domingo, 27 de abril de 2014

Hermann Hesse

Hermann Hesse (1877- 1962), es el poeta de los sentidos. Poeta, desde que a los trece declarara su firme compromiso de serlo –“estaba claro para mí que quería poeta o nada (1)”-, y como quien jura sobre la biblia ante un tribunal, comenzara a devorar la sala entera de libros viejos, que su abuelo paterno había compilado durante años incluyendo en ella toda la poesía y la filosofía alemana del siglo XVIII. De los sentidos, porque pronto se enfrentó  internamente a una educación –la de su familia y escuela- que sintió como un yugo, y ajeno a comportamientos y dictámenes que consideraba arbitrarios, cayó irremediablemente en la seducción de su despierto sentido de la vista y el oído, que siempre, incluso de forma abstracta dentro de su pensamiento, le demostraron un comportamiento fiel (2).
Aprendiz en una fábrica de relojes de torre, comerciante durante tres días, librero y vendedor de antigüedades, y desde su primer contacto con los maestros de la Historia Universal, un oponente frontal a toda forma de autoridad, Hesse mostró siempre una necesidad vital de rendir cuentas ante sí mismo y su entorno. Esta singularidad convertida en punto de partida creativo daría lugar a obras aparentemente inocuas y románticas, que encierran sin embargo, un mensaje de subversión contra el mundo moderno y  la cultura de hermosos discursos y frases de moda.
Asfixiado por una educación de hace cien años y constreñido por la dificultad de establecer una relación llevadera dentro de su contexto familiar y social, se abandona en sí mismo y hace de su autoconocimiento y experiencia el germen de las imágenes de su literatura.
Hesse es, entre 1900 y 1914, un autor que se minusvalora, que guarda para sí sus conflictos y celos.
Entre 1900 y 1914, el periodo de preguerra, Hesse es un autor que se minusvalora, que guarda para sí sus conflictos y celos, y que ya ha publicado sus primeros libros de poemas, “Canciones Románticas” (1898) y “Una hora después de medianoche” (1899), ambos, obras que fracasan comercialmente. En 1904 llegará el punto de inflexión de su trayectoria personal y literaria con su primera novela, “Peter Camenzind”, cuyo éxito le  permitirá vivir de sus escritos y llevar una vida relajada junto a su esposa Maria Bernoulli.
“Peter Camenzind” es parte del proceso de autoformación que Hesse iniciara a los catorce años, escapándose del seminario teológico  de Maulbronn y de la herencia religiosa de su familia. Con ella emprende la búsqueda de su propia identidad, un proceso que marcará no sólo su devenir individual, sino toda su obra. Hesse convertido ahora en un escritor de renombre, destacará en sus siguientes títulos la insistencia de construir un mundo soñado frente a la falsedad de la civilización y las realidades sociales -”Bajo la rueda”, 1906-.
Más tarde, la comodidad y satisfacción de disfrutar de un matrimonio perfecto, hijos y una casa con jardín, le empujará a un profundo sentimiento de soledad –“Gertrud (1910) y “Rosshalde (1914)-. Convulsionado por su opresión interna, se condenará culpable de haber dejado atrás su evolución como poeta y de no diferenciarse de un escritor por encargo. Convencido de que el único camino a la absolución cruza la literatura de la introspección y su inculpación como responsable de su propio sufrimiento, se aislará, primero, y huirá después a la India, país del que es oriunda su madre, y puerta del lejano Oriente, del que regresará en 1911, sin dejar de sentirse oprimido por la estrechez que le ahoga desde niño y le obliga a volver al origen de su dolor perenne: su dura lucha contra el mundo.
Enfermo por la soledad imaginaria que golpea la juventud de clase alta de Europa central, no será hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando Hesse agite su bucólico mundo interior. Despertado de su letargo por el ruido de la metralla, llamará a artistas y pensadores a defender la paz en su artículo Neue Zürcher Zeitung (Oh, amigos, ¡esos sonidos no!), publicación que será utilizada en su contra, viéndose  atacado y perseguido bajo el calificativo de enemigo de la nación.
