MARTÍN FIERRO
CANTO VII
Análisis de la pelea con el negro
En
el Canto VI, al volver de la frontera y encontrarse con su rancho convertido en
tapera (símbolo de su vida deshecha), Fierro había jurado “ser más malo que
una fiera” y decidido convertirse en gaucho matrero. Esa decisión es una
autoafirmación de su ser frente a una sociedad que lo ha desconocido,
demostrándole de manera palpable que ni siquiera la sumisión lo pone a salvo de
sus atropellos.
“De
carta de más me vía”
La metáfora (resaltada por el
hipérbaton) sugiere su sentimiento de inutilidad. Ha tomado conciencia (“me
vía”) de su marginación. El ya carece de poder de decisión, depende de una
fuerza ajena y superior. Fierro es un mero objeto para la sociedad, con el
agravante de que ha quedado fuera del juego. No tiene lugar ni función en el mundo. Por eso no sabe qué hacer con su
vida
“sin saber adónde
dirme”
La segunda mitad de la cuarteta
introduce la tercera persona del plural. La impersonalidad de ese “ellos”,
sumada al plural, resalta la impotencia de Fierro, que se enfrenta a un enemigo
abrumadoramente superior y, en última instancia, no individualizable. No hay a
quién quejarse ni de quién vengarse. El negro pagará por ellos. La sociedad no
demuestra comprensión alguna hacia la situación. Juzga simplemente,
transformando a la víctima desorientada en vago. Ni siquiera se le brinda una
oportunidad, ya que el juicio es seguido de inmediato (a través de la coordinación
copulativa) por la acción regresiva.
De
su situación personal, se eleva a una reflexión general comprensiblemente
pesimista, tránsito subrayado por el cambio de tiempo verbal: del pretérito
al presente. La negación absoluta refuerza la impresión de validez
irrestricta. Es sugestivo que, por segunda vez en lo que va del canto, emplee
el verbo “ver” (“vide”). Crea la impresión de estar escindido de estar
escindido entre un ser que padece y otro que lo observa sin poder asumir de una
vez su situación.
La
tercera estrofa está constituida por una enumeración negativa, salvo el segundo
verso.
Fierro
recuenta sus carencias. El verso afirmativo separa las pérdidas afectivas de
las puramente materiales. La reiteración anafórica de “no tenía” destaca
su total desamparo, tanto espiritual como material. Su situación es soledad
absoluta, soledad en contra, soledad de aquel que huye. Esto se materializa
finalmente sobre la propia figura, en la ropa miserable, en la falta de
dinero...
La
siguiente cuarteta trae evocación de los hijos. No los incluyó en la enumeración
anterior para resaltar que son lo más importante y que todavía no ha perdido la
ilusión de reencontrarlos. El andar “de un lado a otro” es índice, no
solo de su desorientación, sino de la búsqueda desesperada de sus hijos, que
únicamente servirá para hacerle acumular resentimiento. Este verso sintetiza la
miseria en que vivía:
“sin
tener ni qué pitar”
Sin embargo, sus constantes
desplazamientos eran inspirados por una razón afectiva.
A
partir de la quinta estrofa, comienza el planteo del nuevo episodio. Este se
inicia bajo el signo de la fatalidad: “por desgracia”. Una y otra vez
Martín Fierro nos señala la inexorabilidad en su vida, y su conciencia de lo
fatal en ella. Fierro es un narrador extra – homodiegético, esto es,
narrador y protagonista a la vez, lo que le permite contar desde una
perspectiva global y saber como narrador lo que como personaje ignoraba. De
este modo, mediante la anticipación, va despertando la expectativa del público.
La
ubicación temporal y la espacial son tan vagas que sugieren el caos en que se
habían convertido su existencia.
El
baile le permite reintegrarse, aunque más no sea transitoriamente, a la vida
social. Pero, debido a su estado de ánimo, no pretende siquiera participar.
Solo pretende evadirse de su angustia.
El
hipérbaton posterga la aparición del verbo “Fui” hasta el final de la estrofa,
porque esa acción en apariencia intrascendente lo condujo al encuentro de su
destino.
En
el baile, re – anuda lazos amistosos que parecen devolverlo a la comunidad de
los hombres.
La
insistencia en el carácter excepcional de esa embriaguez y de su posterior
conducta violenta revela el afán de Fierro de atenuar como narrador lo que hizo
como personaje. Recordemos lo que proclamó sobre el final del Canto I:
“que
nunca peleo ni mato
sino por
necesidad.”
La
flagrante contradicción entre estas palabras y lo que ahora se dispone a contar
le debe resultar acusadora a Fierro:
“Como
nunca en la ocasión
porpeliarme dio la
tranca”
Fierro
continúa mostrándose como juguete de fuerzas que no conocía ni podía controlar.
Siente que en esta ocasión no era dueño de sí. “La tranca” lo dominó. El peso
del remordimiento es tal que ya comienza a
exculparse. Antes había perdido el control de su vida, ahora de sí
mismo. Su resentimiento se descarga contra un desclasado como él, relegado
incluso a una posición inferior a la suya por su condición de negro, de
distinto. La pelea sin causas requería causa para ser, y había de ser entonces
la más natural e inmediata, la que
surgiese de un prejuicio hecho ya casi carne .
