ANÁLISIS CRÍTICO SOCIAL DE LA OBRA DEL AMOR Y OTROS
DEMONIOS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Sierva María: la
voz de la protesta, la voz de la inocencia
Gabriel García Márquez es uno de los grandes
novelistas del siglo XX, renovador de la literatura en español y figura clave
en el auge del llamado realismo mágico. Es también el máximo representante del
Boom Latinoamericano. Su importancia como narrador se vio reconocida a nivel
mundial en 1982, año en el que le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura
por novela más reconocida internacionalmente es “Cien años de soledad”. En esta ocasión es nuestro interés la
lectura profunda de otra notable obra del nobel, Del amor y otros demonios publicada en 1994.
La novela relata la historia de Sierva María de
todos los Ángeles, quien ha sufrido grandes calvarios a lo largo de su corta
vida. En este proceso narrativo se van describiendo diversos paisajes de
Cartagena-Colombia de la época colonial con sus problemas sociales, culturales,
religiosos, etc. Despues de que la mordiese un perro en el mercado contagiado
con rabia, se comienza a creer que la niña había contraído dicha enfermedad, y
luego, al recuperarse, el obispo de la Diócesis se convence de que la pequeña
Sierva María está poseída, de esta forma es llevada a un convento por su padre,
el marqués de Casalduero, donde es tratada de forma inhumana. En ese lugar
conoce y se enamora de Cayetano Delaura, el cura que en teoría tenía que
exorcizarla. El amor es mutuo, Cayetano también se halla perdidamente enamorado
de Sierva María; pero al enterarse sus superiores de esta situación, el
sacerdote es transferido a un leprosario y a Sierva María la someten a diversas
torturas para sacar el supuesto “demonio”, situación que deriva en la trágica
muerte de la niña, aunque en el libro se menciona que “murió de amor”.
Tema
En esta obra, García Márquez incorpora y mezcla
elementos irracionales, creencias populares y modos de pensar típicos de las
culturas tradicionales (la colono-española y la africana). En el caso de la
cultura africana representado en Dominga de Adviento como una nuevo tipo de
generación que combina las fe Católica y la de la cultura Yoruba, dando así
como resultado el sincretismo religioso africano o también llamada satería:
“Dominga
de Adviento, una negra de ley que gobernó la casa con puño de fierro hasta la
víspera de su muerte, era el enlace entre aquellos dos mundos. Alta y ósea, de
una inteligencia casi clarividente, era ella quien había criado a Sierva María.
Se había hecho católica sin renunciar a su fe yoruba, y practicaba ambas a la
vez, sin orden ni concierto. Su alma estaba en sana paz, decía, porque lo que
le faltaba en una lo encontraba en la otra. Era también el único ser humano que
tenía autoridad para mediar entre el marqués y su esposa, y ambos la
complacían” (García,
1994: p. 18-19).
Por el lado de las tradiciones y métodos empleados
por de la Iglesia Católica, que combina una mezcla de rituales que incluye la
repetición continua de rezos y órdenes de expulsión, y el uso de objetos que
pueden repeler al ente, en este caso un demonio, con crucifijos, agua bendita, reliquias, entre
otros, que no es más que la adaptación de procedimientos practicados por
religiones paganas, junto con ceremonias realizadas por los romanos antes de
convertirse al cristianismo, es decir no es fiel copia de las tradiciones
judeocristianas de la antiguedad. “De regreso a la celda le
aplicaron una lavativa de agua bendita, que era el método francés para expulsar
los que pudieran quedar en sus entrañas” (García, 1994: p. 197).
El tema principal de la novela es la discriminación
e intolerancia de la Iglesia Católica, durante la época de la colonia, donde
era muy común el tráfico de esclavos africanos:
“Tenían
instrucciones de no pasar del Portal de los Mercaderes, pero la criada se
aventuró hasta el puente levadizo del arrabal de Getsemaní, atraída por la
bulla del puerto negrero, donde estaban rematando un cargamento de esclavos de
Guinea. El barco de la Compañía Gaditana de Negros era esperado con alarma
desde hacía una semana, por haber sufrido a bordo una mortandad inexplicable” (García, 1994: p. 13)
Además, la Sagrada Congregación del Santo Oficio se dedicada
a la supresión de la herejía, a los que muchas veces castigaban con la pena de
muerte, ya que debido a la firmeza de sus preceptos no toleraba que ninguna
otra cultura contradijera o cuestionara su autoridad: “Entre eso y las hechicerías de los negros no hay mucha diferencia,
dijo. Y peor aún, porque los negros no pasan de sacrificar gallos a sus dioses,
mientras que el Santo Oficio se complace descuartizando inocentes en el potro o
asándolos vivos en espectáculo público”. (García, 1994: p. 98).
Otro de los temas presentes en Del Amor y Otros Demonios es la idea o creencia de considerar
cualquier comportamiento “anormal” o diferente como posesión demoniaca subrayando
el irrespeto a la otredad como un individuo diferente, que no forma parte de la
comunidad propia. La otredad no implica que el Otro deba ser discriminado o
estigmatizado; por el contrario, las diferencias que se advierten al calificar
al prójimo como un Otro constituyen una riqueza social y pueden ayudar al
crecimiento de las personas, algo que realmente la Iglesia como institución no
valoraba:
“«Sin
embargo», dijo Delaura, «creo que lo que nos parece demoníaco son las
costumbres de los negros, que la niña ha aprendido por el abandono en que la
tuvieron sus padres».
