miércoles, 1 de mayo de 2013

Análisis Oda XI de Horacio.


ODA A LEUCÓNOE

No indagues, Leucónoe; vedado está saberlo
qué destino los dioses a ti y a mí nos dieron,
y no de Babilonia consultes los misterios.

Vale más, como fuere, aceptar el decreto,
ya nos conceda Jove contar muchos inviernos,
o ya sea éste el último en que abatirse vemos
contra escollos tenaces las olas del Tirreno.

Sé prudente, buen vino consume de lo añejo
y largo afán no entregues a plazo tan pequeño.
Mientras hablamos huye con la palabra el Tiempo.
¡Goza este día! Nada fíes del venidero.






Horacio ,Odas, libro I, oda XI
Oda a Leucónoe
Este poema pertenece al autor latino Horacio. Vivió bajo el imperio del Emperador Augusto, falleciendo en Roma en el año 8 AC. A pesar de ser hijo de un esclavo liberto, su padre le proporcionó la posibilidad de estudiar, por lo que se trasladó a Grecia a estudiar Filosofía. De allí trajo dos cosas importantes para su vida y su obra: el conocimiento del griego y sus múltiples autores tanto literarios como filosóficos y su adhesión a la filosofía de Epicuro, conocida como epicureísmo. En breves palabras tomadas del Diccionario de la Real Academia Española, definiremos al epicureísmo como: “Teoría enseñada por el filósofo Epicuro, en el siglo IV a. C., que sostiene como principio de la existencia humana el bienestar del cuerpo y de la mente.”
Este principio aparecerá en su obra, básicamente en los dos temas principales de la poesía de Horacio: el elogio a la vida retirada, conocida como “Beatus ille…”, palabras iniciales de su poema, que traducimos como “Bendito aquél…” El otro tema, el “Carpe diem”, que significa “Aprovecha el día”, es la invitación a vivir la juventud plenamente.
Comenzaremos el análisis, como es imprescindible, por el título: Oda a Leucónoe.
En primer lugar, debemos determinar el significado de la palabra ODA, para así luego comprender mejor por qué el autor titula así el poema. La palabra oda, de origen griego significa, según  el Diccionario de la Real Academia Española  “Composición poética lírica de tono elevado, que generalmente ensalza algo o a alguien.”
¿Qué significa esto? En primer lugar que estamos ante una forma de composición literaria que pertenece al género lírico, por lo tanto, por definición, EXPRESA SENTIMIENTOS. Al decir que es de “carácter elevado”, significa que no hace ninguna referencia de tipo crítico, ya sea seria o burlesca; por el contrario, habla ensalzando, encomiando, alabando, resaltando lo bueno de una persona o de una cosa.
Como todo texto de carácter lírico, los sentimientos expresados parten de un YO conocido como YO LÍRICO y se dirigen a un TÚ, real o imaginario. Eso no significa que los sentimientos expresados sean hacia ese TÚ, sino que ese destinatario puede ser solamente quien los recibe, los oye, pero no le están destinados necesariamente.
En el caso de nuestro autor, sí expresa sentimientos y ese TÚ, real o imaginario, es una mujer cuyo nombre es Leucónoe.
El tiempo pasado en Grecia, posibilitó a Horacio el conocimiento de la lengua griega, una de cuyas características es la riqueza de vocabulario y expresiones. Es frecuente, desde los tiempos del griego clásico al presente, la formación de palabras por la unión de dos. El nombre Leucónoe es de origen griego y está formado por dos palabras: λευκóς, que significa “blanco” y νούς que significa “mente”. Si asociamos los significados de las palabras, para unirlas en uno solo y así caracterizar a la dueña del mismo, podríamos decir que Leucónoe es  “mente blanca”, si lo vemos etimológicamente (es decir, por su significado). Pero si analizamos más profunda y metafóricamente, este nombre caracterizaría a la mujer que lo posee: una mente blanca podría ser metáfora de ingenuidad, de candor, de pureza, de inocencia y hasta de una mente  despreocupada.

El texto se inicia con  palabras que señalan que son de advertencia:

"No indagues, Leucónoe; vedado está saberlo
qué destino los dioses a ti y a mí nos dieron,
y no de Babilonia consultes los misterios." [...]

La advertencia o también podemos considerarlo consejo, es que no quiera saber lo que los dioses les tienen prohibido conocer: el futuro. Los verbos “indagar” ,“vedado” y “saberlo”  unidos señalan la prohibición; el futuro desconocido está en la palabra “destino”, que indica que no sabemos cuáles serán los sucesos de nuestra vida futura y si nos serán favorables o adversos. Las palabras “los dioses” indican quiénes son, según la creencia politeísta del pueblo romano, los poseedores de dicho conocimiento. Los seres superiores e inmortales, los dioses, son los que gobiernan la vida del hombre y este se encuentra a su merced, a su voluntad y capricho. Por eso mismo, porque Leucónoe ya debería saberlo, le aconseja no consultar los “misterios” de Babilonia. He aquí una metáfora que hace referencia a las mancias o artes adivinatorias. El futuro ha sido desde siempre, la gran incógnita para el ser humano y conocerlo, para poderlo cambiar para mejor, ha sido siempre su gran deseo. El ansia de Leucónoe de consultar las mancias babilónicas, probablemente la astrología, dado el desarrollo que de la astronomía tenía el Imperio Asirio-Babilónico, no hace otra cosa que mostrar esa inquietud que el hombre ha tenido desde que el mundo es mundo. Horacio, el yo lírico, aconseja no consultar las mancias, dado que es inútil, ese conocimiento solo pertenece a los dioses inmortales y es válido para ambos: […]qué destino los dioses a ti y a mí nos dieron […] Los pronombres personales que aparecen destacados así lo indican.

