REALIDAD Y POESÍA EN LA CASA DE
BERNARDA ALBA
El
realismo de La casa de Bernarda Alba ha sido una cuestión muy debatida.
Lorca toma datos de la realidad, tales como el marco realista, los personajes
verosímiles, para crear una impresión de verosimilitud, pero selecciona y
transforma los hechos y las personas.
Lorca
realiza una “poetización de la realidad”, puesto que todo está contemplado
desde la dimensión poética. Esta poetización podemos verla en la hipérbole de
la descripción de los personajes o en las metáforas e imágenes que aparecen en
el habla de los personajes o en la estructuración en un doble plano (real e
imaginario). Realidad y poesía están combinadas, por lo que no nos encontramos
con un drama realista, sino que supera los límites del realismo.
Dentro
del realismo de la obra podemos señalar muchos aspectos. Muchos de los rasgos y
de las notas están tomados de la realidad. En Asquerosa (Valderrubio) había una
Frasquita Alba, vecina de unos familiares de Lorca, que inspiró el personaje de
Bernarda. De la realidad Lorca toma elementos, acentua actitudes, introduce
personajes de entre sus parientes (Mª Josefa), toma nombres de vecinos, y sobre
todo, recoge el modo de ser de Valderrubio.
Los
elementos realistas se distribuyen en la obra de la siguiente manera: 1) en el
I acto hay muchos elementos realistas como, Poncia come pan y chorizo, la
criada limpia, la Mendiga pide limosna, suenan las campanas por el difunto
marido de Bernarda, aparece el notario para leer el testamento…; 2) en el II acto
hay menos elementos realistas: las mujeres cosen, las declaraciones amorosas,
los cantos de los segadores, el calor sofocante, el linchamiento de la hija de
la Librada…; 3) en el tercer acto el realismo pierde fuerza y los personajes se
diluyen. Los elementos realistas son sólo estos: las mujeres aparecen cenando,
los golpes del caballo, los ladridos del perro, Adela sale del corral con las
enaguas llenas de paja.
En
cuanto a la poesía, podemos decir que en el III acto se introducen elementos
mágicos, fantásticos o poéticos, como son: la noche estrellada, la persecución
misteriosa de Adela – Martirio – Mª Josefa o la plasticidad y fuerza de la
imagen de Mª Josefa con la oveja en brazos. Ello indica que la obra conforme
avanza va perdiendo realismo y ganando carácter poético.
Aunque
la obra está escrita casi totalmente en prosa el verso aparece en cuatro
ocasiones: en la letanía, en la canción de segadores, en el dicho popular
“Santa Bárbara bendita” y en la canción de cuna que canta Mª Josefa y en la que
habla del mar, el cual simboliza la libertad.
A
pesar del predominio de la prosa en la obra, el lenguaje tiene un alto nivel
poético. El mérito de Lorca es haber integrado el lenguaje poético en el habla
de los personajes y que este parezca natural y espontáneo. En este sentido,
podemos decir que Lorca evita el folklorismo en los diálogos para no restar
intensidad dramática a la obra. Los personajes hablan con sencillez y
concisión. Por otra parte, si al inicio de la obra nos encontramos con un lenguaje
cotidiano, al avanzar la obra este se hace más complejo con mayor número de
metáforas y de símbolos, destacando las intervenciones de Mª Josefa.
Con
esta obra, Lorca pretendía dar una intensa impresión de realidad, de hecho
decía: ¡Ni una gota de poesía! ¡Realismo! ¡Realismo! Este realismo se
consigue mediante: la trabazón causalista en el desarrollo, la verosimilitud
del resultado, la riqueza costumbrista y la captación de la España rural
contemporánea (la vida del pueblo, la mentalidad, los incidentes y los
comadreos, las faenas del campo, las labores domésticas…). Asimismo están
reflejadas en la obra las tradiciones populares como el luto y el duelo, las
herencias, las peticiones de noviazgo, las entrevistas en la reja, la
confección del ajuar). Todos ellos son detalles que definen una casa rural en
el sur de España, en la España profunda.
A
pesar de lo visto anteriormente, el realismo queda trascendido porque la obra
no es sólo una pintura costumbrista, sino que va más allá de lo pintoresco, de
lo folklórico y localista. El realismo se aplica a una “situación límite”,
hiperbólica. Lorca desarrolla una situación hiperbólica verosímil gracias al
desarrollo causalista y a la ambientación realista. La obra está cargada de
dimensiones simbólicas que trascienden la realidad más inmediata: el pozo se
identifica con la muerte y se opone al río que se identifica a su vez con la
vida; se nos dice que el pueblo está lleno de pozos. El agua simboliza la vida
y la sed el deseo; de ahí que Adela se levante por la noche a beber agua. El
mar representa la libertad y se hace presente en el discurso de Mª Josefa. El
“caballo garañón” se identifica con Pepe el Romano y la “mulilla sin desbravar”
con Adela; ambos son animales que en otra dimensión son símbolos eróticos. El
bastón es el símbolo de la autoridad. El vestido verde, por su parte, encarna
la rebeldía y la vitalidad. El calor sofocante es en plano simbólico la
atmósfera moral irrespirable en la que viven los personajes. El suicidio de
Adela es el sacrificio de una mujer ante la opresión.
La
hipérbole y este simbolismo que acabamos de ver son verosímiles en un ambiente
y en un desarrollo realistas. El realismo, pues, es trascendido por el
simbolismo, por lo que podemos hablar de “realismo simbólico” o trascendido por
una dimensión poética. Y esto sucede porque no sólo expresa una realidad
concreta e inmediata, sino que capta la realidad universal de las pasiones
humanas. Por todo ello García Posada habla de “realismo poético”. De hecho lo
que Lorca pretendía era hacer poesía que se levanta del libro y se hace
humana.
En
lo referente al estilo, podemos decir, que también en él de funden realidad y
poesía. Asimismo, en la obra hay un intenso sabor popular sin que Lorca haya
recurrido a los vulgarismos propios del sainete. La prosa está enraizada en el
habla popular, lo que vemos en los giros, en las palabras, en las comparaciones
y en las hipérboles. Pero, aunque esto es así, también adquiere esta prosa una
dimensión poética muy rica gracias al uso de metáforas e imágenes audaces.
En
resumen podemos afirmar que en esta obra se produce la fusión lorquiana de la
tradición y la vanguardia, de lo popular y de lo culto, de la realidad y de la
poesía.
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