Ésta será sin lugar a dudas, su época dorada. Los insultos y descalificaciones estimularán su narrativa, y encerrarán el (re)conocimiento del hombre libre y de la escritura como una experiencia propia sin la deformación del pasado o el ejemplo. La intimidación moral  dará paso a la autoeducación hesseniana como espacio central de su literatura, y convertirá su obra en un referente contra los gritos del terror de la guerra y del choque contra la autoridad del orden establecido.
Su obra será referente contra los gritos del terror de la guerra y la autoridad del orden establecido.
“Demian” (1919) simbolizará la abolición de la moral a favor del mundo interior reprimido. Su protagonista, Emil Sinclair, iniciará su propio proceso de aprendizaje, distanciándose de las directrices familiares –la tradición- y comprehendiendo las contradicciones de su vida aburguesada. Mientras, “Siddhartha” (1922), relato heredero de su viaje a India, continuará la senda autoeducativa, rompiendo con la obediencia en el proceso cognitivo y apostando por los sentidos como centinelas de la vida y del devenir de uno mismo.
“El Lobo Estepario” (1927), su obra más célebre y reconocida, culminaría este proceso con el enjuiciamiento del mundo contemporáneo. La dualidad del hombre -hombre y bestia, en realidad-, representa la guerra de los mundos de Hesse: el interior, el rol modélico, y el exterior, donde reinan las emociones y la irracionalidad. “El lobo Estepario” es la historia de la decadencia, de la supervivencia del hombre en la miseria de la vida occidental, desorientado dentro de sí mismo por un mundo de no acaba de comprender, por la ambigüedad del complemento regidor de las relaciones sociales de la miseria-riqueza, opulencia y  precariedad.
Este relato describe un personaje que intenta vivir al margen de las convenciones sociales, de las relaciones que establece con el resto de los hombres y de sus consecuencias. Es una novela de preguntas más que de respuestas, una reflexión en torno a la existencia y a la aceptación de uno mismo incluso cuando esto desafía a lo colectivo.
“Narciso y Goldmundo” y “Viaje a Oriente” (1932) junto a “El juego de los abalorios” (1943), cerrarán la trilogía de éxito de Hesse –“Demian”, “Siddhartha” y “El Lobo Estepario”-  continuando con su dualidad tradicional espíritu- pensamiento, al que siguieron nuevas colecciones de cuentos, relatos y poemas, hasta que en 1962 muriera a causa de una hemorragia cerebral mientras dormía.
A pesar del tiempo, las construcciones de  Hermann Hesse –cuya trayectoria literaria fue premiada con el Nobel de Literatura en 1946-, mantienen tremendamente joven su rostro tras un siglo de luces y sobras en la literatura contemporánea. Su capacidad para absorber problemas inmateriales que aún perduran en el aire de nuestra sociedad, ha hecho de sus obras una parada obligatoria para todos aquellos que, al igual que él, se sienten en contradicción con los poderes de su época.
Sus construcciones  mantienen tremendamente joven su rostro tras un siglo en la literatura contemporánea.
Miles de lectores en todo el mundo -especialmente jóvenes- encuentran en las excepcionales pinceladas de una autobiografía (en)cubierta de novela, el arquetipo de una persona confusa, desdichada e inmoral, que sufre la decadencia de una sociedad de la que se creen y mantiene al margen. En definitiva, hallan una voz que les hace sentirse aludidos, en la que reconocen honestidad y credibilidad más allá de las normas estéticas o lingüísticas. Descubren en Hermann Hesse sus propias miserias espirituales, sus problemas, sus sueños y sus ansias en una sociedad  mecanizada en la que la anulación del alma y la omnipotencia del Estado que tanto combatiera Hesse, aún perduran.
Hermann Hesse fue capaz de darle la espalda a la sociedad establecida pero no pudo ser testigo de la caída de la civilización podrida. Desgraciadamente murió mientras dormía. Quizá está ahí la magia de su literatura, en la posibilidad de que seamos nosotros quienes la veamos, viviendo mientras soñamos.
(1) (2) Hermann Hesse, Biografía Resumida, en Gesammelte Werke en 12 tomos, tomo 6º, págs. 391 y sig

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