jueves, 2 de junio de 2016

Análisis crítico social de la obra "Del amor y otros demonios"

ANÁLISIS CRÍTICO SOCIAL DE LA OBRA DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Sierva María: la voz de la protesta, la voz de la inocencia
Gabriel García Márquez es uno de los grandes novelistas del siglo XX, renovador de la literatura en español y figura clave en el auge del llamado realismo mágico. Es también el máximo representante del Boom Latinoamericano. Su importancia como narrador se vio reconocida a nivel mundial en 1982, año en el que le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura por novela más reconocida internacionalmente es “Cien años de soledad”. En esta ocasión es nuestro interés la lectura profunda de otra notable obra del nobel, Del amor y otros demonios publicada en 1994.
La novela relata la historia de Sierva María de todos los Ángeles, quien ha sufrido grandes calvarios a lo largo de su corta vida. En este proceso narrativo se van describiendo diversos paisajes de Cartagena-Colombia de la época colonial con sus problemas sociales, culturales, religiosos, etc. Despues de que la mordiese un perro en el mercado contagiado con rabia, se comienza a creer que la niña había contraído dicha enfermedad, y luego, al recuperarse, el obispo de la Diócesis se convence de que la pequeña Sierva María está poseída, de esta forma es llevada a un convento por su padre, el marqués de Casalduero, donde es tratada de forma inhumana. En ese lugar conoce y se enamora de Cayetano Delaura, el cura que en teoría tenía que exorcizarla. El amor es mutuo, Cayetano también se halla perdidamente enamorado de Sierva María; pero al enterarse sus superiores de esta situación, el sacerdote es transferido a un leprosario y a Sierva María la someten a diversas torturas para sacar el supuesto “demonio”, situación que deriva en la trágica muerte de la niña, aunque en el libro se menciona que “murió de amor”.
Tema
En esta obra, García Márquez incorpora y mezcla elementos irracionales, creencias populares y modos de pensar típicos de las culturas tradicionales (la colono-española y la africana). En el caso de la cultura africana representado en Dominga de Adviento como una nuevo tipo de generación que combina las fe Católica y la de la cultura Yoruba, dando así como resultado el sincretismo religioso africano o también llamada satería:
“Dominga de Adviento, una negra de ley que gobernó la casa con puño de fierro hasta la víspera de su muerte, era el enlace entre aquellos dos mundos. Alta y ósea, de una inteligencia casi clarividente, era ella quien había criado a Sierva María. Se había hecho católica sin renunciar a su fe yoruba, y practicaba ambas a la vez, sin orden ni concierto. Su alma estaba en sana paz, decía, porque lo que le faltaba en una lo encontraba en la otra. Era también el único ser humano que tenía autoridad para mediar entre el marqués y su esposa, y ambos la complacían” (García, 1994: p. 18-19).
Por el lado de las tradiciones y métodos empleados por de la Iglesia Católica, que combina una mezcla de rituales que incluye la repetición continua de rezos y órdenes de expulsión, y el uso de objetos que pueden repeler al ente, en este caso un demonio, con  crucifijos, agua bendita, reliquias, entre otros, que no es más que la adaptación de procedimientos practicados por religiones paganas, junto con ceremonias realizadas por los romanos antes de convertirse al cristianismo, es decir no es fiel copia de las tradiciones judeocristianas de la antiguedad. “De regreso a la celda le aplicaron una lavativa de agua bendita, que era el método francés para expulsar los que pudieran quedar en sus entrañas” (García, 1994: p. 197).
El tema principal de la novela es la discriminación e intolerancia de la Iglesia Católica, durante la época de la colonia, donde era muy común el tráfico de esclavos africanos:
“Tenían instrucciones de no pasar del Portal de los Mercaderes, pero la criada se aventuró hasta el puente levadizo del arrabal de Getsemaní, atraída por la bulla del puerto negrero, donde estaban rematando un cargamento de esclavos de Guinea. El barco de la Compañía Gaditana de Negros era esperado con alarma desde hacía una semana, por haber sufrido a bordo una mortandad inexplicable” (García, 1994: p. 13)
Además, la Sagrada Congregación del Santo Oficio se dedicada a la supresión de la herejía, a los que muchas veces castigaban con la pena de muerte, ya que debido a la firmeza de sus preceptos no toleraba que ninguna otra cultura contradijera o cuestionara su autoridad: Entre eso y las hechicerías de los negros no hay mucha diferencia, dijo. Y peor aún, porque los negros no pasan de sacrificar gallos a sus dioses, mientras que el Santo Oficio se complace descuartizando inocentes en el potro o asándolos vivos en espectáculo público”. (García, 1994: p. 98).
Otro de los temas presentes en Del Amor y Otros Demonios es la idea o creencia de considerar cualquier comportamiento “anormal” o diferente como posesión demoniaca subrayando el irrespeto a la otredad como un individuo diferente, que no forma parte de la comunidad propia. La otredad no implica que el Otro deba ser discriminado o estigmatizado; por el contrario, las diferencias que se advierten al calificar al prójimo como un Otro constituyen una riqueza social y pueden ayudar al crecimiento de las personas, algo que realmente la Iglesia como institución no valoraba:
“«Sin embargo», dijo Delaura, «creo que lo que nos parece demoníaco son las costumbres de los negros, que la niña ha aprendido por el abandono en que la tuvieron sus padres».
