domingo, 18 de agosto de 2013

Análisis Tratado I Lazarillo de Tormes.

Lazarillo de Tormes - Análisis tratado I 
Tratado primero: Presentación de Lázaro

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris


Los tratados comienzan con un paratexto, en este caso dice “cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue” que en realidad no parece adelantar nada importante sobre el contenido de lo que va tratar. Toda la novela va a hablar de eso. Esto ya predispone al lector a la burla, ya que éste, acostumbrado a las novelas de caballerías que solían comenzar con un paratexto que anunciaba el episodio central, encuentra aquí el mismo mecanismo, pero si bien es cierto que esos paratextos no decían mucho, nunca eran tan vacíos como éste.

La narración comienza abruptamente, con una conjunción adverbial, como si hubiera una conversación previa. Esta conversación está dirigida a la figura del narratario (aquel a quien está dirigida la historia), figura que no aparece comúnmente en las narraciones, lo que hace que esta novela tenga un carácter epistolar (carta). Este narratario es “vuestra merced”, un burgués que le ha pedido a Lázaro que le explique cómo es posible que su mujer le engañe con el Abad. Seguramente, el burgués ocioso, deseaba conocer los pormenores del adulterio, pero Lázaro responde con su vida, demostrando que esta situación no es más ue una nimiedad ante las desgracias y desventuras que él ha tenido que pasar. Él es un producto de la sociedad injusta “ante todas las cosas” y si ha llegado allí ha sido “remando” en la vida, para llegar a buen puerto.
Él comienza su relato desde algo tan esencial como es el nombre. Lázaro no se llama así, así le dicen; es su apodo. Por lo tanto, a Lázaro le está vedado hasta su propio nombre, su identidad. Él es alguien, por la mirada de otros, otros han determinado su identidad. Esto va en relación con el nombre “Lázaro”. Éste es un nombre bíblico. Es un personaje de los Evangelios que Cristo resucita. De la misma manera este niño tiene dos nacimientos, uno es el biológico y otro el de pícaro. Volverá a la vida, pero no como el Lázaro bíblico para hacer el bien, sino, irónicamente, para sobrevivir a como de lugar. Por eso es un anti-héroe, porque encarna todas las cualidades negativas de una época, de una sociedad.

Ironizando las novelas de caballería, Lázaro anexa a su nombre, el del río en que nació. Era una práctica común de los caballeros, anexar el nombre del lugar en que habían nacido para realzar ese lugar con sus hazañas, una vez que cobraran nombre y fama de héroes, pero como Lázaro es un anti-héroe, lo que logra con este efecto es comicidad, burla despectiva a las clases superiores, aristocráticas, y a los personajes que se destacaban por sus buenas hazañas. Las hazañas de Lázaro son para sobrevivir él, no para lograr “fama y nombre”, y no son heroica, sino muchas veces son cosas que a la sociedad desprecia.

En línea de la ironía, que es un recurso literario por el cual se sugiere lo contrario a lo que se dice, Lázaro anexa el nombre de sus padres a su presentación, como si estos fueran de alcurnia, aristócratas importantes. Sin embargo, el nombre sugiere la vulgaridad de ellos, son Pérez y González. Algo parecido sucede con el nombre de la aldea, el nombre de un pueblito desconocido, pero adjuntado al nombre de Salamanca, parecería darle prestigio a la aldea.

Desde su nacimiento le está negado lo esencial, su nombre, una descendencia digna, un lugar al menos conocido, e incluso un nacimiento recibido con agrado. Lázaro no tiene en el momento del nacimiento el apego emocional que debería tener, la madre bien puede sustituirse por el río, y el padre es una figura ausente como veremos más adelante y como Lázaro adelanta cuando dice “que Dios perdone”. La madre tiene el parto casi sin darse cuenta, no lo espera realmente, la agarra desprevenida “una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí”. La utilización de los verbos unidos por la conjunción “y” muestran esta sorpresa del parto. Esto nos muestra el desapego de esta madre.

