martes, 16 de abril de 2013

Manrique Romántico.


¿Manrique es un romántico?

Manrique es el personaje principal de la leyenda “El rayo de luna” texto perteneciente al género narrativo, el término “leyenda” proviene del latín legenda, que significa “lo que debe ser oído”. Originalmente, era una narración escrita que era leída en público en las celebraciones de las festividades de los santos. Desde el siglo XIX, la leyenda es considerada como un sinónimo de la llamada tradición popular. Como parte del género literario, la leyenda se considera como una narración de carácter ficticio con origen oral. Una leyenda tiene como característica fundamental, que es de carácter oral, es decir, es un relato hablado que se transmite tradicionalmente en un lugar, un pueblo, una población. También se destaca en una leyenda, que señala en su historia lugares precisos, que son parte de la realidad. Además, se relaciona con hechos, lugares, monumentos, personas o comunidades. Los hechos relatados en una leyenda normal, son transformados con el correr de los años, a menos que las leyendas sean escritas, ya que no cuentan con esa característica. Algunas leyendas comienzan y continúan siendo de carácter oral, mientras que otras tienen el mismo origen pero posteriormente pasan a ser escritas. Esta, fue escrita por Gustavo Adolfo Bécquer, autor español, nacido en 1837, en Sevilla, uno de los más importantes en el Romanticismo español.
Bajo el título “Las leyendas” se agrupan casi todas las narraciones en prosa de Bécquer, son veintidós y están escritas con un estilo delicado y rítmico, abundan las descripciones que explican las imágenes y las sensaciones del personaje. Revela el interés artístico de Bécquer por la Edad Media. Predomina en ellas lo misterioso, lo sobrenatural, lo mágico.
“El rayo de luna” es la historia de una desilusión, de un ensueño que conduce a una locura que siempre estuvo presente, de un amor que sólo existe en sueños, en la imaginación. Manrique es un muchacho que vive en su propio mundo, y en éste aparece una mujer vestida de blanco y hermosa; todo ocurre en un marco donde la luna preside majestuosa y expectante. Pero todo es fruto de su fantasía, de una ilusión que le hace ser feliz pero, cuando tropieza con la realidad, le hace sentir la peor de las desdichas. Manrique, quizás, nunca estuvo loco, quizás era un soñador que tropezó con una vida que no le gustaba, con unos sentimientos que le negaban la propia realidad, con un amor imposible que, quizás, nunca esperó alcanzar. Como tema podemos hablar del concepto de amor idealizado, pero también plantea una visión pesimista del mundo, nada de aquello por lo que el ser humano lucha con tanto empeño vale la pena, sea porque para llegar dejamos demasiadas cosas en el camino, sea porque una vez alcanzada la meta nos damos cuenta de que ésta no es lo que nosotros pensábamos. Externamente se estructura en un prólogo, seis capítulos y un epílogo, a modo de conclusión. Internamente, reconocemos la presentación de Manrique, la ambientación y descripción del lugar, el encuentro con la mujer desconocida, luego el desarrollo en el que lo vemos perseguir a la mujer, la búsqueda en Soria, la esperanza de encontrarla y cómo se enamora de ella en base a lo que imagina, luego el descubrimiento, lo que creía era una mujer era un rayo de luna y el epílogo en el que el narrador plantea la interrogante ¿la verdad está en la locura? La leyenda gira en torno a Manrique y su ilusión: la mujer de sus sueños. Es de origen noble. Entre las ocupaciones u obligaciones propias de la nobleza, una de ellas es la carrera de las armas, sugiere que ni el ruido de las armas ni la trompeta de guerra le parecían insólitas. Aquí el narrador comienza distinguirlo del resto de los guerreros, no se preocupa por las armas sino por la lectura de poemas. Es, pues un romántico típico, un hombre distinto al resto de los demás. Este pretende introducirse en el mundo misterioso de los muertos tratando de sorprender alguna conversación. Esto comienza a darnos el retrato de un hombre romántico, que se aleja del mundo cotidiano y normal pretendiendo penetrar en el mundo misterioso del más allá porque tiene aspiraciones distintas al resto de los hombres. Por otro lado podemos pensar que el querer oír las conversaciones de los muertos es la interpretación que dan sus servidores a sus actitudes incomprendidas por el resto de la gente, lo que constituye otro carácter romántico. Al mismo tiempo evidencia el atractivo que tiene la naturaleza para el romántico, naturaleza que es contemplada y disfrutada en soledad. Una de las características de los personajes románticos es la soledad, y nuestro personaje “amaba la soledad”; para indicar hasta qué punto le gusta el narrador exagera al decir que no quería tener sombra. Otro elemento que tipifica al hombre romántico es que crea un mundo fantástico con su imaginación, en esa soledad tan buscada y tan gustada. El narrador lo define como poeta por crear en su imaginación ese mundo fantástico y dice que tanto más lo es cuanto que nunca quiso encerrar en formas escritas sus pensamientos. En esto se acerca también a la definición del romántico que ama la libertad en las formas, y encerrar sus pensamientos en una forma escrita significa aprisionarlos, impidiendo el libre vuelo imaginativo.

Manrique es diferente al resto de los hombres de su época porque sus iguales eran hombres dinámicos, guerreros que vivían ejercitándose en las armas, preparándose para la guerra o practicando deportes rudos como la caza. Él, por el contrario, es presentado en una imagen estática, se reitera su actitud de quietud externa hasta “quedarse una noche entera mirando la luna”. La acción para él no se resuelve en actividad corporal sino mental, por eso, da “rienda suelta a la imaginación”.
 Cree en la existencia de mujeres misteriosas que habitan en los ríos, en las fuentes y los lagos y escucha sus voces en el rumor del agua que intenta traducir. Para este romántico todo está lleno de misterios que él desea penetrar. En todo lo que le rodea cree percibir formas y escuchar sonidos y palabras que no puede comprender. Hay en él un intento de ver lo que nadie ve y comprender lo que nadie comprende. El narrador describe la concepción amorosa del personaje, es un enamorado del amor. Sueña con el amor pero no lo puede sentir plenamente, en forma abarcadora y total por una cierta ansiedad de sus sentimientos. Está tan ansioso por llegar a sentir el amor que “amaba a todas las mujeres un instante”, a cada una por su cualidad.
Según el narrador el estado en que vive en ciertos instantes es el delirio y lo ejemplifica con el hecho de pasarse la noche entera contemplando la luna o las estrellas. Vemos en Manrique el deseo de lo desconocido y cómo el narrador ya nos prepara para lo que ocurrirá después, porque el personaje piensa en mujeres de otros mundos, inalcanzables, como ocurre en la rima XI, en la que el yo lírico rechaza a dos mujeres para llamar a un fantasma de niebla y luz, un sueño, un imposible. Sin duda, podemos concluir que Manrique es el típico romántico.

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