« ¡Cuidado!», lo alertó el obispo.
«El Enemigo se vale mejor de nuestra inteligencia que de nuestros yerros».
«Pues el mejor regalo para él sería que exorcizáramos una criatura sana», dijo Delaura.
El obispo se encrespó.
«¿Debo entender que estás en rebeldía?»
«Debe entender que mantengo mis dudas, padre mío», dijo Delaura.
«Pero obedezco con toda humildad».” (García, 1994: p. 124)
La sociedad de la época se regía por los mandatos de la Iglesia, quien tildaba de herejes a todo el que tuviera un modo de pensar diferente a ésta, como es el caso del médico Abrenuncio, a quien por tener concepciones ideológicas distintas a las de la Iglesia llamaban hereje:
“« ¿Qué sabemos de Abrenuncio?», le preguntó el obispo.
El padre Delaura no tuvo que pensarlo. […] De acuerdo con los expedientes del Santo Oficio era un judío portugués expulsado de la península y amparado aquí por un gobernador agradecido, al que le curó una potra de dos libras con las aguas depurativas de Turbaco. Habló de sus recetas mágicas, de la soberbia con que vaticinaba la muerte, de su presumible pederastia, de sus lecturas libertinas, de su vida sin Dios. Sin embargo, el único cargo concreto que le habían hecho era el de resucitar a un sastrecillo remendón de Getsemaní. Se consiguieron testimonios serios de que estaba ya amortajado y en el ataúd cuando Abrenuncio le ordenó levantarse. Por fortuna, el mismo resucitado afirmó ante el tribunal del Santo Oficio que en ningún momento había perdido la conciencia. «Lo salvó de la hoguera», dijo Delaura. Por último, evocó el incidente del caballo muerto en el cerro de San Lázaro y sepultado en tierra sagrada. (García, 1994: p. 77)
O el caso de las costumbres africanas de Sierva María, creencias autóctonas de esa cultura, en especial de la yoruba, pero que la iglesia no toleraba y las prohibía.
“Sierva María cantaba sentada en un banquillo, con la cabellera extendida por los suelos, en medio de la servidumbre hechizada. Tan pronto como vio a la abadesa dejó de cantar. La abadesa levantó el crucifijo que llevaba colgado del cuello.
«Ave María Purísima», dijo. «Sin pecado concebida», dijeron todos.
La abadesa blandió el crucifijo como un arma de guerra contra Sierva María. « Vade retro», gritó. Los criados retrocedieron y dejaron a la niña sola en su espacio, con la vista fija y en guardia. «Engendro de Satanás», gritó la abadesa. «Te has hecho invisible para confundirnos».” (García, 1994: p. 97)
Narrador
Indiscutiblemente, el narrador de la historia es el reportero del diario, quien al final del prólogo lo corrobora firmando con el nombre de Gabriel García Maquez:
“El 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El maestro Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras de reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o tres sugerencias de rutina. No encomendó una tarea concreta a ningún redactor. Minutos después se enteró, por teléfono de .que estaban vaciando las criptas funerarias del antiguo convento de Santa Clara, y me ordenó sin ilusiones: «Date una vuelta por allá a ver qué se te ocurre».” (García, 1994: p. 9)
Es una historia que, virtualmente, se sustenta en un acontecimiento real (así se hace creer en el prólogo de la obra). El narrador (que se instaura narrativamente en la función de escritor) describe su asombro de aquel tiempo y recuerda que al maestro de la obra le pareció un hecho normal, pues éste explicó que el cabello de los muertos puede llegar a crecer hasta un centímetro al mes.
“Extendida en el suelo, la cabellera espléndida medía veintidós metros con once centímetros. El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello humano crecía un centímetro por mes hasta después de la muerte, y veintidós metros le parecieron un buen promedio para doscientos años. A mí, en cambio, no me pareció tan trivial, porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto del ¡mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro.” (Gracia, 1994: p. 11)
De este modo el narrador apoya, en cierto modo, la posición de los voceros de la hibridez y de los acontecimientos “inverosímiles” que se desarrollaron durante ese periodo de la historia de Cartagena. De alguna manera el narrador hace parte de ese grupo de personas intelectuales que levantan su voz en contra de la ignorancia y soberbia no solo de la Iglesia Católica, sino también de aquellas personas que no entienden que las diferencias no siempre tienen que ser malas o desestabilizantes para la sociedad, y eso lo hace a través de las voces de los personajes como Sierva María (la menos educada) y el médico Abrenuncio (el más estudiado), quienes alzan su voz, sin temor alguno, contra este tipo practicas inhumanas, racistas y medievalistas.
En cuanto a la técnica narrativa, encontramos que la historia es contada en tercera persona, por un narrador omnisciente, que focaliza en ocasiones en la mente de los personajes. El relato está estructurado por el narrador y varios personajes quienes establecen algunos diálogos en los diferentes capítulos de la obra.