Lázaro hasta tiene vedada su voz, y por lo tanto su posibilidad de mostrar emociones, y estas se muestran en las palabras que utiliza, como una especie de venganza del mundo que lo margina. Así su madre no estará embaraza, estará “preñada” como si ella fuera una vaca y él un ternero, siendo ambos puestos a un nivel de animales. Muchas veces, ante hechos fuertes, Lázaro no se permitirá expresar emociones, sino sólo las dejará entrever a través de palabras.

Es interesante ver, antes de seguir adelante, que Lázaro pasa de su nacimiento directamente a los ocho años. Y el tratamiento del tiempo en toda la novela será un tema interesante a apreciar, porque el tiempo será el tiempo del hambre. En el primer tratado el tiempo pasará lentamente, casi no se hará mención a él. En el segundo tratado el tiempo está medido en días, y será medido con precisión, mientras que en el tratado tercero, el tiempo se menciona por horas, porque el hambre apremia.

Volviendo a las figuras parentales la figura del padre será también otra clave en la vida de Lázaro para explicar cómo a pesar de las carencias él logra salir adelante. El padre es un trabajador, hace quince años que trabaja en un molino. No es un vago, ni un delincuente, sin embargo se ve en la obligación de robar para poder alimentar a su familia. Ese es el ambiente en que Lázaro crece. Dice Lázaro que al padre le acusan de unas “sangrías mal hechas” en los costales. Se las “achacaron” como si no fuera culpable, rodeando la imagen del padre de una atmósfera de inocencia a pesar de que el padre las confiesa luego. De esta manera Lázaro comienza a descubrir que la realidad en que se mueve es injusta. No importa que seas honesto, trabajes y te esfuerces durante años, aún te tendrás que ver obligado a robar en esta España empobrecida.

Es interesante reparar en la metáfora “sangrías mal hechas”. Las sangrías eran una práctica médica que consistía en hacer pequeños tajos en los brazos del enfermo. De esta manera la sangre salía y se limpiaba. Por lo tanto una sangría mal hecha podría equivaler a la muerte. En este caso el tajo en los costales son sangrías mal hechas porque equivalen a la desgracia del padre y de su familia. Este episodio en la vida de Lázaro es vivido por él de manera sorpresiva, rápida, e inevitable, y esto se ve en la polisíndeton (la reiteración de la conjunción “y”) unida a los verbos (“y confesó y no negó y padeció”), dándole agilidad a la acción e imitando así el lenguaje infantil tal como lo sintió Lázaro.

El narrador no pierde ocasión de burlarse de las Escrituras, o por lo menos de la interpretación que se hace de ella, mostrando que la misma es fácil de torcer. Dice que su padre “padeció persecución por justicia” y luego agrega “espero en Dios que está en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados”, asegurando que según la Biblia su padre debería estar en la gloria porque padeció persecución por justicia. El narrador hace referencia a las bienaventuranzas que Cristo hace en el sermón del monte (intertextualidad con el Evangelio de Mateo), pero en ese caso se habla de aquellos que padecen la persecución a causa de la justicia divina, es decir por llevar el Evangelio a los otros. Lejos está el padre de Lázaro de caer preso por hacer el bien.

La pena del padre es el destierro. Con esto debe ponerse al servicio de un caballero, y de alguna manera esto se transforma en una profecía del destino de Lázaro, que también tendrá que servir a amos para sobrevivir. De todas formas eso no dura mucho, ya que como acemilero (cuidador de las mulas) va a la guerra y allí muere podría decirse de casualidad. Esta falta del rol paterno nos muestra la carencia de Lázaro de una persona que le enseñe a manejarse en la vida, ya que esa es la función de un padre.

Ante esta pérdida, la madre intenta cambiar de vida. Lázaro, una vez más negando sus sentimiento dice “mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese”, como si él estuviera por fuera de esta situación, si no estuviera implicado en ella. Lázaro asegura que su madre determinó “arrimarse a los buenos” y esta expresión se vuelve muy oscura dado el tono de toda la novela. Podría tomarse literalmente, y decir que la madre realmente intenta seguir por un camino honesto y por eso se pone a trabajar rectamente. Pero también, dado que empieza a frecuentar las caballerizas y conoce a Zaide, hace pensar que tal vez la frase fuese irónica, y que la madre hubiera tenido que llegar a prostituirse.