«
¡Cuidado!», lo alertó el obispo.
«El
Enemigo se vale mejor de nuestra inteligencia que de nuestros yerros».
«Pues
el mejor regalo para él sería que exorcizáramos una criatura sana», dijo Delaura.
El
obispo se encrespó.
«¿Debo
entender que estás en rebeldía?»
«Debe
entender que mantengo mis dudas, padre mío», dijo Delaura.
«Pero
obedezco con toda humildad».”
(García, 1994: p. 124)
La sociedad de la época se regía por los mandatos de
la Iglesia, quien tildaba de herejes a todo el que tuviera un modo de pensar
diferente a ésta, como es el caso del médico Abrenuncio, a quien por tener concepciones
ideológicas distintas a las de la Iglesia llamaban hereje:
“«
¿Qué sabemos de Abrenuncio?», le preguntó el obispo.
El
padre Delaura no tuvo que pensarlo. […] De acuerdo con los expedientes del
Santo Oficio era un judío portugués expulsado de la península y amparado aquí
por un gobernador agradecido, al que le curó una potra de dos libras con las
aguas depurativas de Turbaco. Habló de sus recetas mágicas, de la soberbia con
que vaticinaba la muerte, de su presumible pederastia, de sus lecturas
libertinas, de su vida sin Dios. Sin embargo, el único cargo concreto que le
habían hecho era el de resucitar a un sastrecillo remendón de Getsemaní. Se
consiguieron testimonios serios de que estaba ya amortajado y en el ataúd
cuando Abrenuncio le ordenó levantarse. Por fortuna, el mismo resucitado afirmó
ante el tribunal del Santo Oficio que en ningún momento había perdido la
conciencia. «Lo salvó de la hoguera», dijo Delaura. Por último, evocó el
incidente del caballo muerto en el cerro de San Lázaro y sepultado en tierra
sagrada. (García,
1994: p. 77)
O el caso de las costumbres africanas de Sierva
María, creencias autóctonas de esa cultura, en especial de la yoruba, pero que
la iglesia no toleraba y las prohibía.
“Sierva
María cantaba sentada en un banquillo, con la cabellera extendida por los
suelos, en medio de la servidumbre hechizada. Tan pronto como vio a la abadesa
dejó de cantar. La abadesa levantó el crucifijo que llevaba colgado del cuello.
«Ave
María Purísima», dijo. «Sin pecado concebida», dijeron todos.
La
abadesa blandió el crucifijo como un arma de guerra contra Sierva María. « Vade
retro», gritó. Los criados retrocedieron y dejaron a la niña sola en su
espacio, con la vista fija y en guardia. «Engendro de Satanás», gritó la
abadesa. «Te has hecho invisible para confundirnos».” (García, 1994: p. 97)
Narrador
Indiscutiblemente, el narrador de la historia es el
reportero del diario, quien al final del prólogo lo corrobora firmando con el
nombre de Gabriel García Maquez:
“El
26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El maestro Clemente
Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras de
reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o tres sugerencias de
rutina. No encomendó una tarea concreta a ningún redactor. Minutos después se
enteró, por teléfono de .que estaban vaciando las criptas funerarias del
antiguo convento de Santa Clara, y me ordenó sin ilusiones: «Date una vuelta
por allá a ver qué se te ocurre».”
(García, 1994: p. 9)
Es una historia que, virtualmente, se sustenta en un
acontecimiento real (así se hace creer en el prólogo de la obra). El narrador
(que se instaura narrativamente en la función de escritor) describe su asombro
de aquel tiempo y recuerda que al maestro de la obra le pareció un hecho
normal, pues éste explicó que el cabello de los muertos puede llegar a crecer
hasta un centímetro al mes.
“Extendida
en el suelo, la cabellera espléndida medía veintidós metros con once
centímetros. El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello humano
crecía un centímetro por mes hasta después de la muerte, y veintidós metros le
parecieron un buen promedio para doscientos años. A mí, en cambio, no me
pareció tan trivial, porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una
marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia,
que había muerto del ¡mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada
en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba
pudiera ser la suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro.” (Gracia, 1994: p. 11)
De este modo el narrador apoya, en cierto modo, la
posición de los voceros de la hibridez y de los acontecimientos “inverosímiles”
que se desarrollaron durante ese periodo de la historia de Cartagena. De alguna
manera el narrador hace parte de ese grupo de personas intelectuales que
levantan su voz en contra de la ignorancia y soberbia no solo de la Iglesia
Católica, sino también de aquellas personas que no entienden que las
diferencias no siempre tienen que ser malas o desestabilizantes para la
sociedad, y eso lo hace a través de las voces de los personajes como Sierva
María (la menos educada) y el médico Abrenuncio (el más estudiado), quienes
alzan su voz, sin temor alguno, contra este tipo practicas inhumanas, racistas
y medievalistas.
En cuanto a la técnica narrativa, encontramos que la
historia es contada en tercera persona, por un narrador omnisciente, que
focaliza en ocasiones en la mente de los personajes. El relato está
estructurado por el narrador y varios personajes quienes establecen algunos
diálogos en los diferentes capítulos de la obra.