La historia se cuenta cronológicamente en cinco capítulos en los cuales se cuenta con más intensidad de un tema o historia, algunos de los cuales están en retrospectiva, remontándose al pasado, para que al mismo tiempo que el narrador cuenta la historia de Sierva María sepamos la historia de la familia, del obispo, la abadesa, el médico, de Cayetano Delaura y de otros personajes.
Por ejemplo, el narrador no presenta en Cayetano la imagen de un santo, sino la de un hombre como cualquier otro, con sus pasiones y sus caídas. Hace ver que los entregados a la vida religiosa tienen también imperfecciones, y de vez en cuando, caen, porque también son pecadores. Éste era el caso de Delaura, quien le confeso al obispo de Cáceres lo que estaba sintiendo por Sierva María.
“Abrió la maletita de Sierva María y puso las cosas una por una sobre la mesa. Las conoció, las olió con un deseo ávido del cuerpo, las amó, y habló con ellas en hexámetros obscenos, hasta que no pudo más. Entonces se desnudó el torso, sacó de la gaveta del mesón de trabajo la disciplina de hierro que nunca se había atrevido a tocar, y empezó a flagelarse con un odio insaciable que no había de darle tregua hasta extirpar en sus entrañas hasta el último vestigio de Sierva María. El obispo, que había quedado pendiente de él, lo encontró revolcándose en un lodazal de sangre y de lágrimas. «Es el demonio, padre mío», le dijo Delaura. «El más terrible de todos».” (García, 1994: p. 159)
Así mismo, presenta al obispo de Cáceres y Virtudes como un hombre enfermo, quien no puede con su propio cuerpo, sólo con la intención de fustigar el estado decadente que tenía la iglesia Católica en cuanto al poder y reconocimiento de institución única y legítima de cuestionar la moral, la cultura y creencia de la gente.
“El obispo había asumido su ministerio cuando ya el marqués se hallaba retirado de la vida pública, y apenas si se habían visto. Además, era un hombre condenado por su mala salud, con un cuerpo estentóreo que le impedía valerse de sí mismo, y corroído por un asma maligna que ponía a prueba sus creencias. No había estado en numerosas efemérides públicas en que su falta era inconcebible, y en las pocas a que concurría guardaba una distancia que lo iba convirtiendo poco a poco en un ser irreal.” (García, 1994: p. 72)
El narrador se introduce en la mente de los personajes presentando lo complejo de sus personalidades. Incorpora elementos fantásticos en sueños y alucinaciones; las creencias y modos de pensar de las culturas africanas están muy presentes en el libro e influyen mucho en el desarrollo de la historia, todo esto en aras de mostrar que estas costumbres no son dañinas, sino que son diferentes:
Recuperó su mundo al instante. Ayudó a degollar un chivo que se resistía a morir. Le sacó los ojos y le cortó las criadillas, que eran las partes que más le gustaban. Jugó al diábolo con los adultos en la cocina y con los niños del patio, y les ganó a todos. Cantó en yoruba, en congo y en mandinga, y aun los que no entendían la escucharon absortos. Al almuerzo se comió un plato con las criadillas y los ojos del chivo, guisados en manteca de cerdo y sazonados con especias ardientes”.  (García, 1p. 88-89).
El narrador utiliza un lenguaje culto, con extranjerismos y arcaísmos muy de la época, lo que deja inferir que la persona que narra el relato es estudiada y conocedora no sólo de historia de la época a la que hace alusión, sino también del latín y de la obra de Garcilazo de la Vega y otros escritores, teóricos y filósofos que se citan en la obra, lo que proporciona confianza al lector, ya que demuestra un acervo cultural que lo dota de credibilidad:
“Benedictus qui venit in nomine veritatis” (Garcia, 1994:p. 27); “anagallis flore purpureo” (García, 1994: p. 30); “Cessatio a Divinis” (García, 1994: p. 89, 165); “Vade retro” (García, 1994: p. 92); “Bien puedes hacer esto con quien pueda sufrirlo” (García, 1994: p. 118); “Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero” (García, 1994: p. 119); “Oh dulces prendas por mí mal halladas” (García, 1994: p. 168); “Cuando me paro a contemplar mi estado ya ver los pasos por do me has traído” (García, 1994: p. 170); “Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme” (García, 1994: p. 170); “En fin a vuestras manos he venido” (García, 1994: p. 171); “Do sé que he de morir” (García, 1994: p. 171); “Para que sólo en mí fuese probado cuánto corta una espada en un rendido” (García, 1994: p. 171); “Bastan las que por vos tengo lloradas”  (García, 1994: p. 176)
El narrador emplea palabras adecuadas en cada momento hace que las descripciones sean de la máxima claridad con pocos adjetivos “su modo de ser era tan sigiloso que parecía una criatura invisible” (García, 1994: p. 20). No necesita demasiados sinónimos para que la oración sea clara, además todo queda tan entendido que el autor deja ver notablemente su propósito para con la obra.