Entre Antona y Zaide se da una relación afectiva, pero teñida de lo material. Lo mismo pasa con Lázaro y Zaide. Este hombre negro, tiene un origen moro, por lo tanto pertenece a una cultura diferente a Antona. Pero aún siendo diferentes, forman una familia. La forma en que Zaide entra en el hogar es lentamente, y se presenta con comida en principio, y luego con abrigo. Al principio, Lázaro tiene miedo, precisamente por la apariencia física de Zaide, pero a medida que descubre que la condición de ellos mejora, cambia el afecto de él hacia Zaide. De esta manera, Lázaro asocia el amor a las cosas materiales que puede recibir.

La segunda figura paterna también está asociada al mundo de la delincuencia, pero con la impronta de ser un trabajador, cuyo trabajo no alcanza para mantener su hogar. La historia de su padre se repite y se reafirma. Este hombre roba no sólo para abrigar y dar de comer a su familia, sino también para vender lo robado. Esto es diferente al padre, es como si este ambiente de delincuencia se hubiera agravado, y aún más porque ahora Lázaro está implicado en él. Él debe vender, a veces, algunas herraduras robadas. La madre ahora es claramente cómplice de estos robos, pero teniendo en cuenta que todo esto es por una causa noble, por lo menos así lo presenta Lázaro, incluso lo justifica diciendo “esclavo del amor le animaba a esto”.


Otra vez sufre la pérdida de esta figura, otra vez se le niega la posibilidad de un padre. Esto explicará la importancia de la figura del ciego.



Presentación del ciego y despedida de la madre

Una vez que Lázaro pierde su segunda figura paterna, la madre determina ir a servir a un mesón, tratando de “evitar el peligro”. Así sirve, Lázaro ayuda y conocen un día a un ciego que viene a posar una noche. Este personaje será para Lázaro un padre, aquel que le enseñe el oficio de pícaro, lo inicie en este mundo y le de las herramientas para vivir en él.

La ceguera en la literatura es algo tradicional. Desde la época griega, se consideraba que el ciego era una persona que tenía poderes especiales. Justamente, por ser ciego y tener impedida uno de los sentidos más importantes para el hombre, se creía que los dioses los compensaban con la posibilidad de ver más allá que el resto de los mortales, y por eso se los asociaba a la adivinación. No es casual que este ciego viva de la adivinación, basándose en esa creencia popular, pero en realidad serán mentiras y estafas las que hará a quien requiera de sus servicios. Sin embargo, en la vida de Lázaro, el ciego le profetizará el futuro cuando le diga “que si hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que serás tú” y en otro momento “A lo menos, Lázaro, eres en más cargo al vino que a tu padre, porque él una vez te engendró, mas el vino mil te ha dado la vida”; así Lázaro terminará su vida vendiendo vino, siendo esta profesión la que le permitirá sostenerse dignamente.

El ciego aparece y ve a Lázaro con buenos ojos, así se lo pide a su madre para que le sirva. Este diálogo entre el ciego y Antona se muestra a través de las palabras de Lázaro narrador, en la forma de discurso indirecto libre. No sabemos exactamente las palabras de los personajes, sino por fragmentos. Sin embargo, el Lázaro personaje no habla directamente. No hay lugar para escuchar su voz en algo tan importante como es su futuro. No sabemos cómo se sintió, qué quería, si le dolió. Lázaro personaje parece no poder opinar. Pero Lázaro narrador deja entrever algunas cosas a través del lenguaje. El ciego lo pide para “adestrarle” y no para enseñarle, si bien la palabra está adecuada en su contexto, deja entrever la relación Lázaro/animal. La madre lo “encomienda”, no lo da en adopción, casi como se encomendaría un paquete. Así se siente Lázaro ante esta situación.