[...]"Vale más, como fuere, aceptar el decreto,
ya nos conceda Jove contar muchos inviernos,
o ya sea éste el último en que abatirse vemos
contra escollos tenaces las olas del Tirreno." [...]

La aceptación de ese decreto, de ese mandato divino inexorable, que no puede cambiarse, es preferible a buscar respuestas donde no las hay. Para señalar que son los dioses los que deciden el destino de los hombres, nombra a uno solo, al más poderoso, a Jove o Júpiter, el Zeus de los griegos. Otra vez la importancia de las palabras: un decreto es una orden que no se discute; el verbo para señalar el destino manejado al arbitrio divino es conceder, que significa dar, otorgar una gracia, un don. La vida larga o breve que los dioses puedan otorgar, aparece en la metáfora de “muchos inviernos” y nuevamente vemos la importancia del uso de la palabra correcta. En este caso, es “contar”: la vida de las personas se cuenta por años. Pero así como pueden ser muchos, también puede ser el último invierno que contemplan ese paisaje de la costa oeste de Italia, donde se ubica el mar Tirreno y no lo saben: […] “ya sea éste el último en que abatirse vemos/contra escollos tenaces las olas del Tirreno.” […]

A continuación y para finalizar el poema, el poeta aconseja a Leucónoe:

[...]"Sé prudente, buen vino consume de lo añejo
y largo afán no entregues a plazo tan pequeño.
Mientras hablamos huye con la palabra el Tiempo.
¡Goza este día! Nada fíes del venidero."


[…] “Sé prudente, buen vino consume de lo añejo”[…] La mesura, la moderación, la cautela deben regir la vida de Leucónoe, pero no para preocuparse por el futuro que le está prohibido conocer, sino para saber aprovechar la juventud y lo mejor de la vida. La idea de aprovechar lo mejor de la vida está en la metáfora del vino añejo: de los vinos añejados, que son los mejores, escoge el mejor de ellos, aconseja el poeta. Mira de la vida todo lo bueno y escoge lo mejor, ya en placeres físicos, ya en mentales, espirituales. También le recuerda que no debe preocuparse tanto por el futuro, dado que la vida es breve: 
[…] “y largo afán no entregues a plazo tan pequeño.”[…]
La fugacidad del tiempo y con él, la de la vida, es como la de la palabra, que no es otra cosa que aire. La brevedad de la vida aparece señalada en esta metáfora: “plazo tan pequeño.”
La locución latina “Tempus fugit” es clave aquí. Significa “El tiempo huye” o “El tiempo vuela.” 
[…]Mientras hablamos huye con la palabra el Tiempo.”[…] El tiempo aparece escrito con mayúscula porque está indicando a un dios, a Cronos, el padre de Jove o Júpiter, quien es justamente, el dios del tiempo.  El consejo final, en latín es CARPE DIEM,
[…]“¡Goza este día! Nada fíes del venidero.” Aprovechar la juventud, el momento, el día, porque nada puede esperarse del día por venir, del mañana. Si lo señalan los dioses, mañana puede no llegar nunca, pues podremos estar muertos.
No queda establecida qué relación tiene el poeta con Leucónoe. Dado los consejos que le da, bien puede ser su padre, un tío, un hermano mayor, un maestro, una persona allegada a su familia, pero que, por experiencia de vida, se nota que le lleva años de diferencia.
Este tema es aplicable a los tiempos actuales, ya que nada ha cambiado para el ser humano: la duración de su vida sigue siendo un misterio, no importa si es creyente de alguna religión o no. Nadie humano tiene ese conocimiento del instante de ser concebido como el de su muerte. Y la curiosidad por saber el futuro sigue siendo una constante en el ser humano. Por eso vemos tantas ofertas de mancias en los medios de comunicación. El deseo del hombre por conocer su futuro está comercializado y dominado por las leyes del mercado: si hay oferta (¡y cuánta y de todo tipo!) es porque hay demanda. Aprovechemos el día, entonces. Hagamos hoy todo lo que sea bueno para nuestra vida, pero con moderación, con mesura, al decir de Horacio en la metáfora del vino: de lo mejor que la vida puede ofrecernos en todos sus aspectos, escojamos lo más valioso, que nos deje buenas experiencias, ya corporales, mentales o espirituales.

El tema, por lo tanto del poema, es de carácter filosófico, ya que reflexiona sobre los aspectos propios de la condición humana: la vida, la muerte, el deseo de conocer el futuro y el goce de la vida.

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