Sistema de personajes
Sierva María de Todos los Ángeles, es una niña de doce años, de apariencia delicada y frágil, tímida, de piel lívida, de ojos de un azul taciturno, de una cabellera semejante al cobre y excesivamente larga, de pasos sigilosos, de mirada penetrante, de movimientos impredecibles, de apariencia angelical pero demoniaca a la vez, misteriosa, embustera  y algo manipuladora.
las evidencias de su buena salud estaban a la vista, pues a pesar de su aire desvalido tenía un cuerpo armonioso, cubierto de un vello dorado, casi invisible, y con los primeros retoños de una floración feliz. Tenía los dientes perfectos, los ojos clarividentes, los pies reposados, las manos sabias, y cada hebra de su cabello era el preludio de una larga vida. Contesto de buen ánimo y con mucho dominio el interrogatorio insidioso, y había que conocerla demasiado para descubrir que ninguna respuesta era verdad. Sólo se puso tensa cuando el médico encontró la cicatriz ínfima en el tobillo. La astucia de Abrenuncio le salió adelante: “¿te caíste?”- La niña afirmo sin pestañar: “del columpio” (p. 30)
La vida de Sierva María, está sujeta desde mucho antes de su nacimiento en la mentira, en la intriga y en la maldad. Es un ser desventurado, cuya razón de vida fue producto del interés económico  por parte de su madre y su abuelo materno, quienes planearon seducir al marqués de Casualdero y señor del Darién de 64 años de edad, para lograr amarrarlo con “un hijo” y así este tener que casarse con Bernarda de Cabrera, una mulata esbelta, pícara, ambiciosa,  manipuladora y de pocos sentimientos. Quien planeó minuciosamente quedar embarazada para así convertirse en la esposa del marqués y una vez casada planeaba junto con su padre asesinar  al pusilánime de  su esposo.
Con tan mala suerte que él bebé a quien habría de traer al mundo era una niña sietemesina escuálida y enferma a quien la consagrarían a una deidad Yoruba (Olokún) para ganar el favor de ese dios y permitiera que la niña viviera, pues el cordón umbilical se había aferrado a su cuello y era muy probable que al entrar la madre en proceso de parto, la estrangulara el cordón umbilical.
una mañana de lluvias tardías, bajo el signo de sagitario, nació sietemesina y mal Sierva María de Todos los Ángeles. Parecía un renacuajo descolorido, y el cordón umbilical enrollado en el cuello estaba a punto de estrangularla.
“Es hembra”, dijo la comadrona. “pero no vivirá”.
Fue entonces cuando Dominga de Adviento prometió a sus santos que si le concedía la gracia de vivir, la niña no se cortaría el cabello hasta la noche de bodas. No bien lo había prometido cuando la niña rompió a llorar. Dominga de Adviento, jubilosa, cantó: “será santa!” (García, 1994: p. 40)
Sierva María no era amada por sus padres, ninguno de los dos se había percatado de la existencia de la niña, ella era un cero a la izquierda en la vida de sus progenitores, solo en el traspatio de la casa la  niña era completamente feliz, había aprendido la lengua, las tradiciones y las costumbres de los negros, ella era una negra más, allí en el lugar de los negros era completamente libre y feliz, sólo Dominga de Adviento le había dado ese amor fraternal que sus padres se había negado a ofrecerle, iniciándola y cuidándola según sus creencias religiosas, la niña creció en un ambiente negro, que tiempo después sería su cruz y su maldición.
Haber crecido en medio de una comunidad negra y haber aprendido, de ellos sus mañas y sus lenguas, sería el detonante que la condenaría a la muerte por de medio de las interminables secciones de exorcismos: traspuesta en el patio de los esclavos Sierva María aprendió a bailar desde antes de hablar, aprendió tres lenguas africanas al mismo tiempo, a beber sangre de gallo en ayunas y a deslizarse por entre los cristianos sin ser vista ni sentida, como un ser inmaterial.” (García, 1994: p. 40)
La mordedura del perro en el tobillo de Sierva María, es una excusa del narrador para propiciar un encuentro de culturas y creencias africanas y católicas en una sociedad donde, todo aquello que era anormal o producido por fenómenos naturales inexplicables para el ojo humano, era producto del demonio, aquello cuya causalidad una mente finita no podía explicar era satanizado y era sinónimo de fuerzas espirituales inconversos a la fe católica, de manera que todos aquellos ajenos a la doctrina que imponía la iglesia católica, era llegados a la orca, eran acusado por herejía y rebelión, eran expuesto ante la sociedad como brujas(os), eran quemados en la hoguera y demás castigos que imponía la iglesia católica.
Sierva María, era la representación más fiel de una persona inconversa en una sociedad católica, pues ella, adoraba a otros dioses, habla lenguas africanas, que la iglesia consideraba lenguas del diablo, entonaba canciones con un timbre voz angelical, pero una lengua desconocida, la cual generaba pavor dentro del convento, como si fuera poco sus muchos collares de le daban una apariencia tenebrosa y su comportamiento sombrío hacía creer que cavilaba con espíritus del más allá, para terminar de completar su apariencia infernal ante los ojos de la iglesia católica, su aureola emanaba un olor encebollado.
No era para menos que el poder eclesiástico sintiera una amenaza latente con Sierva María por ahí suelta, era obvio que estando la niña sin “Dios y sin ley”, era un peligro para la iglesia y la fe católica, una rebelión a nivel local representaría el fin del poder eclesiástico en Cartagena. Aceptar la diversidad cultural y religiosa era para la iglesia católica perder autoridad y ceder parte de su gobierno a otras creencias, es por esto que en aras de preservarse en el poder era inaceptable todo lo que se oponía a las creencias católicas, si algunos se salían de los lineamientos y parámetros que imponía la iglesia era acusados y condenados a muertes.