La historia se cuenta cronológicamente en cinco capítulos
en los cuales se cuenta con más intensidad de un tema o historia, algunos de
los cuales están en retrospectiva, remontándose al pasado, para que al mismo
tiempo que el narrador cuenta la historia de Sierva María sepamos la historia
de la familia, del obispo, la abadesa, el médico, de Cayetano Delaura y de otros
personajes.
Por ejemplo, el narrador no presenta en Cayetano la
imagen de un santo, sino la de un hombre como cualquier otro, con sus pasiones y
sus caídas. Hace ver que los entregados a la vida religiosa tienen también
imperfecciones, y de vez en cuando, caen, porque también son pecadores. Éste
era el caso de Delaura, quien le confeso al obispo de Cáceres lo que estaba
sintiendo por Sierva María.
“Abrió
la maletita de Sierva María y puso las cosas una por una sobre la mesa. Las
conoció, las olió con un deseo ávido del cuerpo, las amó, y habló con ellas en
hexámetros obscenos, hasta que no pudo más. Entonces se desnudó el torso, sacó
de la gaveta del mesón de trabajo la disciplina de hierro que nunca se había
atrevido a tocar, y empezó a flagelarse con un odio insaciable que no había de
darle tregua hasta extirpar en sus entrañas hasta el último vestigio de Sierva
María. El obispo, que había quedado pendiente de él, lo encontró revolcándose
en un lodazal de sangre y de lágrimas. «Es el demonio, padre mío», le dijo
Delaura. «El más terrible de todos».” (García,
1994: p. 159)
Así mismo, presenta al obispo de Cáceres y Virtudes
como un hombre enfermo, quien no puede con su propio cuerpo, sólo con la
intención de fustigar el estado decadente que tenía la iglesia Católica en
cuanto al poder y reconocimiento de institución única y legítima de cuestionar
la moral, la cultura y creencia de la gente.
“El
obispo había asumido su ministerio cuando ya el marqués se hallaba retirado de
la vida pública, y apenas si se habían visto. Además, era un hombre condenado
por su mala salud, con un cuerpo estentóreo que le impedía valerse de sí mismo,
y corroído por un asma maligna que ponía a prueba sus creencias. No había
estado en numerosas efemérides públicas en que su falta era inconcebible, y en
las pocas a que concurría guardaba una distancia que lo iba convirtiendo poco a
poco en un ser irreal.”
(García, 1994: p. 72)
El narrador se introduce en la mente de los
personajes presentando lo complejo de sus personalidades. Incorpora elementos
fantásticos en sueños y alucinaciones; las creencias y modos de pensar de las
culturas africanas están muy presentes en el libro e influyen mucho en el
desarrollo de la historia, todo esto en aras de mostrar que estas costumbres no
son dañinas, sino que son diferentes:
“Recuperó su mundo al instante. Ayudó a degollar un chivo que se
resistía a morir. Le sacó los ojos y le cortó las criadillas, que eran las
partes que más le gustaban. Jugó al diábolo con los adultos en la cocina y con
los niños del patio, y les ganó a todos. Cantó en yoruba, en congo y en
mandinga, y aun los que no entendían la escucharon absortos. Al almuerzo se comió
un plato con las criadillas y los ojos del chivo, guisados en manteca de cerdo
y sazonados con especias ardientes”. (García, 1p. 88-89).
El narrador utiliza un lenguaje culto, con
extranjerismos y arcaísmos muy de la época, lo que deja inferir que la persona
que narra el relato es estudiada y conocedora no sólo de historia de la época a
la que hace alusión, sino también del latín y de la obra de Garcilazo de la
Vega y otros escritores, teóricos y filósofos que se citan en la obra, lo que
proporciona confianza al lector, ya que demuestra un acervo cultural que lo
dota de credibilidad:
“Benedictus
qui venit in nomine veritatis”
(Garcia, 1994:p. 27); “anagallis flore
purpureo” (García, 1994: p. 30); “Cessatio
a Divinis” (García, 1994: p. 89, 165); “Vade
retro” (García, 1994: p. 92); “Bien
puedes hacer esto con quien pueda sufrirlo” (García, 1994: p. 118); “Por vos nací, por vos tengo la vida, por
vos he de morir y por vos muero” (García, 1994: p. 119); “Oh dulces prendas por mí mal halladas” (García,
1994: p. 168); “Cuando me paro a
contemplar mi estado ya ver los pasos por do me has traído” (García, 1994: p.
170); “Yo acabaré, que me entregué sin
arte a quien sabrá perderme y acabarme” (García, 1994: p. 170); “En fin a vuestras manos he venido” (García,
1994: p. 171); “Do sé que he de morir” (García,
1994: p. 171); “Para que sólo en mí fuese
probado cuánto corta una espada en un rendido” (García, 1994: p. 171); “Bastan las que por vos tengo lloradas” (García, 1994: p. 176)
El narrador emplea palabras adecuadas en cada
momento hace que las descripciones sean de la máxima claridad con pocos
adjetivos “su modo de ser era tan sigiloso que parecía una
criatura invisible”
(García, 1994: p. 20). No necesita demasiados sinónimos para que la oración
sea clara, además todo queda tan entendido que el autor deja ver notablemente
su propósito para con la obra.
Sistema
de personajes
Sierva
María de Todos los Ángeles, es una niña de doce años, de apariencia delicada y
frágil, tímida, de piel lívida, de ojos de un azul taciturno, de una cabellera
semejante al cobre y excesivamente larga, de pasos sigilosos, de mirada
penetrante, de movimientos impredecibles, de apariencia angelical pero
demoniaca a la vez, misteriosa, embustera
y algo manipuladora.
