Biografía de Juana de Ibarbourou
El 8 de marzo de 1892 nacía en Melo la bella poetisa Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida
como Juana de Ibarbourou. Fue la hija menor de Vicente Fernández y de Valentina
Morales. Vicente y Valentina se casaron en 1880 y en 1882 tuvieron a su primer
hija, Basilisa. Tuvieron más hijos que murieron poco después de nacer.
Valentina fue figura clave para Juana.
Sobre su padre se sabe poco, al parecer criaba
gallos de riña en su casa y posteriormente fue jardinero de la Intendencia
Municipal de Cerro Largo. De fuerte
temperamento, tenía dos hogares, el oficial y otro que formó con una mujer
casada del lugar; pocas cuadras separadas una casa de la otra. Con esa otra
pareja don Vicente tuvo dos hijos, Agustín y Eustaquio. Esto implicó un gran
escándalo. A pesar de ello, Juana en su madurez, quiso conocer a sus medios
hermanos, logrando aproximarse y perdonar.
La guerra acompañó su niñez. Los dos
enfrentamientos que vivió fueron la revolución de 1897 y la guerra de 1904.
Melo era el territorio del caudillo blanco Aparicio Saravia. Toda su familia,
incluyendo Juana, sentía una gran devoción por el caudillo.
Juana
se iba transformando en una mujer hermosa. La acompañaban los poemas de
Rubén Darío, los versos de Antonio Machado y de Juan Ramón Jiménez. Escribió en
esos tiempos, sus primeros poemas en el diario “El Deber Cívico”, de Melo. En
1913 contrajo matrimonio con el capitán Lucas Ibarbourou y un año más tarde,
nació su único hijo Julio César. Su primer libro fue “Lenguas de diamante” (poesía) publicado en
1919, le siguieron en 1920 “El cántaro fresco” (prosa) y en 1922 “Raíz salvaje”
(poesía), entre muchos otros. Su obra llegaba no solo a los gustosos de la
literatura sino también a aquellos que no lo eran.
El éxito cambió la vida en su casa, ya no se
ocupaba de las tareas domésticas, cuidaba cada vez más su aspecto físico:
quería verse cada vez más hermosa. Su madre Valentina junto con la criada se
ocuparon del hogar y de su hijo. Juana y Julio César estaban cada vez más
distantes, ella ya no lo iba a buscar a la escuela, no compartía sus deberes.
Era su abuela quien lo acompañaba en esos momentos ya que Juana dormía de
mañana porque escribía de noche.
El sábado 10 de agosto de 1929, Juana recibía
un homenaje importantísimo: sería nombrada JUANA DE AMÉRICA. La ceremonia sería
en el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. El título de “Juana
de América” nació de los estudiantes de la Universidad de la República y
jóvenes poetas. En ese día diez mil personas acompañaron a Juana, dentro y
fuera del Palacio Legislativo. Su popularidad era inmensa. Después de la
ceremonia, Juana llegó al éxito total. Todo el pueblo se sentía orgulloso de
ella. Sus poemas habían sido incorporados en los programas de estudio tanto de
escuelas, liceos y enseñanza superior. No solo en el Uruguay sino también en el
resto del continente. Juana supo, a
través de su poesía sencilla y misteriosa, interpretar un modo de sentir
popular y simple. Se destaca notoriamente en su obra el optimismo por la vida,
los contrastes entre alegrías y tristezas, el amor por la naturaleza, la
humanidad, la libertad, el sacrificio del amor y la belleza.
Fue postulada al premio Cervantes y al premio
Nobel de literatura. Fue miembro de la Academia Nacional de Letras, recibe el
primer Premio Nacional de Literatura, entre muchas otras distinciones. Sus
obras fueron traducidas a casi todos los idiomas.
En su vejez, Juana vive en soledad, sin
recibir visitas, ocultándose del mundo. El libro “Al encuentro de las Tres
Marías” escrito por Diego Fischer, presenta datos biográficos de Juana nunca
antes revelados. Se plantea que quizás habría que hablar de una mujer
inteligente y ambiciosa que supo siempre a dónde quería llegar. Alguien que se
enamoró más de una vez y vivió un romance prohibido con un hombre veinte años
más joven. Una víctima de la violencia doméstica. Una víctima de su hijo. Una
víctima de su entorno. Adicta a las drogas, la felicidad fue para ella un
estado pasajero, que auguraba el dolor y la angustia que nunca la abandonaron.
Y aun en el infierno de morfina, violencia y desamor en el que transcurrió la
mayor parte de su vida, escribió versos magistrales y prosas memorables. Las
autoridades de la época supieron de su sufrimiento, pero optaron por guardarlo
como un secreto de Estado.
Juana de Ibarbourou muere el 15 de julio de
1979 en Montevideo. Fue velada en el mismo Salón
de los Pasos Perdidos en que fue nombrada «Juana de América». El gobierno del
momento dispuso un día de duelo
nacional y fue enterrada con
honores de Ministro
de Estado, siendo la primera mujer en
la historia de Uruguay a la que se le otorgó tal distinción.
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