Todo cuanto se oponía a la iglesia era sacado del camino y muy a pesar de Sierva María, ella era la piedra de tropiezo para la iglesia. Había que eliminarla de tal forma que su comportamiento multiétnico no diera pie para una emancipación religiosa y por consiguiente  a la caída del poder eclesiástico.
Sierva María había permanecido en el anonimato hasta que la mordedura del perro rabioso, puso en evidencias sus costumbres y sus creencias religiosas, es entonces donde la iglesia enfoca su mirada en ella, una niña de belleza angelical pero de semblante demoniaco: “el obispo de la diócesis, don Toribio de Cáceres y Virtudes, alarmado con el escándalo público de los trastornos y desvaríos de Sierva María, le mando al marqués un recado sin precisiones de causa, de fecha o de hora, lo cual fue interpretado como un indicio de suma urgencia. El marques se sobrepuso a la incertidumbre y acudió el mismo día sin anunciarse”. (García, 1994: p. 49)
“había querido sobrellevar mi desgracia en silencio”, dijo el marqués.
“pues muy mal lo has logrado”, dijo el obispo. “es un secreto a gritos que tu pobre niña rueda por los suelos presa de convulsiones obscenas y ladrando en jerga de idólatras. ¿No son síntomas inequívocos de una posesión demoníaca?” 
El marqués estaba espantado.
“¿Qué quiere decir?”
“que entre las numerosas argucias del demonio es muy frecuente adoptar la apariencia de una enfermedad inmunda para introducirse en un cuerpo inocente”, dijo. “y una vez dentro no hay poder humano capaz de hacerlo salir”. El marqués explicó las vicisitudes médicas del mordisco del perro, pero el obispo encontró siempre una explicación a su favor”. (García, 1994: p. 53)
En la obra de Gabriel García Márquez, “Del amor y otros demonios”, podemos observar la presencia de personajes secundarios que cumple un papel mágico dentro de la novela, como es el caso de Dulce Olivia, una mujer con aparente trastornos metales al igual que don Ygnacio de Alfaro y Dueñas, ambos se enamoraron en su juventud, pero por diferencias de clases sociales su amor no fue pleno, ambos tomaron rumbos separados el marqués por su parte se vio obligado por su padre a casarse con una mujer a quien nunca amo, y Dulce Olivia, permaneció en el manicomio como siempre había sido.
Sin embargo, este personaje después de la muerte de Dominga de Adviento, asume el rol de la señora de la casa, todas las mañanas sin que nadie pudiera percibir su presencia entraba a la casa y la barría y lavaba los platos, de manera que nadie se explicaba cómo era que las cosas aparecían en su lugar y todo bien organizado. Tiempo después el marqués descubriría que Dulce Olivia, era quien hacia todas estas cosas, el encuentro  entre ambos retomo sus amores inocentes del pasado, pero ya con un trato rutinario como el de un viejo matrimonio. Dulce Olivia, es un personaje que se confunde con entre la fantasía y la realidad, quien aun después de su muerte, seguía apareciendo con un su ímpetu de señora la casa.
el marqués no supo nunca, ni lo supo nadie, en qué momento Dulce Olivia había dejado de ser ella, y sólo seguía siendo una aparición en las noches de la casa” (García, 1994: p. 135)
“arrebatado por una fuerza demente corrió en busca del marqués. Empujó el portón sin tocar y entró en la casa desierta, cuya luz de dentro era la misma de la calle, porque los muros de cal parecían transparentes por la claridad de la luna. La limpieza, el orden de los muebles, las flores de los canteros, toda era perfecto en la casa abandonada. El quejido de los goznes había alborotado a los mastines, pero Dulce Olivia los calló en seco con una orden marcial. Cayetano la vio en las sobras verdes del patio, hermosa y fosforescente. Con la túnica de marquesa y el cabello adornado de camelias vivas de olores frenéticos y alzo la mano con la cruz del índice y el pulgar.
“en el nombre de Dios: ¿Quién eres?”, preguntó.
“un ánima en pena” dijo ella. “¿y usted?” (García, 1994: p. 14)
Otro personaje secundario que aporta un aire mágico en la novela es el padre Tomás de Aquino de Narváez, quien es el párroco del barrio de los esclavos, además cuenta con un amplio repertorio de exorcismo y de almas que había logrado rescatar de las garras de satanás, el padre Tomas, era a persona indicada para mediar con los demonios de Sierva María, pues él era hijo de un blanco con una negra, producto de un sincretismo al igual que la niña, el padre Tomas, conocía muy bien las lenguas africanas y consideraba que Sierva María no era víctima de ninguna posición demoniaca, que por el contrario era una niña con costumbres negras a causa del abandono de sus padres, teoría que también compartía el padre Cayetano Delaura.