“las evidencias de su buena salud estaban a la vista, pues
a pesar de su aire desvalido tenía un cuerpo armonioso, cubierto de un vello
dorado, casi invisible, y con los primeros retoños de una floración feliz.
Tenía los dientes perfectos, los ojos clarividentes, los pies reposados, las
manos sabias, y cada hebra de su cabello era el preludio de una larga vida.
Contesto de buen ánimo y con mucho dominio el interrogatorio insidioso, y había
que conocerla demasiado para descubrir que ninguna respuesta era verdad. Sólo
se puso tensa cuando el médico encontró la cicatriz ínfima en el tobillo. La
astucia de Abrenuncio le salió adelante: “¿te caíste?”- La niña afirmo sin
pestañar: “del columpio” (p. 30)
La vida de Sierva María, está
sujeta desde mucho antes de su nacimiento en la mentira, en la intriga y en la
maldad. Es un ser desventurado, cuya razón de vida fue producto del interés
económico por parte de su madre y su
abuelo materno, quienes planearon seducir al marqués de Casualdero y señor del
Darién de 64 años de edad, para lograr amarrarlo con “un hijo” y así este tener
que casarse con Bernarda de Cabrera, una mulata esbelta, pícara,
ambiciosa, manipuladora y de pocos
sentimientos. Quien planeó minuciosamente quedar embarazada para así
convertirse en la esposa del marqués y una vez casada planeaba junto con su
padre asesinar al pusilánime de su esposo.
Con tan mala suerte que él bebé a
quien habría de traer al mundo era una niña sietemesina escuálida y enferma a
quien la consagrarían a una deidad Yoruba (Olokún) para ganar el favor de ese
dios y permitiera que la niña viviera, pues el cordón umbilical se había
aferrado a su cuello y era muy probable que al entrar la madre en proceso de
parto, la estrangulara el cordón umbilical.
“una mañana de lluvias tardías, bajo el signo
de sagitario, nació sietemesina y mal Sierva María de Todos los Ángeles.
Parecía un renacuajo descolorido, y el cordón umbilical enrollado en el cuello
estaba a punto de estrangularla.
“Es hembra”, dijo la comadrona.
“pero no vivirá”.
Fue entonces cuando Dominga de
Adviento prometió a sus santos que si le concedía la gracia de vivir, la niña
no se cortaría el cabello hasta la noche de bodas. No bien lo había prometido
cuando la niña rompió a llorar. Dominga de Adviento, jubilosa, cantó: “será
santa!” (García, 1994: p. 40)
Sierva María no era amada por sus
padres, ninguno de los dos se había percatado de la existencia de la niña, ella
era un cero a la izquierda en la vida de sus progenitores, solo en el traspatio
de la casa la niña era completamente
feliz, había aprendido la lengua, las tradiciones y las costumbres de los
negros, ella era una negra más, allí en el lugar de los negros era
completamente libre y feliz, sólo Dominga de Adviento le había dado ese amor
fraternal que sus padres se había negado a ofrecerle, iniciándola y cuidándola
según sus creencias religiosas, la niña creció en un ambiente negro, que tiempo
después sería su cruz y su maldición.
Haber crecido en medio de una
comunidad negra y haber aprendido, de ellos sus mañas y sus lenguas, sería el
detonante que la condenaría a la muerte por de medio de las interminables
secciones de exorcismos: “traspuesta en el
patio de los esclavos Sierva María aprendió a bailar desde antes de hablar,
aprendió tres lenguas africanas al mismo tiempo, a beber sangre de gallo en
ayunas y a deslizarse por entre los cristianos sin ser vista ni sentida, como
un ser inmaterial.” (García,
1994: p.
40)
La mordedura del perro en el
tobillo de Sierva María, es una excusa del narrador para propiciar un encuentro
de culturas y creencias africanas y católicas en una sociedad donde, todo
aquello que era anormal o producido por fenómenos naturales inexplicables para
el ojo humano, era producto del demonio, aquello cuya causalidad una mente
finita no podía explicar era satanizado y era sinónimo de fuerzas espirituales
inconversos a la fe católica, de manera que todos aquellos ajenos a la doctrina
que imponía la iglesia católica, era llegados a la orca, eran acusado por
herejía y rebelión, eran expuesto ante la sociedad como brujas(os), eran
quemados en la hoguera y demás castigos que imponía la iglesia católica.
Sierva María, era la
representación más fiel de una persona inconversa en una sociedad católica,
pues ella, adoraba a otros dioses, habla lenguas africanas, que la iglesia
consideraba lenguas del diablo, entonaba canciones con un timbre voz angelical,
pero una lengua desconocida, la cual generaba pavor dentro del convento, como
si fuera poco sus muchos collares de le daban una apariencia tenebrosa y su
comportamiento sombrío hacía creer que cavilaba con espíritus del más allá,
para terminar de completar su apariencia infernal ante los ojos de la iglesia católica,
su aureola emanaba un olor encebollado.
No era para menos que el poder
eclesiástico sintiera una amenaza latente con Sierva María por ahí suelta, era
obvio que estando la niña sin “Dios y sin ley”, era un peligro para la iglesia
y la fe católica, una rebelión a nivel local representaría el fin del poder
eclesiástico en Cartagena. Aceptar la diversidad cultural y religiosa era para
la iglesia católica perder autoridad y ceder parte de su gobierno a otras
creencias, es por esto que en aras de preservarse en el poder era inaceptable
todo lo que se oponía a las creencias católicas, si algunos se salían de los
lineamientos y parámetros que imponía la iglesia era acusados y condenados a
muertes.