Movido
por un prejuicio atávico, Fierro provoca una pendencia carente de otra
motivación que no sea su necesidad inconsciente de desahogarse y afirmarse.
Precisa demostrar que aún sigue siendo un hombre. Como suele suceder,
reafirmará su hombría a expensas de lo humano. Pero lo único que conseguirá
será poner fin a una vida y acabar de arruinar la suya.
Con
su provocación, Fierro está atacando, la felicidad que ya no tiene,
representada por esa pareja que viene a divertirse y cuya Fierro repite el
proceder injusto del que fue víctima. Se transformará en asesino para dejar de
sentirse impotente.
La
atención de Fierro se centra primeramente en la morena, pero todo lo que le
diga tendrá como destinatario último a su compañero. Siente como soberbia lo
que probablemente fuera solo concentrada
expectativa en los ansiados placeres del baile. Llevado por la
desesperación, el hombre precisa atraer la atención para dejar de sentirse un inútil.
Marginado, quiere ser protagonista.
Mediante
el calambur, no solo insulta Fierro a la mujer, iniciando así la larga
serie de asociaciones desvalorizadas con animales, sino que exhibe el ingenio
con que pretende convertirse en centro de la atención. El perseguido busca ser
atendido.
“mirándome
como a perro;”
La rapidez con que la negra le
devuelve el insulto, así como la mirada despectiva que le arroja y el hecho de
que siga de largo, debieron dejar mal parado a Fierro, aunque el narrador no
nos diga nada acerca de la reacción de los circunstantes, concentrando así aún
más la tensión.
La descripción que hace Fierro de la mujer
refuerza la nota humorística, que habrá de resaltar por contrate la tragedia
del final. La comparación hiperbólica con la cola de una zorra contrasta
cómicamente con la actitud envarada y deliberadamente digna de la mujer.
El
segundo parlamento de Fierro está cortado por una acotación del narrador (“dije
yo”), cuya función es resaltar el final insultante y provocador, con su clara
alusión sexual. Se trata, en realidad, de un tiro por elevación contra el
moreno.
“me
gusta... pa la corona”
Sin transición alguna, como lo pone
de manifiesto la coordinación copulativa, Fierro aumenta la presión sobre el
negro atacándolo en el fundamento mismo de su propia identidad: el color de la
piel. Hernández ha sabido ir graduando la intensidad creciente de la
provocación:
- insulto
alusivo al físico de la mujer,
- implicación sexual,
- irritante agresión racial.
Todas tienen en común su pretensión
de ingeniosas, con las que Fierro busca situarse en el centro de la atención.
El diminutivo “coplita” sugiere el
carácter divertido que la situación tenía para el gaucho. En cambio, el
adjetivo “fregona” revela la clara conciencia de su hiriente contenido. La
estructura descendente asegura la intensidad creciente de la ofensa.
Recién en la estrofa XIII, cinco
después de que se lo mencionara por primera vez, reaparece el negro. El
pretérito pluscuamperfecto destaca el esfuerzo de paciencia que ha estado
haciendo, que a través del uso del gerundio se refuerza. Es un indicio de su
prudencia. A diferencia de Fierro, no tiene nada que probar ni que probarse y
si mucho que perder.
La comparación transforma en imagen
sensible la furia interior del moreno:
“en
lo oscuro la brillaban los ojos como linterna.”
Al
darse cuenta de su enojo, Fierro aumenta la presión sobre el porque comprende
que es terreno fértil para la provocación. La aproximación física no solo
demuestra que no le teme, sino que es casi una incitación al negro para que lo
ataque.
Fierro ha ido a buscar a su
contrincante. Este no ha cruzado el umbral todavía (“dendeajuera”).
El nuevo calambur enmascara, bajo la
apariencia de un cumplido, una nueva alusión insultante a un rasgo racial:
Por...
rudo... que un hombre sea”
De este
modo, Fierro vuelve a lucir su ingenio.
La metonimia en este verso expresa
con brutal intensidad el desprecio de Fierro por su contrincante:
“Corcovió
el de los tamangos”
El
verbo lo asimila en su furia a un caballo y la perífrasis lo despoja, a su vez,
de todo rasgo humano al designarlo reductoramente por sus zapatos. Tengamos en
cuenta que el gaucho usaba botas.
La fulminante rapidez con que se
desencadena la pelea ex expresada mediante el polisíndeton constituido. Al
lanzarse al ataque, el negro cruzó el umbral.
La conjunción de metáfora y metonimia en la expresión “el
de hollín” realza la burla y el desprecio de Fierro. La comparación que le
sigue apunta en la misma dirección, poniendo en evidencia además la divertida
inconsciencia con que el personaje todavía encaraba la situación.
El modo ciego con que el negro ataca
revela que no tiene experiencia como cuchillero y ya preparando el desenlace de
la pelea.
Cuando desenvaina el cuchillo se
produce un viraje decisivo en la acción.
