LOS ROMANCES
Los
romances constituyen la poesía popular (no vulgar) de las primitivas gestas. No
son originariamente españoles. Adquirieron gran difusión en España y en todo el
mundo de habla hispana. Es una poesía espontánea y de índole popular. Recogió
hechos y escenas de la vida e historia de España, desde el siglo XII hasta el
siglo al siglo XVI.
El
pueblo oía los romances sin cansarse y continúan viviendo hasta nuestros días.
Así, la poesía pura se vengó de los doctos y eruditos, puestos estos la
menospreciaron por su humilde origen, pero no tuvieron en cuenta su belleza y
valor.
En
cuanto a los orígenes de los romances, no se sabe exactamente la fecha en que
se escribieron los primeros ni de dónde procedían. Los Romances viejos son del
siglo XV. Se sostiene también que nacieron con los comienzos del castellano:
romance.
Los
Romanceros son la colección de romances que, a partir del siglo XV aparecieron
en España. El Romancero es considerado la quinta esencia de lo castellano.
Los
Romances viejos son breves poemas épico-líricos, destinados al canto con
acompañamiento de un instrumento.
El
romancero es la poesía tradicional y colectiva que se conservó de generación en
generación por trasmisión oral, hasta
que se publicaron. No tienen autor conocido. Cuando la epopeya se agotó como
género, el pueblo recordó los restos más significativos de las largas tiradas
cantadas por los juglares en plazas y mercados.
Según
Menéndez Pidal, algunos romances viejos son fragmentos de Cantares, conservados
en la memoria popular. Al ser transmitidos oralmente, esos fragmentos épicos
van transformándose con agregados y cortes, de acuerdo con la voluntad del
transmisor. De ahí, que cada romance viejo ofrezca una serie de variantes, por
lo que es imposible reconocerles un autor: SON FRUTO DE LA CREACIÓN COLECTIVA Y
ANÓNIMA.
El
género literario de los romances es épico-lírico.
Los
romances se agrupan en ciclos temáticos que se desarrollan en diferentes
épocas:
1.
Romances del Rey don Rodrigo o destrucción de España (siglo VIII).
2.
Romances Carolingios.
3.
Romances de los Infantes de Lara, del Cid (siglos X y XI).
4.
Romances Moriscos o Fronterizos (siglo XV).
5.
Romances Novelescos (no datan época precisa).
Los
temas varían con los diferentes ciclos. Los principales son:
· Exaltación de los antiguos héroes de
la Reconquista, como por ejemplo y aliento para seguir la lucha (1 y 3).
· Recuerdos de las vicisitudes de
Carlomagno y de Rolando, narrados en la Chanson de Roland (2).
· Comentario de los sucesos ocurrido en
la guerra contra el reino moro de Granada (4).
· Versiones fantaseadas de la vida
cotidiana: encuentro de señores cultos con serranas, doncellas, que de algún
modo, participan de la guerra (5).
Los
temas secundarios son:
· La honra
· La venganza
· La derrota
· La pasión amorosa
· El dolor frente a la pérdida de seres,
objetos o posesiones
· La traición
· Los conflictos familiares
· La muerte (algunas veces
personificada).
ROMANCE
deriva del latín vulgar romanice, roma, designa a cada uno de los dialectos
surgidos del tronco común latino. Luego romance pasa a designar a las lenguas
romances. Y más tarde, en los siglos XIII y XIV, romanz, significa, obra
literaria en lengua vernácula, no en latín; pasa luego a designarse romance a
la literatura surgida en estas nuevas lenguas. Y ya en la segunda mitad del
siglo XV Romance es la composición épico-lírica, que se canta al son de un
instrumento musical. Esta aceptación se impone en el siglo XV, con el auge de
estas composiciones poéticas.
Según
Íbero Gutiérrez, hay cuatro clases de romances:
1-
HEROICO-CABALLERESCOS: tienen generalmente un tema español.
2-
NOTICIEROS O HISTÓRICO-CONTEMPORÁNEOS: los hechos históricos son difundidos,
ubicamos aquí a los romances fronterizos, que aluden a la lucha contra los
moros. Son creación de poetas españoles, pero influidos por la tradición y el
gusto de los moros.
