La
“noche de Santiago” alude a una noche de festividad religiosa (San Tiago), en que se presupone que sea conocido del auditorio es costumbre en los pueblos reunirse los pobladores y forasteros en la plaza o lugar similar, en un ambiente festivo de “romería”, de por sí propicio a este tipo de provocaciones y encuentros eróticos.
El relato se desencadena en forma directa y acelerada mediante expresiones que implican el alejamiento de la pareja del centro de la fiesta y su llegada a una zona sin duda cercana, pero no urbana sino rural que ya había sido anticipada como la orilla de un río: “Se apagaron los faroles” es una expresión figurada en el sentido de que no se apagaron realmente sino que ellos quedaron fuera del alcance de su luz, al alejarse. “...y se encendieron los grillos” describe, también en forma metafórica, la llegada a una zona de campo, aislada de la gente, tranquila y silenciosa, en que lo que se oye es el canto de los grillos.
El recorrido que la pareja realiza desde la fiesta de Santiago hasta el río, esta pautado implicitamente con sucesivos detenimientos, en los cuales comienzan los episodios de erotismo. Todavía no salidos totalmente de las calles “en las últimas esquinas”, la instintiva excitación que va dominando a cada uno de ellos es expresada mediante las imágenes de los pechos de la mujer que al ser estrechados se muestran blancos “como ramos de jacinto” y de las caricias a su cuerpo trasuntadas en el ruido del almidón de la enagua, sonando como seda “rasgada por diez cuchillos”, los dedos del hombre.
El uso de expresiones que invierten el orden gramatical natural, anteponiendo el adjetivo al sustantivo (últimas esquinas) destaca el alejamiento de la zona de ambiente social hacia un ambiente de soledad propicio a la intimidad. Abundan las metáforas que en sentido figurado aluden a la ofrecida desnudez de la mujer al equiparar la blancura de su cuerpo con el de las flores de jacinto, y la agresividad masculina del hombre al comparar sus dedos con cuchillos. La profunda oscuridad de una noche sin luna, se expresa al describir la aparente mayor altura de unos árboles que no están iluminados por ella: “sin luz de luna en sus copas”. La lejanía y soledad del lugar, también es descripta en forma figurada, al aludir a “un horizonte de perros” que “ladra muy lejos del río”.
En un segundo momento, como en un cambio de plano cinematográfico, la segunda tirada de versos abandona lo que hasta el momento parecía una imagen observada a cierta distancia, donde se percibían elementos del ambiente alejado, para quedar centrada en un ámbito cercano e intimista. Establece una especie de barrera con el resto del ambiente, constituída por las zarzamoras, los juncos y los espinos que existen al borde de la zona en que el río forma una playa con el limo que conforma su fondo.
La descripción pasa a una alternación de imágenes de cada uno de los personajes, como también ocurre en el relato de cine o televisión en las escenas de diálogos; al tiempo que cada uno de los versos muestra a uno y otro desprendiéndose de sus ropas. La aceleración del impulso pasional se manifiesta en la elipsis del verbo activo (quitar), que no es incluido en los dos siguientes versos. “El cinturón con revólver” que se menciona, traza una imagen del hombre, como potencialmente violento, que el narrador y protagonista emplea como un medio de exhibir su carácter de valiente y varonil.
La narración toma seguidamente un ritmo más lento, al detenerse en la descripción de la fineza del cutis de la mujer, abarcando cuatro versos; y luego alude a la consumación de su relación íntima por referencia a sus muslos.
El desenlace temático del romance, muestra al gitano en una expresión de arrogancia de “gitano legítimo”, describiendo la actitud de la mujer al aludir en forma sugerente a “las cosas que ella me dijo” en el acto de pasión, que omite relatar, por hombría y caballerosidad; y su desvalorización por no ser doncella: “sucia de besos y arena”.
A pesar de lo escandaloso que en su época, sin duda, pudo resultar este romance por su insólitamente detallada descripción de un encuentro pasional ocasional y puramente erótico, lo que en definitiva se desprende de él parece ser, por el contrario, la banalidad de la pasión meramente instintiva.
El gitano reitera en el final lo anticipado en los primeros tres versos, en cuanto a que había creído que la mujer era doncella, pero resultó no serlo. Pero en los cuatro versos finales, introduce un nuevo concepto: el de que no solamente él lo creyó sino que ella se lo dijo, mintiéndole; y que esa falta de lealtad, unida a la infidelidad hacia su marido, era un impedimento absoluto para que él se enamorara.
El sentimiento del amor, queda así claramente distinguido de la mera pasión de una relación circunstancial; sentimiento que no puede existir respecto de aquella que no solamente resultó ser mentirosa, sino además infiel. La mujer, la belleza de cuya blancura indicativa de pureza y doncellez fuera ensalzada al principio, queda finalmente transformada en
“sucia de besos y arena”; una mujer que no es merecedora de ser amada, y a la que se recompensa regalándole un costurero.
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