Todo cuanto se oponía a la
iglesia era sacado del camino y muy a pesar de Sierva María, ella era la piedra
de tropiezo para la iglesia. Había que eliminarla de tal forma que su
comportamiento multiétnico no diera pie para una emancipación religiosa y por
consiguiente a la caída del poder
eclesiástico.
Sierva María había permanecido en
el anonimato hasta que la mordedura del perro rabioso, puso en evidencias sus
costumbres y sus creencias religiosas, es entonces donde la iglesia enfoca su
mirada en ella, una niña de belleza angelical pero de semblante demoniaco: “el obispo de la diócesis, don Toribio de Cáceres y
Virtudes, alarmado con el escándalo público de los trastornos y desvaríos de
Sierva María, le mando al marqués un recado sin precisiones de causa, de fecha
o de hora, lo cual fue interpretado como un indicio de suma urgencia. El
marques se sobrepuso a la incertidumbre y acudió el mismo día sin anunciarse”. (García, 1994: p. 49)
“había querido sobrellevar mi desgracia en silencio”,
dijo el marqués.
“pues muy mal lo has logrado”, dijo el obispo. “es un
secreto a gritos que tu pobre niña rueda por los suelos presa de convulsiones
obscenas y ladrando en jerga de idólatras. ¿No son síntomas inequívocos de una
posesión demoníaca?”
El marqués estaba espantado.
“¿Qué quiere decir?”
“que entre las numerosas argucias del demonio es muy
frecuente adoptar la apariencia de una enfermedad inmunda para introducirse en
un cuerpo inocente”, dijo. “y una vez dentro no hay poder humano capaz de
hacerlo salir”. El marqués explicó las vicisitudes médicas del mordisco del
perro, pero el obispo encontró siempre una explicación a su favor”. (García, 1994: p. 53)
En la obra de Gabriel García
Márquez, “Del amor y otros demonios”,
podemos observar la presencia de personajes secundarios que cumple un papel
mágico dentro de la novela, como es el caso de Dulce Olivia, una mujer con
aparente trastornos metales al igual que don Ygnacio de
Alfaro y Dueñas, ambos se enamoraron en su juventud, pero por diferencias de
clases sociales su amor no fue pleno, ambos tomaron rumbos separados el marqués
por su parte se vio obligado por su padre a casarse con una mujer a quien nunca
amo, y Dulce Olivia, permaneció en el manicomio como siempre había sido.
Sin
embargo, este personaje después de la muerte de Dominga de Adviento, asume el
rol de la señora de la casa, todas las mañanas sin que nadie pudiera percibir
su presencia entraba a la casa y la barría y lavaba los platos, de manera que
nadie se explicaba cómo era que las cosas aparecían en su lugar y todo bien
organizado. Tiempo después el marqués descubriría que Dulce Olivia, era quien
hacia todas estas cosas, el encuentro
entre ambos retomo sus amores inocentes del pasado, pero ya con un trato
rutinario como el de un viejo matrimonio. Dulce Olivia, es un personaje que se
confunde con entre la fantasía y la realidad, quien aun después de su muerte,
seguía apareciendo con un su ímpetu de señora la casa.
“el marqués no supo nunca, ni lo supo nadie,
en qué momento Dulce Olivia había dejado de ser ella, y sólo seguía siendo una
aparición en las noches de la casa” (García,
1994: p. 135)
“arrebatado por una
fuerza demente corrió en busca del marqués. Empujó el portón sin tocar y entró
en la casa desierta, cuya luz de dentro era la misma de la calle, porque los
muros de cal parecían transparentes por la claridad de la luna. La limpieza, el
orden de los muebles, las flores de los canteros, toda era perfecto en la casa
abandonada. El quejido de los goznes había alborotado a los mastines, pero
Dulce Olivia los calló en seco con una orden marcial. Cayetano la vio en las
sobras verdes del patio, hermosa y fosforescente. Con la túnica de marquesa y
el cabello adornado de camelias vivas de olores frenéticos y alzo la mano con
la cruz del índice y el pulgar.
“en el nombre de Dios: ¿Quién eres?”,
preguntó.
“un ánima en pena” dijo
ella. “¿y usted?” (García, 1994: p. 14)
Otro
personaje secundario que aporta un aire mágico en la novela es el padre Tomás
de Aquino de Narváez, quien es el párroco del barrio de los esclavos, además
cuenta con un amplio repertorio de exorcismo y de almas que había logrado
rescatar de las garras de satanás, el padre Tomas, era a persona indicada para
mediar con los demonios de Sierva María, pues él era hijo de un blanco con una
negra, producto de un sincretismo al igual que la niña, el padre Tomas, conocía
muy bien las lenguas africanas y consideraba que Sierva María no era víctima de
ninguna posición demoniaca, que por el contrario era una niña con costumbres
negras a causa del abandono de sus padres, teoría que también compartía el
padre Cayetano Delaura.
Pero
la visión del padre Tomas de Aquino, causaba en la iglesia cierto incomodidad,
hasta el punto que de una manera misteriosa el narrador nos dice que este
aparece muerto, hecho que la iglesia no duda en achantar a la joven prisionera.