3-
NOVELESCOS: son narrativos y campea en ellos una triunfal imaginación.
4-
LÍRICOS: importa aquí la sensibilidad personal del poeta.
Los
TROVADORES son los poetas que desde el siglo XII hasta el siglo XIV iban de
castillo en castillo recitando hermosos versos, de los que solían ser ellos
mismos los autores. La poesía trovadoresca fue notable por la perfección de la
forma y la variedad de ritmos.
Los
JUGLARES se ganaban la vida divirtiendo al pueblo con sus bailes, cantos y
juegos. Generalmente recitaban o cantaban la poesía de los trovadores.
Un
ROMANCE es la serie de versos octosílabos con rima asonante y pausa en los
versos pares, los versos impares son libres. No se divide en estrofas (antiguos
versos extensos, ahora divididos por los hemistiquios, formando las unidades
octosilábicas). La unidad de los romances responde a una unidad de estilo, de
constantes a nivel de lenguaje. El hecho de haber nacido del fragmentarismo, es
decir, de haberse separado de un cuerpo poético más extenso, origina dos
características: el comienzo abrupto y el final trunco.
Con
respecto a los orígenes y a la evolución de los romances, Menéndez Pidal
desmonta la teoría individualista de los franceses y transforma hábilmente la
teoría romántica de los alemanes del “pueblo-poeta”, que él cambia en
AUTOR-LEGIÓN. Estudiando los romances castellanos llega a famosas y
controvertidas conclusiones acerca de sus orígenes: crea la teoría
tradicionalista. Cuando las gestas llegaron a determinado momento de
decadencia, los poemas épicos medievales se “desgajaron” en fragmentos, los
correspondientes a los episodios más interesantes para el público: los oyentes
se hacían repetir el pasaje más atractivo del poema que el juglar les cantaba;
lo aprendían de memoria y al cantarlo ellos, a su vez, lo popularizaban,
formando con esos pocos versos, un canto aparte, independiente del conjunto: un
romance.
Estos
fragmentos son ROMANCES TRADICIONALES en los cuales la tradición épica pervive.
Ante el éxito de éstos, los juglares compusieron otros de tema épico y de
historia nacional, de temas extranjeros, carolingios, más narrativos y
pormenorizados, tendentes cada vez más a lo lírico e intuitivo: son los
ROMANCES JUGLARESCOS. Entonces el pueblo aprende de memoria, los trasmite y al
mismo tiempo los modifica, dando lugar a muchas variantes del mismo romance,
diseminadas por todo el dominio lingüístico castellano (incluido el sefaradí),
catalán y portugués. Se trata de una poesía que vive en variantes, a través de
un transmisor/autor, una poesía en constante re-elaboración. Por tanto, para
Menéndez Pidal, los romances pueden considerarse como las ruinas épicas. Parece
más apropiado lo que dice Américo Castro: los viejos poemas no se desmoronan
por sí mismos; lo que ocurre es que se desplaza el polo de la sensibilidad
poética humana.
El
gran éxito del Romancero coincide con la invención y propagación de la
imprenta. Durante la primera mitad del siglo XVI se produce el extraordinario
fenómeno de aparición e inundación de pliegos sueltos en el mercado literario:
empiezan a aparecer en la imprenta esos folletos que se pueden adquirir por
unas monedas y a las que pasa la poesía hasta entonces divulgada entren la masa
solo por vía oral. Los pliegos incluyen romances de todas clases con glosas o
sin ellas.
La
gran eclosión se produce en torno a 1548 con la aparición del Cancionero de
romances (sin fecha) de Martín Nucio. Incluye 153 romances tomados de
Cancionero General de pliegos sueltos y de la tradición oral.
Con
la impresión mejora la calidad poética. Los Romances Viejos han sufrido
dispersión geográfica. Para Smith, la balada (romance) es atractiva para toda
la gente (niños, adultos) y para las diferentes clases sociales. La balada es
el común denominador del gusto.