Pero la visión del padre Tomas de Aquino, causaba en la iglesia cierto incomodidad, hasta el punto que de una manera misteriosa el narrador nos dice que este aparece muerto, hecho que la iglesia no duda en achantar a la joven prisionera. Sin embargo esta muerte casi que inexplicable podría fácilmente atribuírsela al poder eclesiástico, que silenciaba a todos aquellos que pesaran en contra de los parámetros católicos. El padre Aquino era uno de esos tantos estorbos que la iglesia tenía que eliminar si quería permanecer en el poder y así mantener en la sumisión total al pueblo.
Aceptar la teoría del Tomas de Aquino, era reconocer un sincretismo y ceder autoridad, cosa que ellos, la iglesia no estaba dispuesta hacer, así tuvieran que matar y destituir miembros de su misma doctrina como fue el caso del padre Aquino y por supuesto el caso del padre Cayetano.
De regreso a la tierra había pedido la parroquia más humilde, se apasionó por las religiones y las lenguas africanas, y vivió como otro esclavo entre los esclavos. Nadie parecía mejor hecho para entenderse con Sierva María y enfrentarse con más razón a sus demonios.
Sierva María lo reconoció como un arcángel de salvación, y no se equivocó. En presencia de ella desarticuló los argumentos de las actas y le demostró a la abadesa que ninguno de ellos era terminante. Le enseño que los demonios de América eran los mismos de Europa, pero su advocación y su conducta eran distintas. Le explico  las cuatro reglas de uso para reconocer la posesión demoníaca y le hizo ver que fácil resultaba al demonio servirse de ellas para que se creyera lo contrario. Se despidió de Sierva María con un pellizco de cariño en la mejilla.
“duerme tranquila”, le dijo. “con peores enemigos me las he visto” (García, 1994: p. 129)
“a las cuatro de la mañana el sacristán que vivía, a una cuadra de la iglesia dio los rimeros toques para la misa única. Ante de las cinco, en vista de que el padre se demoraba, fue a buscarlo en su cuarto. No estaba. Tampoco lo encontró en el patio. Siguió buscándolo en los alrededores, porque a veces se iba a conversar desde muy temprano en los patios vecinos. No lo encontró. A los pocos feligreses que acudieron les anunció que no había misa porque no encontraba al párroco. A las ocho, ya con el sol caliente, la niña del servicio fue a sacar agua del aljibe, y allí estaba el padre Aquino, flotando bocarriba con las calzas que se, dejaba puesta para dormir. Fue una muerte triste y sentida, y un misterio que nunca se esclareció, y que la abadesa proclamó como la prueba terminante de la inquina del demonio contra su convento”. (García, 1994: p. 131)
Finalmente mencionaremos otro personaje no menos importante que los demás y no más importante que la protagonista de esta historia, el Padre Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, un personaje central en la vida de Sierva María, es quien inicialmente está encargado de las secciones de exorcismo, un párroco de 36 años, piadoso, amable, ilustrado, amante de la literatura y de la poesía. Su amor por la lectura lo distingue dentro de su campo eclesiástico, como un hombre que comprende que no todo es producto del demonio, y que hay ciertas cosas que la ciencia puede comprobar.
Delaura se enamora profundamente de Sierva María con quien sostiene una prohibida historia de amor, que pone por el suelo sus convicciones católicas, presentándose en este personaje una cualidad de la carnavalización de Bajtín, que consiste en poner en burla o exhibir a  luz pública comportamientos inadecuados de personajes que infunden respeto o autoridad. Delaure representa una lucha interna entre rendirse ante las pasiones carnales o pelear contra los espíritus por mantenerse fiel a sus creencias.
Con él podemos ver la división de una iglesia que seguía oponiéndose antes las explicaciones científicas satanizando aquello que representara un peligro para el poder eclesiástico. El padre Cayetano no solo se enamora perdidamente de Sierva María, sino que también sostiene encuentros intensos con esta, que aunque no llegan al punto de la penetración, va en dirección opuesta a su fe católica. 
Cayetano, entre broma y de veras, se atrevió a zafarle a Sierva María el cordón del corpiño. Ella se protegió el pecho con las dos manos, y hubo un destello de furia en sus ojos y una ráfaga de rubor le encendió la frente. Cayetano le agarró las manos con el pulgar y el índice, como si estuvieran a fuego vivo, y se las apartó del pecho. Ella trató de resistir, y él le opuso una fuerza tierna pero resuelta.
“repite conmigo”, le dijo: “en fin a vuestras manos he venido”
Entonces la besó en los labios por primera vez. El cuerpo de Sierva María se estremeció con un quejido, soltó una tuene brisa de mar y se abandonó a su suerte. En Los días siguientes sólo tuvieron instantes de sosiego mientras estaban juntos. No se saciaron de hablar de los dolores del amor. Se agotaban a besos, declamaban llorando a lágrimas vivas versos de enamorados, se cantaban al oído, se revolcaban en cenagales de deseo hasta el límite de sus fuerzas; exhaustos pero vírgenes. Pues él había decidido mantener su voto de hasta recibir el sacramento, y ella lo compartió”. (García, 1994: p. 123-124)
Cronotopo
El mundo que se recrea en la historia de “Del amor y otros demonios”, corresponde al periodo de un proceso de hibridación étnica y cultural de América, donde se ve una jerarquización social de las etnias integradoras de la sociedad colombiana y el inicio de una vergonzosa historia de discriminación y marginación para la población aborigen y negra en  nuestro continente durante la época de la colonia. Cartagena de Indias principal puerto de comercialización de africanos del continente (tráfico de esclavos), a lo largo de tres siglos y medio y que empezó con la llegada de los colonizadores españoles cuando invadieron estas tierras y trajeron esclavos provenientes del continente africano.