Sin embargo esta muerte casi que inexplicable podría fácilmente atribuírsela al
poder eclesiástico, que silenciaba a todos aquellos que pesaran en contra de
los parámetros católicos. El padre Aquino era uno de esos tantos estorbos que
la iglesia tenía que eliminar si quería permanecer en el poder y así mantener
en la sumisión total al pueblo.
Aceptar
la teoría del Tomas de Aquino, era reconocer un sincretismo y ceder autoridad,
cosa que ellos, la iglesia no estaba dispuesta hacer, así tuvieran que matar y
destituir miembros de su misma doctrina como fue el caso del padre Aquino y por
supuesto el caso del padre Cayetano.
“De regreso a la tierra había pedido la
parroquia más humilde, se apasionó por las religiones y las lenguas africanas,
y vivió como otro esclavo entre los esclavos. Nadie parecía mejor hecho para
entenderse con Sierva María y enfrentarse con más razón a sus demonios.
Sierva María lo
reconoció como un arcángel de salvación, y no se equivocó. En presencia de ella
desarticuló los argumentos de las actas y le demostró a la abadesa que ninguno
de ellos era terminante. Le enseño que los demonios de América eran los mismos
de Europa, pero su advocación y su conducta eran distintas. Le explico las cuatro reglas de uso para reconocer la
posesión demoníaca y le hizo ver que fácil resultaba al demonio servirse de
ellas para que se creyera lo contrario. Se despidió de Sierva María con un
pellizco de cariño en la mejilla.
“duerme tranquila”, le
dijo. “con peores enemigos me las he visto” (García, 1994: p.
129)
“a las cuatro de la
mañana el sacristán que vivía, a una cuadra de la iglesia dio los rimeros
toques para la misa única. Ante de las cinco, en vista de que el padre se
demoraba, fue a buscarlo en su cuarto. No estaba. Tampoco lo encontró en el
patio. Siguió buscándolo en los alrededores, porque a veces se iba a conversar
desde muy temprano en los patios vecinos. No lo encontró. A los pocos
feligreses que acudieron les anunció que no había misa porque no encontraba al
párroco. A las ocho, ya con el sol caliente, la niña del servicio fue a sacar
agua del aljibe, y allí estaba el padre Aquino, flotando bocarriba con las
calzas que se, dejaba puesta para dormir. Fue una muerte triste y sentida, y un
misterio que nunca se esclareció, y que la abadesa proclamó como la prueba
terminante de la inquina del demonio contra su convento”. (García, 1994: p.
131)
Finalmente
mencionaremos otro personaje no menos importante que los demás y no más
importante que la protagonista de esta historia, el Padre Cayetano Alcino del
Espíritu Santo Delaura y Escudero, un personaje central en la vida de Sierva
María, es quien inicialmente está encargado de las secciones de exorcismo, un
párroco de 36 años, piadoso, amable, ilustrado, amante de la literatura y de la
poesía. Su amor por la lectura lo distingue dentro de su campo eclesiástico,
como un hombre que comprende que no todo es producto del demonio, y que hay
ciertas cosas que la ciencia puede comprobar.
Delaura
se enamora profundamente de Sierva María con quien sostiene una prohibida
historia de amor, que pone por el suelo sus convicciones católicas,
presentándose en este personaje una cualidad de la carnavalización de Bajtín,
que consiste en poner en burla o exhibir a
luz pública comportamientos inadecuados de personajes que infunden
respeto o autoridad. Delaure representa una lucha interna entre rendirse ante
las pasiones carnales o pelear contra los espíritus por mantenerse fiel a sus
creencias.
Con
él podemos ver la división de una iglesia que seguía oponiéndose antes las
explicaciones científicas satanizando aquello que representara un peligro para
el poder eclesiástico. El padre Cayetano no solo se enamora perdidamente de
Sierva María, sino que también sostiene encuentros intensos con esta, que
aunque no llegan al punto de la penetración, va en dirección opuesta a su fe
católica.
“Cayetano, entre broma y de veras, se atrevió
a zafarle a Sierva María el cordón del corpiño. Ella se protegió el pecho con
las dos manos, y hubo un destello de furia en sus ojos y una ráfaga de rubor le
encendió la frente. Cayetano le agarró las manos con el pulgar y el índice,
como si estuvieran a fuego vivo, y se las apartó del pecho. Ella trató de
resistir, y él le opuso una fuerza tierna pero resuelta.
“repite conmigo”, le
dijo: “en fin a vuestras manos he venido”
Entonces la besó en los
labios por primera vez. El cuerpo de Sierva María se estremeció con un quejido,
soltó una tuene brisa de mar y se abandonó a su suerte. En Los días siguientes
sólo tuvieron instantes de sosiego mientras estaban juntos. No se saciaron de
hablar de los dolores del amor. Se agotaban a besos, declamaban llorando a
lágrimas vivas versos de enamorados, se cantaban al oído, se revolcaban en
cenagales de deseo hasta el límite de sus fuerzas; exhaustos pero vírgenes.