En
la segunda mitad del siglo XVI aparecen los Romances cultos NUEVOS o
ARTÍSTICOS, escritos por poetas de esa época, incorporados a la comedia del
Siglo de oro. Son textos muy diferentes a los romances tradicionales. De ahí
surge la dicotomía mayor entre lo culto y lo popular.
FUNCIÓN DEL ROMANCERO
No
se puede considerar la función del romancero como un todo. Por ejemplo, los
romances históricos tienen una finalidad política. Plantean crítica al sistema
establecido. Débax considera que lo que se difunde es la ejemplaridad de tal o
cual hecho, la ejemplaridad que se le quiere dar, y que resiste el interés
anecdótico de actualidad.
Existe
gran número de romances que tratan de incestos, adulterios, relaciones
sexuales, relaciones amorosas, con finales que han ido cambiando a lo largo de
los tiempos y épocas adaptándose a la moral dominante, a veces torpemente (la
mayoría de los romances modernos terminan por un casamiento).
Lo
más llamativo es el papel (extraordinario y preponderante) de la mujer en esas
relaciones sexuales y amorosas. Un tipo femenino que no es el convencional de
una sociedad masculina. Hay increíbles mujeres decididas tanto para la entrega
amorosa como para la venganza si llega el caso.
Algunos
romances tienen una función utilitaria, tratan la relación de los trabajadores campesinos (siega,
cosecha) o costumbres y formas de vida familiares de la sociedad tradicional y
comunitaria. La modernización de la sociedad habilita a la pérdida de estas
funciones de los romances.
Algunos
romances cantados tienen una función lúdica o de diversión, utilizados en
fiestas populares, romerías, bodas.
FORMA
La
forma métrica de los romances es: versos de ocho sílabas, con rima asonante en
los pares e impares libres. Esta forma procede de los poemas épicos: versos de
dieciséis sílabas con una fuerte cesura intermedia, la cual, al agudizarse,
habría provocado la partición del verso largo en dos cortos, octosílabos.
Más
modernamente, se piensa que la métrica romanceril tiene mucho que ver con el
isosilabismo de las jarchas mozárabes (isosilábico: versos, palabras, formas,
que poseen el mismo número de sílabas. Jarchas: palabra que en árabe significa
“salida”, designa una estrofa de lengua vulgar mozárabe mezclada a veces con
árabe. Pertenece al tipo de las cántigas de amigo, que más tarde tendrán
extenso cultivo en la lírica gallego-portuguesa).
El
octosílabo es la base de la métrica castellana, es la característica nacional.
La asonancia es un rasgo propio de la épica (romances más viejos), típica de la
poesía castellana.
El
romance típico no tiene división estrófica. Pero también existe agrupación de
versos: cuartetas, relación con la estrofa castellana. Hay también romances con
estribillo, y éste es cantado por todos los integrantes del coro, mientras el
resto del texto es recitado por el trovador o juglar.
En
lo referente a la sintaxis, los romances presentan escasez de adjetivos, de
complementos y de oraciones subordinadas; en cuanto a los sustantivos, suelen
estar duplicados.
Hay
alternancia de tiempos verbales: presente-pretérito, por expresividad,
dinamismo y movimiento. Y esta alternancia es característica de la literatura
oral, se empleaba para sostener y conseguir la atención del público. En
discurso directo se emplea el imperfecto, alternando con el presente (éste
introduce a los oyentes en el desarrollo de los hechos narrados). El imperfecto
les hace recordar su propia posición temporal, quitando la ilusión de la
presencia, de la concomitancia que da el presente. Para que sea dinámico, se
emplean más verbos que sustantivos y los adjetivos son escasos. El uso de
fórmulas se repite en diversos y muchos romances.
En
cuanto al léxico: se distinguen un polo temático y un polo de grupo (no de
autor). El romance se cantaba y tenía su propia música.
La
extensión es variable: el ejemplo del menos extenso es el Romance del Prisionero,
en su versión corta: 16 versos; y el Romance del conde Dirlos, como ejemplo de
gran extensión: 1366 versos. La tendencia es que sean breves: aproximadamente
50 versos.
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