Esta historia se desarrolla en esta ciudad, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando algunas autoridades de la Contrarreforma se aferraban aún al Santo Oficio para mantener en América el comercio negrero que beneficiaba a los señores feudales dentro de los cuales la iglesia, como aparato ideológico de estado, jugaba un papel protagónico ya que siempre estaba presente en todo y más en asuntos de esta índole.
El periodista expresa que en el año de 1949 escribió una noticia sobre la niña cuya bóveda mostraba, al ser destapada, una cabellera que había crecido un centímetro por mes durante doscientos años, lo que remontaba su sepultura a la segunda mitad del siglo XVIII, durante la época colonial. Además de esto la historia se encuentra situada en la época del Virreinato español, donde ya surgía la esclavitud y la iglesia católica imputaba su autoridad torturando y asesinando a los esclavos o quemándolos vivos y exponiéndolos a la merced de todos, con el fin  de frenar las prácticas de hechicerías, también optaban por aniquilar los enfermos mentales como enloquecidos o que eran culpables de practicar alguna herejía.
En esos momentos todos creían en que el demonio podía poseer a una persona y manejarla a su antojo, también se creía en llevar a cabo unas especies de ritos.
El personaje principal Sierva María, estuvo relacionándose con negros que se encontraban muy cerca de ella y que de alguna u otra forma hacían que cada día tuviera más contacto con ellos y se involucrase en sus tradiciones, cultura y costumbres, inclusive su nana era negra y pasaba mucho tiempo a su lado, el autor nos habla del tráfico de esclavos de una manera muy clara, al explicar cómo se seguía haciendo esta práctica por un buen tiempo, a si lo recrea en este párrafo:
El fragoroso patio de los esclavos, donde se celebraban los cumpleaños de Sierva María, había sido otra ciudad dentro de la ciudad en los tiempos del primer marqués. Siguió siendo así con el heredero mientras duró el tráfico torcido de esclavos y de harina que Bernarda manejaba con la mano izquierda desde el trapiche de Mahates”  (García, 1994: p. 7)
Luego nos muestra como los grandes hacendados que tenían como comprar las manos de obras lo hacían en las Antillas inglesas, ya que para ellos representaba una mejor inversión y nos les era tan costoso, además ahora el más importante puerto esclavista ya no estaba a su merced, por eso mismo quisieron explorar otras opciones trayendo esclavos del Caribe Insular, tal como lo refleja en este fragmento:
Diciembre había empezado mal, pero pronto recuperó sus tardes de amatista y sus noches de brisas locas. La Navidad fue más alegre que en otros años por las buenas noticias de España. Pero la ciudad no era la de antes. El mercado principal de esclavos se había trasladado a La Habana, y los mineros y hacendados de estos reinos de Tierra Firme preferían comprar su mano de obra de contrabando y a menor precio en las Antillas inglesas” (García, 1994: p. 8)
Otros de los lugares que se recrea en la historia es cuando al regresar del novenario el marqués quiso hacerle una donación a la iglesia y le regaló varias de sus propiedades que están en varios municipios cercanos a Cartagena y otro en Córdoba, él le cedió unas haciendas muy bien valoradas y también algunas hectáreas las cuales eran consideradas de gran producción en toda la región, esto lo hacía de lo que poseía por lo que se le conocía, sin embargo también existían unas creencias acerca de que sus propiedades transcendían mucho más de lo que la inicialmente se imaginaba, se aseguraba que era dueño extensos latifundios:
El marqués ordenó funerales de reina, en los cuales se mostró por primera vez con los tafetanes negros y el color macilenta que había de llevar hasta siempre. Al regreso del cementerio lo sorprendió una nevada de palomitas de papel sobre los naranjos del huerto. Atrapó una al azar, la deshizo, y leyó: Ese rayo era mío. Antes de terminar el novenario había hecho donación a la iglesia de los bienes materiales que sustentaron la grandeza del mayorazgo: una hacienda de ganado en Mompox y otra en Ayapel, y dos mil hectáreas en Mahates, a sólo dos leguas de aquí, con varios hatos de caballos de monta y de paso, una hacienda de labranza y el mejor trapiche de la costa Caribe. Sin embargo, la leyenda de su fortuna se fundaba en un latifundio inmenso y ocioso, cuyos linderos imaginarios se perdían en la memoria más allá de los pantanos de La Guaripa y los bajos de La Pureza hasta los manglares de Urabá.” (García, 1994: p. 22)
En cuanto a la presentación del personaje de Abrenuncio, podemos observar como se muestra su país de origen, en este caso Portugal y como llegó a sanar a un político usando las gotas de la población de Turbaco. Aquí nos presenta como llegó este señor:
“En estricta verdad, continuó Delaura, no se sabía si aquel era su verdadero nombre. De acuerdo con los expedientes del Santo Oficio era un judío portugués expulsado de la península y amparado aquí por un gobernador agradecido, al que le curó una potra de dos libras con las aguas depurativas de Turbaco. Habló de sus recetas mágicas, de la soberbia con que vaticinaba la muerte, de su presumible pederastia, de sus lecturas libertinas, de su vida sin Dios. Sin embargo, el único cargo concreto que le habían hecho era el de resucitar a un sastrecillo remendón de Getsemaní.”(García, 1994: p. 31)