La metáfora “ese toro”colabora en tal sentido,
ya que si bien continúa identificando al negro con un animal, entraña al mismo
tiempo una revaloración como rival, por lo menos en lo que se refiere a su
bravura.
El último verso de esta cuartete
“solo nací...solo muero”, expresa claramente el cambio de actitud de Fierro. La
diversión ha terminado. Del penoso y vulgar espectáculo de un ebrio pendenciero
pasamos a una situación ritual y arquetípica, el duelo. Inversión trágica, en
este caso, del ritual rítmico y vital del baile.
Las dos estrofas siguientes narran
los preparativos del duela, realzando la impresión ritual y retardando, al
mismo tiempo, el momento decisivo, para llevar la tensión a su clímax.
En Fierro parece nacer una nueva
comprensión de su rival, al que empieza a respetar porque se ha dado cuenta que
no es manso ni cobarde.
La evolución de los personajes ha
sido inversa: el negro se ha cegado, mientras que Fierro se ha despejado al
cobrar conciencia de lo que está en juego. Uno solamente piensa en matar, el
otro comprende que puede morir.
El negro acomete sin tino por la
furia que lo domina.
A partir de este instante, la acción
se precipita tal como lo expresan la abundancia de verbos en pretérito perfecto
simple, y de verso terminados in aguda.
En la misma dirección apunta la
alternancia de las referencias a los contrincantes: una estrofa empieza
diciendo “El negro” y la siguiente “Yo”.
“Yo
tenía un facón con S que era de lima de acero”
Estos
versos equivalen a un primer plano del facón, instrumento de la próxima muerte
a la vez que del destino de Fierro.
Al perdonarle la vida al negro, le
asesta un golpe de plano:
“en
el medio de los aspas”
A
través de esta nueva metáfora peyorativa, Fierro vuelve a humillarlo, dejándolo
en una posición desairada.
Da la impresión de seguir
subestimándolo. Pero lo único que consigue es exasperarle “como una tigra partida”, con la que se
resalta la ferocidad de su nuevo ataque.
De allí que el negro intente y logre
herirlo en la cara, lo cual se consideraba vergonzoso para quien recibía el
corte. Aquí, además, se carga un valor simbólico: es de estigma de esta vano
homicidio, que acompañará a Fierro durante el resto de sus días.
La herida le demuestra que no se
puede actuar sin perder la inocencia.
Siente injustamente al negro como
malvado porque le obliga a perder su inocencia. La elipsis por la que se omiten
las restantes vicisitudes de la pelea resalta la brutal sorpresa del golpe
final, acentuada por el sustantivo “topada”, que expresa crudamente el carácter
anima, instintivo, de la pelea:
“Por
fin en una topada...”
El
hipérbaton, que posterga la aparición para el final del segundo verso realza,
hasta visualmente, la violencia del impacto.
La transición hacia la conciencia y
la culpa se produce durante el breve y tremendo espectáculo de la agonía. Es el
primer homicidio de Fierro. Las convulsiones del negro son como la objetivación
de las que debió sufrir la conciencia de su matador.
La matriz estrófica del canto se
altera de inmediato, cuando la décima sustituye a la cuarteta. La extensión se
amplía para que accedan al primer plano todas las implicancias humanas (dolor
de la negra, conciencia de Fierro) que habían sido relegadas por la furia
irracional.
El sufrimiento de la mujer se
transforma en viva acusación contra Fierro, cuya culpa objetiva de forma
conmovedora.
Contra la desesperación acusadora de
la morena, se alza el Yo del protagonista, cuyo sentimiento no asumido de culpa
le vuelve intolerable la escena. La ironía trágica consiste en que lo haga “por
respeto al difunto”, por el que no mostró el mismo respeto cuando estaba vivo.
La siguiente copla está constituida
por una pausada enumeración, que contrasta la lentitud de la retirada con la
rapidez del duelo.
“Limpié
el facón en los pastos,
desaté
mi redomón,
monté
despacio y salí
al
tranco pa el cañadón.”
Los
verbos en primera persona al comienzo de los tres primeros versos refuerzan la
impresión de tremenda soledad en que ha quedado Fierro. En su afán de
afirmarse, el personaje no ha hecho otra cosa que excluirse definitivamente de
la sociedad.
El episodio termina con Fierro
perdiéndose en la noche (la de la culpa)
Las tres estrofas finales
constituyen el epílogo del canto. El negro fue tratado por la sociedad con la
misma desaprensión con que Fierro lo hizo. Su alma interesó tan poco como su
cuerpo.
Reaparece la tercera persona del
plural, subrayando que la misma sociedad que despojó a Fierro lo condenó
injustamente, se deshace con igual insensibilidad del moreno. El negro careció
de todo en la muerte, como Fierro carece de todo en la vida. Esto contribuye a
resaltar la inutilidad de la pelea.
Martín Fierro será en vida el alma
en pena que el negro es de muerto. En la última estrofa, no enteramos de que
Fierro lo recuerda cada tanto y que entonces, para aliviar su conciencia,
piensa en hacer una buena acción por él.
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