a veces sacando letras
(“otenidas”), cambiándolas (“alquiridas”), agregándolas (“naides”) o cambiando
acentos (“entiendamé”). Utiliza muchas comparaciones e imágenes, dichos y
refranes, así como palabras de origen indígena (“yuyo”, por ejemplo) o muy
antiguas (“peje” por pez).
Se ubica en la Pampa argentina, en ámbitos como el fortín (donde se
lucha contra los indios), el pueblo, los alrededores, el campo y las tierras de
indios. Hay pocos nombres de lugares concretos. Es un mundo con grandes
diferencias sociales, donde en primer lugar estaban los que mandaban (los del
pueblo, los extranjeros), luego los trabajadores rurales, los gauchos y por
último indios y negros.
El protagonista es un gaucho, y da sus características en el canto 1. Es
un personaje ficticio, aunque se supone que hubo un preso entre 1865 y 1869 que
fue a la frontera a luchar contra los indios, como Fierro. Este es un apellido
que sugiere valentía y fortaleza.
Se trata de un personaje que cuenta su historia en verso y en primera
persona. Tuvo familia, mujer e hijos, ganado, ranchito, trabajo, y todo lo
perdió porque lo obligaron a ir a la frontera a pelear contra los indios, donde
sufrió mil malos tratos y hambre hasta que se escapó, tres años después. Cuando
volvió a su tierra se encontró con que su mujer se había ido con otro hombre,
sus hijitos andaban por ahí trabajando de peones (aunque eran niños) y su
rancho se había convertido en una “tapera” (algo casi derrumbado, abandonado,
inhabitable). José Hernández muestra cómo los gauchos eran muchas veces
injustamente castigados por la sociedad. Martín Fierro comenzó siendo tranquilo,
paciente (“Yo he sido manso primero”) , pero tras todos estos problemas juró
“ser más malo que una fiera”, y allí comenzó una etapa violenta y terrible de
su vida, donde llega a matar a un par de personas y enfrentarse solo con toda
una partida policial que lo andaba persiguiendo. Un policía, el sargento Cruz,
lo ve tan valeroso que decide ponerse de su lado y ayudarlo, aunque esto
implica que ambos serán perseguidos y tendrán que refugiarse en territorio
indígena. Años después vuelve Fierro, se reencuentra con dos de sus hijos,
conoce al hijo de Cruz (eran ya hombres adultos) y todos cuentan sus vidas
hasta entonces.
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