Pues él había decidido mantener su voto de hasta recibir el sacramento, y ella
lo compartió”. (García, 1994: p. 123-124)
Cronotopo
El
mundo que se recrea en la historia de “Del amor y otros demonios”, corresponde
al periodo de un proceso de hibridación étnica y cultural de América, donde se
ve una jerarquización social de las etnias integradoras de la sociedad
colombiana y el inicio de una vergonzosa historia de discriminación y
marginación para la población aborigen y negra en nuestro continente durante la época de la
colonia. Cartagena de Indias principal puerto de
comercialización de africanos del continente (tráfico de esclavos), a lo largo
de tres siglos y medio y que empezó con la llegada de los colonizadores
españoles cuando invadieron estas tierras y trajeron esclavos provenientes del
continente africano.
Esta
historia se desarrolla en esta ciudad, en la segunda mitad del siglo XVIII,
cuando algunas autoridades de la Contrarreforma se aferraban aún al Santo
Oficio para mantener en América el comercio negrero que beneficiaba a los
señores feudales dentro de los cuales la iglesia, como aparato ideológico de
estado, jugaba un papel protagónico ya que siempre estaba presente en todo y
más en asuntos de esta índole.
El
periodista expresa que en el año de 1949 escribió una noticia sobre la niña
cuya bóveda mostraba, al ser destapada, una cabellera que había crecido un
centímetro por mes durante doscientos años, lo que remontaba su sepultura a la
segunda mitad del siglo XVIII, durante la época colonial. Además de esto la
historia se encuentra situada en la época del Virreinato español,
donde ya surgía la esclavitud y la iglesia católica imputaba su autoridad
torturando y asesinando a los esclavos o quemándolos vivos y exponiéndolos a la
merced de todos, con el fin de frenar
las prácticas de hechicerías, también optaban por aniquilar los enfermos
mentales como enloquecidos o que eran culpables de practicar alguna herejía.
En
esos momentos todos creían en que el demonio podía poseer a una persona y
manejarla a su antojo, también se creía en llevar a cabo unas especies de ritos.
El
personaje principal Sierva María, estuvo relacionándose con negros que se
encontraban muy cerca de ella y que de alguna u otra forma hacían que cada día
tuviera más contacto con ellos y se involucrase en sus tradiciones, cultura y
costumbres, inclusive su nana era negra y pasaba mucho tiempo a su lado, el
autor nos habla del tráfico de esclavos de una manera muy clara, al explicar
cómo se seguía haciendo esta práctica por un buen tiempo, a si lo recrea en
este párrafo:
“El fragoroso patio de los
esclavos, donde se celebraban los cumpleaños de Sierva María, había sido otra
ciudad dentro de la ciudad en los tiempos del primer marqués. Siguió siendo así
con el heredero mientras duró el tráfico torcido de esclavos y de harina que
Bernarda manejaba con la mano izquierda desde el trapiche de Mahates” (García, 1994: p. 7)
Luego nos
muestra como los grandes hacendados que tenían como comprar las manos de obras
lo hacían en las Antillas inglesas, ya que para ellos representaba una mejor
inversión y nos les era tan costoso, además ahora el más importante puerto
esclavista ya no estaba a su merced, por eso mismo quisieron explorar otras
opciones trayendo esclavos del Caribe Insular, tal como lo refleja en este
fragmento:
“Diciembre había empezado mal, pero pronto
recuperó sus tardes de amatista y sus noches de brisas locas. La Navidad fue
más alegre que en otros años por las buenas noticias de España. Pero la ciudad
no era la de antes. El mercado principal de esclavos se había trasladado a La
Habana, y los mineros y hacendados de estos reinos de Tierra Firme preferían
comprar su mano de obra de contrabando y a menor precio en las Antillas
inglesas” (García,
1994: p. 8)
Otros de
los lugares que se recrea en la historia es cuando al regresar del novenario el
marqués quiso hacerle una donación a la iglesia y le regaló varias de sus
propiedades que están en varios municipios cercanos a Cartagena y otro en
Córdoba, él le cedió unas haciendas muy bien valoradas y también algunas
hectáreas las cuales eran consideradas de gran producción en toda la región,
esto lo hacía de lo que poseía por lo que se le conocía, sin embargo también
existían unas creencias acerca de que sus propiedades transcendían mucho más de
lo que la inicialmente se imaginaba, se aseguraba que era dueño extensos
latifundios:
“El marqués ordenó funerales de reina, en los
cuales se mostró por primera vez con los tafetanes negros y el color macilenta que
había de llevar hasta siempre. Al regreso del cementerio lo sorprendió una
nevada de palomitas de papel sobre los naranjos del huerto. Atrapó una al azar,
la deshizo, y leyó: Ese rayo era mío. Antes de terminar el novenario había
hecho donación a la iglesia de los bienes materiales que sustentaron la
grandeza del mayorazgo: una hacienda de ganado en Mompox y otra en Ayapel, y
dos mil hectáreas en Mahates, a sólo dos leguas de aquí, con varios hatos de
caballos de monta y de paso, una hacienda de labranza y el mejor trapiche de la
costa Caribe. Sin embargo, la leyenda de su fortuna se fundaba en un latifundio
inmenso y ocioso, cuyos linderos imaginarios se perdían en la memoria más allá
de los pantanos de La Guaripa y los bajos de La Pureza hasta los manglares de
Urabá.” (García,
1994: p. 22)
En cuanto
a la presentación del personaje de Abrenuncio, podemos observar como se muestra