A su vez, este diálogo revela otra de las lecciones que empezará a aprender Lázaro y es que el mundo es hipócrita, y que para conseguir algo es necesario disfrazar la realidad. La madre la disfraza cuando le dice al ciego que el padre era “un buen hombre”. No es que no lo fuera, pero tampoco es tan cierto esto. Era un trabajador, pero también era un ladrón, y así la realidad se hace compleja. Le dice que fue muerto “por ensalzar la fe”, eso tampoco es del todo cierto. Si bien estuvo en la guerra, no estuvo peleando, sino cuidando las mulas de un caballero. Y en este contexto, la expresión “confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre”, termina siendo cierta, pero con lo dicho anteriormente, sería interpretada de manera diferente. Termina pidiéndole al ciego algo que resulta paradójico si se toma literalmente, le pide que “mirase por mí”, esto muestra el desapego de la madre, que aún le afirma que “era huérfano”, siendo que Lázaro tiene una madre.

La respuesta del ciego también está cargada de ese disfraz. Él se compromete a cuidarlo y agranda la situación al decirle que “no por mozo, sino por hijo” lo toma. Esto es cierto y no lo es. Lo castigará, lo maltratará, se burlará de él, sin embargo, como un padre terrible, despiadado, le enseñará todo lo que necesita para moverse en este mundo. Le dará las herramientas para subsistir. Le mostrará el camino como no pudo hacerlo ninguno de los padres que tuvo hasta el momento.

Así Lázaro comienza esta nueva vida marcada por esa antítesis “nuevo y viejo amo”, será una nueva vida para él, por lo dicho anteriormente, y a su vez, la expresión “viejo amo” nos muestra la experiencia que este personaje tiene en estos artilugios que en breve saldrán a la luz.

De la despedida con la madre resulta una de las lecciones que Lázaro aprenderá vivencialmente con el ciego en el episodio de iniciación a su nueva vida, que es el episodio del toro. La madre llora al despedirse, sin embargo, las palabras que usa con Lázaro son duras, porque también la situación lo es. Ella sabe que no habrá otra posibilidad de encuentro, así que Lázaro está muriendo a su vida anterior. Ahora deberá enfrentar una vida nueva, sin la presencia materna, aún cuando la madre no es una presencia significativa, hasta ahora ha procurado alimento y cuidados para él, y por lo que hemos visto, Lázaro no ha vivido maltrato físico, como comenzará a vivir en su nueva condición.

Ella le dice tres cosas: “procura ser bueno y Dios te guíe”, “Criado te he y con buen amo te he puesto” y “válete por ti”. La primera depende de su comportamiento para ser ayudado por Dios, la segunda es referida a su responsabilidad como madre, y la tercera es la lección más importante, es como el secreto, la lección que Lázaro necesitará que quede marcada a fuego en su cuerpo, para poder comprender en el mundo en que va a pasar a moverse: válete por mí. A partir de ahora está solo, y eso lo va a aprender cuando el ciego lo inicie. Así que ni Dios, ni la madre, ni el ciego van a poder ayudarlo, él debe aprender a mirar por sí mismo, a buscar lo que necesita, a sobrevivir, sin confiar realmente en nadie.

Episodio del toro

Este episodio es la iniciación a la vida de pícaro, y tendrá una carga simbólica importante. En primer lugar deben cruzar un puente, que es un pasaje que permite salir de un lugar y llegar a otro. Este pasaje será simbólico de ese pasaje que Lázaro va a hacer de una vida a otra, de una condición a otra. Por otra parte, el puente es un pasaje sobre un río. Así la presencia del río recuerda aquel río en el que nació. Lázaro va a tener un nuevo nacimiento después de este episodio.

Al salir de Salamanca y cruzar este puente, hay un toro de piedra. El toro es otro animal simbólico en España. Sabemos que las corridas de toros son una pasión española porque implican enfrentarse con un animal fuerte, que arremete, en donde se pone en juego la valentía y la destreza del torero. Así será la realidad y la vida a la que Lázaro se va a enfrentar, fuerte, despiada, que arremete contra todo, y que no tendrá piedad por él, ni aunque sea un niño, y a esa realidad él tendrá que enfrentarse con valentía, con astucia, con destreza, como lo haría un torero.

El ciego le pide que se acerque al toro para oír lo que hay dentro. Apela al mundo infantil y mágico que todo niño ha de tener. Un mundo idealista, ingenuo, y ese será el mundo que el ciego va a destruir al golpearlo contra la piedra, algo material que debe quedar marcado en el alma, en la vivencia y en el cuerpo de Lázaro. No se puede ser ingenuo y mágico en una realidad en la que te tenés que valer por ti. Y es en la cabeza donde debe darse el golpe, porque es la cabeza la que debe despertar. El golpe retumba en él como una “calabazada”, como si algo dentro de él se hubiera roto en mil pedazos. Nada puede quedar en su lugar después de este episodio.