Uno de los principales lugares que siempre sobresale a lo largo de toda la historia, es el convento, allí estuvo Sierva María y el narrador nos da detalles de cómo era ese lugar y que reflejaba: “El convento de Santa Clara era un edificio cuadrado frente al mar, con tres pisos de numerosas ventanas iguales, y una galería de arcos de medio punto alrededor de un jardín agreste y sombrío.” (García, 1994: p. 35)
En otro párrafo se vuelven a conocer más detalles acerca de la descendencia de Delaura, allí se conocen pistas de donde estudió, quienes eran sus padres y hasta el rumor de que tenía alguna descendencia con el poeta español Garcilazo de La Vega, y hasta su nombre completo:
Fue así como Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, a los treinta y seis años cumplidos, entró en la vida de Sierva María y en la historia de la ciudad. Había sido alumno del obispo en su célebre cátedra de teología de Salamanca donde se graduó con los honores más altos de su promoción. Estaba convencido de que su padre era descendiente directo de Garcilaso de la Vega, por quien guardaba un culto casi religioso, y lo hacía saber de inmediato. Su madre era una criolla de San Martín de Loba, en la provincia de Mompox, emigrada a España con sus padres. Delaura no creía tener nada de ella hasta que vino al Nuevo Reino de Granada y reconoció sus nostalgias heredadas” (García, 1994: p. 43).
El autor vuelve a mencionar poblaciones cercanas como Mompox y San Martín de Loba.
En una ocasión, Sierva María pensó en cómo podría ir a parar en una población donde habitaban gran flujo de negros, como lo era Palenque y se le pasó por su mente que sería muy bien recibida y no podría quejarse por como fuese tratada por los pobladores de ese lugar, por eso quizás ella pensó inmediatamente en que ese lugar pudo haberse convertido en su más preciado resguardo por eso le dijo a el cura:
Le había dicho a Cayetano en alguna ocasión que le hubiera gustado refugiarse con él en San Basilio de Palenque, un pueblo de esclavos fugitivos a doce leguas de aquí, donde sería recibida sin duda como una reina.” (García, 1994: p.  74)
En respuesta a la hipótesis de La hibridez americana como incertidumbre moderna frente al ideal de pureza del modelo de civilización colono español podemos decir que el modelo europeo traído por los españoles respondía a conservar su pureza como raza “principalmente y limpia”. En oposición a esto se puede ver como el personaje principal, Sierva María, estuvo rodeada por negros a pesar de ser hija de un marqués tuvo que estar cerca de todos esos esclavos, con los cuales compartía de su tiempo y hasta dominaba una lengua africana, todo esto por el contacto que tuvo con ellos mientras crecía.
Por otra parte el hecho de que los españoles tuvieran una idea de modernidad traída del viejo continente e instaurarla en América no fue completada totalmente, ya que ellos no contaban con todo lo que pasaría después, por ejemplo, los casos de contacto cultural, y fusión racial: negros, blancos, indígenas cada uno dio uno aporto de sí y a partir de allí comenzar a ser parte de lo que hoy somos y de todo lo que fuimos como miembros de una micro comunidad y ahora como parte de una macro comunidad.
Conclusión
De acuerdo con García Márquez, es de lamentar que a lo largo de los siglos Latinoamérica haya sido entendida e interpretada según criterios ajenos. Sin embargo, en su narrativa el autor colombiano, además de criticar el paradigma hegemónico del Occidente, el cual incluye la iglesia Católica de a mediados del s. XVII también se inscribe en él, como ejemplifica la representación de la cultura y la identidad negra en Del amor y otros demonios, idealizadas y, a la vez, marginalizadas en el discurso macondiano de “Gabo”, como se muestra en la obra.
La acción “evangelizadora” y a la vez castradora de la institución a cargo de la educación “espiritual” del pueblo colapsó ética y moralmente ante tantos abusos y excesos del poder, el cual abarcaba incluso la autoridad política y en algunos casos culturales de los creyentes y no creyentes o en este caso domesticados o aculturados de manera forzosa. Ha de esperarse que el sistema autoritario perdiera fuerza tras la sublevación ideológica de los sometidos y por ende el resquebrajamiento del poder de la iglesia católica.






UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN


ANÁLISIS CRÍTICO SOCIAL DE LA OBRA DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


LILY CABARCAS
MELISA CARO
DAVID SOTO


PRESENTADO EN EL SEMINARIO DE:
LITERATURA DEL CARIBE


DOCENTE
Mg. MARENA ORTIZ


LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA
GRUPO 26
BARRANQUILLA/ ATLÁNTICO
2014
Referencias Bibliográficas


García, G. (1994). Del amor y otros demonios. Bogotá: Norma.

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