su país de origen, en este caso Portugal y como llegó a sanar a un político
usando las gotas de la población de Turbaco. Aquí nos presenta como llegó este
señor:
“En estricta verdad, continuó
Delaura, no se sabía si aquel era su verdadero nombre. De acuerdo con los
expedientes del Santo Oficio era un judío portugués expulsado de la península y
amparado aquí por un gobernador agradecido, al que le curó una potra de dos
libras con las aguas depurativas de Turbaco. Habló de sus recetas mágicas, de
la soberbia con que vaticinaba la muerte, de su presumible pederastia, de sus
lecturas libertinas, de su vida sin Dios. Sin embargo, el único cargo concreto
que le habían hecho era el de resucitar a un sastrecillo remendón de
Getsemaní.”(García,
1994: p. 31)
Uno de
los principales lugares que siempre sobresale a lo largo de toda la historia,
es el convento, allí estuvo Sierva María y el narrador nos da detalles de cómo
era ese lugar y que reflejaba: “El
convento de Santa Clara era un edificio cuadrado frente al mar, con tres pisos
de numerosas ventanas iguales, y una galería de arcos de medio punto alrededor
de un jardín agreste y sombrío.” (García,
1994: p. 35)
En otro
párrafo se vuelven a conocer más detalles acerca de la descendencia de Delaura,
allí se conocen pistas de donde estudió, quienes eran sus padres y hasta el
rumor de que tenía alguna descendencia con el poeta español Garcilazo de La
Vega, y hasta su nombre completo:
“Fue así como Cayetano Alcino del Espíritu
Santo Delaura y Escudero, a los treinta y seis años cumplidos, entró en la vida
de Sierva María y en la historia de la ciudad. Había sido alumno del obispo en
su célebre cátedra de teología de Salamanca donde se graduó con los honores más
altos de su promoción. Estaba convencido de que su padre era descendiente
directo de Garcilaso de la Vega, por quien guardaba un culto casi religioso, y
lo hacía saber de inmediato. Su madre era una criolla de San Martín de Loba, en
la provincia de Mompox, emigrada a España con sus padres. Delaura no creía
tener nada de ella hasta que vino al Nuevo Reino de Granada y reconoció sus
nostalgias heredadas” (García,
1994: p. 43).
El autor
vuelve a mencionar poblaciones cercanas como Mompox y San Martín de Loba.
En una
ocasión, Sierva María pensó en cómo podría ir a parar en una población donde
habitaban gran flujo de negros, como lo era Palenque y se le pasó por su mente
que sería muy bien recibida y no podría quejarse por como fuese tratada por los
pobladores de ese lugar, por eso quizás ella pensó inmediatamente en que ese
lugar pudo haberse convertido en su más preciado resguardo por eso le dijo a el
cura:
“Le había
dicho a Cayetano en alguna ocasión que le hubiera gustado refugiarse con él en
San Basilio de Palenque, un pueblo de esclavos fugitivos a doce leguas de aquí,
donde sería recibida sin duda como una reina.” (García, 1994: p. 74)
En
respuesta a la hipótesis de La hibridez americana como incertidumbre moderna
frente al ideal de pureza del modelo de civilización colono español podemos
decir que el modelo europeo traído por los españoles respondía a conservar su
pureza como raza “principalmente y limpia”. En oposición a esto se puede ver
como el personaje principal, Sierva María, estuvo rodeada por negros a pesar de
ser hija de un marqués tuvo que estar cerca de todos esos esclavos, con los cuales
compartía de su tiempo y hasta dominaba una lengua africana, todo esto por el
contacto que tuvo con ellos mientras crecía.
Por
otra parte el hecho de que los españoles tuvieran una idea de modernidad traída
del viejo continente e instaurarla en América no fue completada totalmente, ya
que ellos no contaban con todo lo que pasaría después, por ejemplo, los casos
de contacto cultural, y fusión racial: negros, blancos, indígenas cada uno dio
uno aporto de sí y a partir de allí comenzar a ser parte de lo que hoy somos y
de todo lo que fuimos como miembros de una micro comunidad y ahora como parte
de una macro comunidad.
Conclusión
De
acuerdo con García Márquez, es de lamentar que a lo largo de los siglos
Latinoamérica haya sido entendida e interpretada según criterios ajenos. Sin
embargo, en su narrativa el autor colombiano, además de criticar el paradigma
hegemónico del Occidente, el cual incluye la iglesia Católica de a mediados del
s. XVII también se inscribe en él, como ejemplifica la representación de la
cultura y la identidad negra en Del amor y otros demonios, idealizadas y, a la
vez, marginalizadas en el discurso macondiano de “Gabo”, como se muestra en la
obra.
La
acción “evangelizadora” y a la vez castradora de la institución a cargo de la
educación “espiritual” del pueblo colapsó ética y moralmente ante tantos abusos
y excesos del poder, el cual abarcaba incluso la autoridad política y en
algunos casos culturales de los creyentes y no creyentes o en este caso
domesticados o aculturados de manera forzosa. Ha de esperarse que el sistema
autoritario perdiera fuerza tras la sublevación ideológica de los sometidos y
por ende el resquebrajamiento del poder de la iglesia católica.
UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
ANÁLISIS CRÍTICO SOCIAL DE LA OBRA
DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
LILY CABARCAS
MELISA CARO
DAVID SOTO
PRESENTADO EN EL SEMINARIO DE:
LITERATURA DEL CARIBE
DOCENTE
Mg. MARENA ORTIZ
LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y
LITERATURA
GRUPO 26
BARRANQUILLA/ ATLÁNTICO
2014
Referencias Bibliográficas
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