Los siete
tipos de personajes literarios
En la anterior entrada dedicada a la creación de
personajes explicábamos que cada personaje de nuestra historia debe tener una función,
debe servir para realizar algo concreto. Sin embargo, antes de meternos a
trabajar en el desarrollo del personaje, aquello que le dará una configuración
única y personal, debemos tener en cuenta otra cosa: qué tipos de personajes
necesitamos.
Se suele decir que los personajes deben ser todos
redondos, que los personajes planos son un error, que denotan una baja calidad
literaria. Pero, ¿es eso cierto? ¿Qué son los personajes redondos? ¿Y los
planos? ¿Hay otros tipos de personajes literarios? En definitiva: ¿cómo puedo
saber qué tipos de personajes literarios debo utilizar?
Personajes redondos y planos
Edward Morgan Foster, en “Aspectos de la novela”,
explica que: “Podemos dividir a los tipos de personajes literarios en redondos
y planos.
Los personajes planos suelen ser
llamados estereotipos, incluso caricaturas. Se construyen en torno a una sola
idea o cualidad: cuando predomina más de un factor en ellos, atisbamos el
comienzo de una curva que sugiere el círculo.
Una novela que sea medianamente compleja, suele exigir
tanto personajes planos como redondos, y el resultado de sus conflictos se
asemeja a la vida con más exactitud. Los personajes planos en no son un logro
tan grande como los redondos, y son mejores cuando son cómicos. Un personaje
plano, sea serio o trágico, puede resultar un aburrimiento. Sólo los personajes
redondos son capaces de desempeñar papeles trágicos, suscitando en nosotros
emociones que no sean humor o complacencia.”
Por tanto, los personajes redondos son complejos, e incluso
imprevisibles. Cambian y modifican su ser a medida que avanza la acción y
suelen provocar en el lector fuertes reacciones, que se derivan de la
transformación de sus principales líneas de actuación.
Por el contrario, los planos tienen sólo una cualidad.
Ajustan su comportamiento siempre al mismo esquema, son fáciles de recordar por
el lector y ayudan a completar el cuadro de referencias a que el texto
narrativo hace referencia.
Y, lo más importante de todo, es que los dos tipos son
necesarios. No todos tus personajes tienen por qué ser redondos y tener mil
facetas. La portera chismosa que solo sale en un par de ocasiones solo necesita
mostrar esa actitud, esa faceta; no tenemos por qué crearla con toda la
complejidad de emociones, sentimientos y actitudes que, sin duda, sí debe
mostrar el protagonista.
Personajes Dinámicos y Estáticos
Los personajes también pueden ser
dinámicos o estáticos. Son dinámicos cuando durante la narración sufren
cambios y transformaciones. Por ejemplo, cuando un personaje termina enamorándose de otro al que en un principio menospreciaba, como ocurre por ejemplo en Orgullo y Prejuicio. Esa transformación hace que el personaje termine comportándose y pensando de un modo diferente a como se inició la obra, siendo más parecido a una persona real, que puede cambiar de opinión y actitudes a lo largo del tiempo.
cambios y transformaciones. Por ejemplo, cuando un personaje termina enamorándose de otro al que en un principio menospreciaba, como ocurre por ejemplo en Orgullo y Prejuicio. Esa transformación hace que el personaje termine comportándose y pensando de un modo diferente a como se inició la obra, siendo más parecido a una persona real, que puede cambiar de opinión y actitudes a lo largo del tiempo.
Por el contrario, los personajes son estáticos cuando
no sufren esos cambios y mantienen durante toda la narración la misma
representación de su ser. No varían su forma de actuar, su moralidad o su modo
de entender el mundo.
Personajes Principales.
Esta clasificación de los tipos de personajes se hace
en base a la actuación o implicación del personaje en la trama narrativa. Los
principales son los que provocan intriga o incluso la sufren, y admiten varias
representaciones (ideológicos, -héroes o antihéroes- o psicológicos
–individuales o colectivos), mientras que los secundarios son los que ayudan a
la construcción de la acción narrativa, es decir, son figurantes.
De los personajes principales vamos a hablar en más
profundidad en próximas entradas. Pero no podemos dejar de lado a los
secundarios, así que os me detendré aquí un momento.
Personajes secundarios.
Imaginemos que el protagonista necesita que le reparen
el coche. Puede ser por un asunto de gran urgencia, o no. Pero de cualquier
modo, no es necesario que contemos la vida del mecánico que está efectuando la
reparación. Ese mecánico sería un personaje secundario sin mayor importancia en
la trama. Por tanto, puede, perfectamente, ser un personaje plano.
Sin embargo, hay personajes secundarios que son el
complemento perfecto de los principales. Por ejemplo, el Dr. Watson, compañero
inseparable de Sherlock Holmes. Sin su candidez, su sencillez extrema, la
brillante mente de Sherlock pasaría mucho más desapercibida.
Por eso es vital que este tipo de personajes
secundarios con tanto peso en la historia tengan un pasado, unos rasgos
físicos, una personalidad acorde con el papel que debe interpretar. Hay que
conocer detalles concretos de su vida: sus vicios, sus defectos, sus virtudes…
Es posible, casi seguro, que muchos de esos detalles no aparecerán en la
novela, pero le darán consistencia y credibilidad al personaje, y por lo tanto,
la novela mejorará de forma notable.
De modo que no podemos pensar que porque un personaje
sea secundario no debemos cuidarlo a la hora de su creación. Eso dependerá de
la importancia, del peso que vaya a tener en la narración de nuestra historia.
El personaje sugerido.
Es un personaje del que se suele
hablar poco, tanto en los tratados como en las propias novelas, porque en
realidad no aparece en la obra, no toma parte activa en la historia. Y sin
embargo, todo gira en torno a él. Es el caso de Pepe el Romano en La Casa de
Bernarda Alba, o de Sauron en El Señor de los Anillos. Ninguno de los dos
aparecen, pero la historia no tendría significado si no existieran, si no
hubieran sido creados. Si no estuvieran ahí para cumplir su función.
Así que ya ves, hay diversos tipos de personajes
literarios que debes tener en cuenta a la hora de planificar tu novela. Antes
si quiera de pensar en escribir las primeras líneas, deberías tener claro para
qué necesitas a un personaje, y de qué tipo de personaje se trata. A partir de
ahí, ya sí, podrás empezar a trabajar en él.
En la próxima entrada de esta serie, nos centraremos
en qué aspectos básicos debes tener en cuenta para crear tus personajes.
¿Te ha parecido interesante? ¿Tienes alguna duda?
¡Escríbeme! Estaré encantado de contestarte.
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