Una vez dado el golpe, aparece la burla. Así son las lecciones del ciego, siempre terminan con la burla. Lo que en este momento le dice es la lección más importante y la que define a un pícaro: “necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo”. Es necesario ser más rápido, más astuto, más perverso, más vivo que el mismo diablo, saber aprovecharse de las circunstancias, mentir, engañar, sin importar el otro, aprender a sacar ventaja de cualquier situación. Esto es un pícaro, alguien más rápido que el diablo.

Lázaro comprende la lección cuando asegura que en ese instante “desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba”, y termina concluyendo lo que su madre le había dicho momentos antes “solo soy y pensar como me sepa valer”. Este es su nuevo nacimiento, uno en el que debe moverse en soledad, desconfiando de todo.

Episodio del poste

Así como el episodio del toro es la iniciación a la vida de pícaro, el episodio del poste, el final, es la graduación, y por esa razón tendrá innegables similitudes.

Luego de pasar por una serie de lecciones, en las que Lázaro va puliendo su técnica de engaño y aprendiendo de esta realidad cruel en la que se encuentra y se encontrará inmerso durante toda su vida, Lázaro llega a determinar dejar a su amo, cuando se siente preparado para hacerlo.

Espera la circunstancia, aprende a valerse de ella, como el ciego aprovechó la circunstancia del toro para hacerle la broma. Las circunstancias en este episodio es que había llovido mucho, y aún seguía lloviendo, y encima venía la noche, por lo tanto había cierta presión para apurarse. Estas circunstancias son repetidas insistentemente por el Lázaro narrador, como si quisiera despertar al Lázaro personaje, que no se da cuenta de estas ventajas hasta que descubre que el ciego tiene cegado el entendimiento. Últimamente, como pequeñas venganzas, Lázaro llevaba al ciego por lugares difíciles de caminar, y el ciego lo sabía. Se quejaba, pero Lázaro aseguraba que no había otra forma, y que buscaba el mejor camino. En este caso hace lo mismo, y era de suponer que el ciego se daría cuenta, pero no lo hace. Cree en la excusa de Lázaro, es decir, ha mejorado su capacidad de engañar. Y así como en el episodio del toro el ciego se vale de su ingenuidad, aquí Lázaro se vale de la ingenuidad del ciego. Le asegura que hay un paso por donde pasar en el que no se van a mojar, y cuando ve que el ciego alaba la bondad y el cuidado de Lázaro, ahí percibe la oportunidad.

Elije para la venganza un “pilar o poste de piedra”, igual que el toro que era de piedra. Y así como el ciego despertó a Lázaro enfrentándolo a la dureza de la piedra, así despertará, o mejor dicho, dormirá al ciego con la dureza de la piedra. La piedra ahora será más dura que la de la primera lección.

Lázaro se pone detrás del toro “como quien espera tope de toro”. Con esta comparación se teje un puente con la primera lección. Ese toro, esa realidad que lo arremete, y que se encarnó en este tiempo en la figura del ciego, ahora será enfrentada por Lázaro cual si fuera un torero, mostrando que sabe cómo ganarle a esa realidad, que de alguna manera, sin quererlo realmente, el ciego le enseñó.

Le dice que salte con “todo lo que podáis”. La ambigüedad de sentimiento se vislumbra en la expresión “pobre ciego como cabrón”. Parece haber en esta una cierta compasión, pero también toda la rabia que esta figura le transmite.

Igual que en la primera lección aparece la palabra “calabazada”, mostrando que aquello que pareció romperse en la cabeza de Lázaro, ahora se rompe en la cabeza del ciego. El aprendiz superó al maestro, y aquello que a Lázaro lo despertó, al ciego lo durmió.

Y al final, como sello de esta graduación aparece la burla, guardada, resentida, que sale cuando menos se espera. La burla a la sagacidad que el ciego ha perdido en este instante, y que le valió este golpe que lo dejó medio muerto.

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